Si os apetece reíros un rato, escuchad la canción. Es genial. Y por mucho que he buscado, sólo encuentro esta versión y además desconozco el autor.
Y la famosa canción de Riki López "Un hombre despechado" que se hizo tiempo después superfamosa por ser la canción de la selección española de baloncesto en la época en que quedaron campeones del mundo.
jueves
Volver a vivir tu vida
Volver a vivir tu vida. Viejo anhelo de muchos nostálgicos, por supuesto siempre incumplido. Tener la oportunidad de evitar errores, enmedar fallos y revivir los momentos felices. Reencontrar a los ausentes y conocer a los que se escaparon. Hay textos que recogen estas opciones: lo que repetiría y lo que cambiaría. Los reproduzco a continuación.
Instantes (popular, pero falsamente, atribuido a J.L. Borges)
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
En un sentido parecido otro texto, igualmente anónimo, reza:
Comería rosetas de maíz en la sala “elegante” y me preocuparía mucho menos por la basura cuando alguien quisiera encender la chimenea.
Instantes (popular, pero falsamente, atribuido a J.L. Borges)
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
-oOo-
En un sentido parecido otro texto, igualmente anónimo, reza:
Si volviera a nacer, hablaría menos y escucharía más.
Invitaría a mis amigos a cenar aun cuando el mantel estuviera manchado y el sofá desteñido.
Invitaría a mis amigos a cenar aun cuando el mantel estuviera manchado y el sofá desteñido.
Comería rosetas de maíz en la sala “elegante” y me preocuparía mucho menos por la basura cuando alguien quisiera encender la chimenea.
Desearía un tiempo para escuchar al abuelo divagar sobre su juventud.
Nunca insistiría en que subieran las ventanillas del automóvil un día de verano, sólo porque mi cabello se despeina.
Nunca insistiría en que subieran las ventanillas del automóvil un día de verano, sólo porque mi cabello se despeina.
Encendería la vela de rosas antes de que se derritiera de tanto estar guardada.
Me sentaría en el césped con mis hijos sin preocuparme de las manchas que este pudiera dejar en mis ropas.
Lloraría y reiría menos frente al televisor... y mas frente a la vida.
Compartiría más responsabilidades con mi familia.
Me iría a la cama cuando me sintiera enferma, en lugar de pretender que la Tierra se va a detener sin mí.
Lloraría y reiría menos frente al televisor... y mas frente a la vida.
Compartiría más responsabilidades con mi familia.
Me iría a la cama cuando me sintiera enferma, en lugar de pretender que la Tierra se va a detener sin mí.
Nunca compraría algo sólo porque fuera práctico, porque disimula la mugre o porque está garantizado de por vida.
En lugar de desear que terminasen de una vez los nueve meses de embarazo, disfrutaría cada momento y admitiría que la maravilla que crece dentro de mí es la única oportunidad que tengo en la vida para ayudar a Dios a realizar un milagro.
Si mis pequeños me besaran impetuosamente, nunca les diría:”Más tarde, ahora estoy ocupada.”
Diría más a menudo: ""te amo", "lo siento". Pero, más que cualquier otra cosa, le daría otra oportunidad a la vida, capturaría cada minuto.
En lugar de desear que terminasen de una vez los nueve meses de embarazo, disfrutaría cada momento y admitiría que la maravilla que crece dentro de mí es la única oportunidad que tengo en la vida para ayudar a Dios a realizar un milagro.
Si mis pequeños me besaran impetuosamente, nunca les diría:”Más tarde, ahora estoy ocupada.”
Diría más a menudo: ""te amo", "lo siento". Pero, más que cualquier otra cosa, le daría otra oportunidad a la vida, capturaría cada minuto.
-oOo-
El último texto que incluyo también es anónimo
Si volviera a nacer elegiría nuevamente la misma familia.
Papá mamá, hermanos todo igual sin cambios.
