martes

Aire

Hola. Me gustaría conocerte. Sí. Sé que estás por ahí, por algún sitio, pero no te encuentro...

Ni siquiera estás escondida. Tienes tu vida, una vida normal, llena de risas, con amigos y familia. Vas y vienes al trabajo, sales a cenar y divertirte, entras, sales... vives.

Te imagino, no sé porqué, aunque evidentemente es una imagen de alguna película, en un parque, hablando con alguien que está fuera de foco, dando un par de vueltas sobre ti misma, riendo, inflando levemente el aire, el giro,  tu falda (de un largo que no se lleva, más de la peli),  mientras ríes y con una mano sobre tu cabeza sujetas algo ¿Un sombrero?  No logro distinguir tus rasgos, ni oír tu voz. La imagen es como una antigua foto movida, difuminada ligeramente. Pero transmite unas hermosas sensaciones. Sí, logro imaginarte, a medias realmente, y sé que existes. Pero llevo tanto tiempo buscándote… Siempre pienso en ti.

Te busco a mi lado cuando, ya raramente, salgo a pasear. Bajo mi brazo no hay nadie, te estoy guardando el hueco porque siempre ha sido tuyo. Aunque no siento tu calor ni el movimiento acompasado al mío. En invierno, cuando enciendo la chimenea y me arrebujo en el sofá, me sobra demasiado sitio. Es el tuyo, que sigue vacío y el calor de los troncos únicamente a mí me calienta. En verano, al chapotear como un niño en la piscina imagino que, como cuando era pequeño, salpico desde dentro empapando a los que están en el borde, mojándote a ti, que pones mohín de enfado y te lanzas a buscarme al agua con una sonora carcajada. Cuando por las mañanas me asomo a la terraza y, como cada día, el paisaje, su majestuosidad, me deja sin habla, te necesito conmigo para compartir toda esa belleza porque es demasiada para mí, me desborda. En las noches de verano, cuando me tumbo de espaldas en la hierba mirando las estrellas y el infinito cielo, negro, negrísimo, me causa, con su profundidad, en su distancia, un vértigo que me hace marear, busco tu abrazo para no caerme, para continuar aferrado a ese universo que me envuelve. Y caigo porque no estás. En mitad de la noche, cuando confuso despierto y busco el consuelo de tu cálida piel para pegarme a ti milímetro a milímetro, vuelvo a dormirme para evitar la pesadilla de no encontrarte. Cuando tengo una nueva broma, un chiste malo, cuando la congoja, sin motivo, me invade, cuando la alegría se me escapa por los poros, cuando cocino algo rico, cuando estoy a gusto, cuando no lo estoy, siempre, quiero compartirlo contigo y me giro y no te veo y te llamo, y el vacío se ríe de mi llamada.

Te encontraré, lo sé. Pero estás tardando mucho en dejarte ver y yo poco a poco me hago viejo…

miércoles

Hambre y ganas de... sexo

Hola. 

Encantado de tener la oportunidad de comunicarme con vosotros a través de este blog. Espero que nos podamos encontrar por aquí con frecuencia (si me dejan...) Lo primero, una cosita, para que nos entendamos en el futuro, ya que espero que sigáis leyéndonos en ocasiones posteriores, tenemos que dejar clara una cosa. Desde hoy mismo, desde ya y así no habrá malentendidos:

El sexo. Cómo percibimos el sexo, su concepto y necesidad, la forma de afrontarlo por hombres y mujeres. No es lo mismo, ni parecido... Es radicalmente distinto. Y eso crea un montón de problemas, de malentendidos, de agravios y de incomprensiones.

Cómo leía hace unos días en twitter y evidentemente dirigido a los hombres,  "Si quieres conocer un poco más a las mujeres, cómo sienten,  imagina por un momento que puedes tener sexo sólo con decir <quiero tener sexo contigo>. Bien, si has podido hacerlo, ahora las puedes entender un poco mejor". ( ¿De verdad has podido imaginar como puede ser eso?...)

Psssshhhhh. Silencio. Esas que protestan, que esperen un momento que se lo voy a intentar explicar con un ejemplo.

 Veamos. La actitud de las mujeres con respecto al sexo es como las que tienen las europeas con respecto a la comida. Siempre hay algo en la nevera. Siempre saben que pueden comer. No hay, por tanto, ansiedad ni verdadero hambre, como mucho, apetito. Quizás lo que tengan en la despensa no sea lo que quieren comer, ni lo que más les gusta, ni lo que les apetece en ese momento. Incluso puede que no les guste. Pero no van a pasar hambre. Y lo saben. Entonces pasan a otro nivel. Una vez cubierta la necesidad básica, entramos en el campo de las diferentes dietas, de los gourmets, de los buenos vinos, de los restaurantes de moda y los chefs elitistas. Se escoge, se puede pasar hambre, por propia voluntad, para perder unos kilos, se elige cuidadosamente qué se va a comer...


Pero los hombres son mejor como los subsaharianos. Saben que han comido ayer. Pero no tienen idea de cuándo van a poder volver a comer. Tengan hambre o no, de unos días o de mucho tiempo, el comer no depende de ellos. Por eso, cuando tienen la oportunidad, comen. Cualquier cosa. Aunque no sea sabroso, aunque no les guste, incluso. El instinto te obliga a comer, lo que sea pero comer,  porque... ni idea de cuando será la siguiente comida.¿Dietas? ¿Vinos exquisitos? ¿Platos de gourmet? Por supuesto que les gustan, se supone, porque la mayoría no los han podido probar. Aunque por supuesto hay algunos hombres que por altos, guapos, ricos, famosos o poderosos, pueden comer lo que quieran y cuando quieran. Y además, luego, en otra categoría, Julio Iglesias.

Hombres, no critiquéis a las mujeres por ser selectivas. No pasan hambre, salvo por elección y porque desean escoger el plato a tomar. No hay ansiedad ni les acucia el dolor de estómago.

Mujeres, no critiquéis a los hombres por pensar siempre en comer. Cuando se tiene hambre, no se puede pensar en otra cosa. Dadles de comer, tenedlos bien alimentados y luego podéis hablar, si queréis, de todo tipo de refinamientos o del "sursum corda". 

Hasta ese momento cada vez que os vean se imaginarán, tipo dibujos animados, un pollo asado, humeante, en un plato con su salsita y patatas.