Si volviera a nacer escribiría poesía, no como Neruda, ni como Sabines, tal vez sin métrica ni rima, pero seria poesía plena llena de mi ser.
Si volviera a nacer tendría más cuidado con mis padres les pondría más atención y sobretodo les demostraría mi amor.
Si volviera a nacer pediría hacerlo en el mismo país, claro que lo único que suplicaría es que no fueran los mismos gobernantes: ellos denigran mi país...
Si volviera a nacer me gustaría tener la misma infancia, llena de todo golosinas, juguetes regaños, besos, mimos, claro con las mismas carencias.
Si volviera a nacer viviría mi adolescencia igual, solo que ahora si tendría mas cuidado en elegir a mis amigos aquellos del alma, del corazón.
Si volviera a nacer iría a la misma escuela; ¡como no hacerlo si ahí conocí a mi primer amor!
Si volviera a nacer procuraría no cometer los mismos errores primero para no herir a los que amo y después para vivir mejor, siempre aprendiendo de ellos.
Si volviera nacer haría aun mas locuras de esas que te hacer sonreír sin censura, ni temor.
Si volviera a nacer elegiría la misma profesión pues me llena el alma y el corazón.
Si volviera a nacer te volvería a elegir para pasar el resto de mi vida junto a tí. Pero como no es muy posible en esta vida, les digo que estoy aquí, tratando de ser un mejor ser humano, el cual les ofrece para siempre un pedacito de su corazón.
Y les da las gracias por existir.
Viva la Seguridad Social
Soy un firme partidario de un sistema médico público y universal. Es, en mi opinión, una solidaridad real el que nadie se quede sin ser atendido por carecer de recursos, aunque el tratamiento que necesite sea enormemente caro. ¡Viva la Seguridad Social! Pero hasta ahí, porque no me gusta ir al médico. Y supongo que es algo generalizado, que no soy un bicho raro por eso. De hecho solo hay tres cosas que consiguen que vaya a ver a los doctores:
- Una urgencia. No tienes más remedio y ahí no te planteas nada. Vas y punto.
- El miedo. Estás empezando a notar algo grave, que te asusta y finalmente el miedo es más poderoso que tu impulso y finalmente vas.
- Mi mujer. Suavemente, poco a poco como la gota que lenta pero inexorablemente va cayendo sin pausa. Y, o vas al médico, o te vuelves tarumba.
La última vez que me acerqué al médico de la seguridad social estaba en el tercer supuesto y por tanto con ningún achaque urgente. Me encontré en la siguiente situación:
Primera visita en un par de años, doctora nueva en la plaza. Era el primero en la lista de pacientes de ese día y pacientemente, como corresponde, aguardaba a ser llamado para entrar en la consulta. Puerta cerrada, nadie sale ni entra, no se oyen voces, sigo aguardando. Pasan 20 minutos y cuando pensaba que el doctor, al que desconocía, no debía de haber llegado aún, se abre la puerta y aparece una señora de más que mediana edad, ataviada con un atuendo de más bien corta edad, con unos pantalones piratas, una blusa tropical y unos abundantes y extraños abalorios al cuello. Iba profusamente despeinada en su recogido como si se acabara de levantar de la cama y una expresión en sus ojos que lo confirmaba: debía de haber estado disfrutado de una siestecita en su consulta.
- Bueno, pensé comprensivo, tal vez ha estado toda la noche de guardia… Uno prefiere pensar que aquellos de los que depende su salud, seguridad, bienestar, economía, etc. son siempre excelentes profesionales, seguros de si mismos, con la sabiduría y experiencia necesarias para solucionar cualquier eventualidad. Como en el cine. ¿O quizá veo demasiada TV?
En fin, a lo mío: paso, tomo asiento y comienzo a relatarle mis males, molestos pero no graves afortunadamente. Después de escucharme manipula en su ordenador y comienza a confirmar conmigo los antecedentes médicos que figuran en mi ficha, dado que como ya he dicho éramos nuevos el uno para el otro:
- Usted tuvo tal y tal.
- Pues si, efectivamente –confirmo con seguridad-
- Y además, antes tuvo esto, esto otro y lo demás allá.
- Oiga, no. –digo extrañado- Eso no le padecido...
- Y antes de eso tuvo nosecuantos y nosequé.
- El nosequé si lo tuve, pero el nosecuantos no sé ni lo que es. Ya estaba yo un poco mosca.
Y siguió tranquilamente, sin oírme ni hacerme caso, contándome un montón de padecimientos que jamás había sufrido, mezclados con alguno que si había tenido. Vamos, como la primitiva. Acertaba alguno de casualidad.
Pero el problema intuía que era grave. ¡¡En mi historial figuraban un montón de males que no he padecido y ella erre que erre!! ¿Han mezclado mi historial con el de otro paciente? ¿Alguien se ha dedicado a jugar al Tetris con mis padecimientos? ¿Habían barajado los expedientes antes de incluirlos en el ordenador, o me había informatizado el historial el becario enchufado?
Me inquieté ya que cualquier decisión médica, prescripción farmacéutica, etc. irían basados en esos antecedentes que son míos... y de medio consultorio más. A pachas. Vamos que o nos curaban a todos a la vez o la palmábamos todos juntitos.
¿Los demás tendrían su dossier igual o estarían vacíos todos, volcados en el mío? No, si encima me iban a llamar acaparador.
Pero ¿por qué le hacía más caso a un expediente erróneo de ordenador que a mi, vivito y coleando enfrente de ella? Quizás había visto la serie de House: “Los pacientes siempre mienten…”
En fin, que salí pitando de allí y buscaré un médico, privado, que no tenga antecedentes míos.
O, al menos, que me crea.
- Una urgencia. No tienes más remedio y ahí no te planteas nada. Vas y punto.
- El miedo. Estás empezando a notar algo grave, que te asusta y finalmente el miedo es más poderoso que tu impulso y finalmente vas.
- Mi mujer. Suavemente, poco a poco como la gota que lenta pero inexorablemente va cayendo sin pausa. Y, o vas al médico, o te vuelves tarumba.
La última vez que me acerqué al médico de la seguridad social estaba en el tercer supuesto y por tanto con ningún achaque urgente. Me encontré en la siguiente situación:
Primera visita en un par de años, doctora nueva en la plaza. Era el primero en la lista de pacientes de ese día y pacientemente, como corresponde, aguardaba a ser llamado para entrar en la consulta. Puerta cerrada, nadie sale ni entra, no se oyen voces, sigo aguardando. Pasan 20 minutos y cuando pensaba que el doctor, al que desconocía, no debía de haber llegado aún, se abre la puerta y aparece una señora de más que mediana edad, ataviada con un atuendo de más bien corta edad, con unos pantalones piratas, una blusa tropical y unos abundantes y extraños abalorios al cuello. Iba profusamente despeinada en su recogido como si se acabara de levantar de la cama y una expresión en sus ojos que lo confirmaba: debía de haber estado disfrutado de una siestecita en su consulta.
- Bueno, pensé comprensivo, tal vez ha estado toda la noche de guardia… Uno prefiere pensar que aquellos de los que depende su salud, seguridad, bienestar, economía, etc. son siempre excelentes profesionales, seguros de si mismos, con la sabiduría y experiencia necesarias para solucionar cualquier eventualidad. Como en el cine. ¿O quizá veo demasiada TV?
En fin, a lo mío: paso, tomo asiento y comienzo a relatarle mis males, molestos pero no graves afortunadamente. Después de escucharme manipula en su ordenador y comienza a confirmar conmigo los antecedentes médicos que figuran en mi ficha, dado que como ya he dicho éramos nuevos el uno para el otro:
- Usted tuvo tal y tal.
- Pues si, efectivamente –confirmo con seguridad-
- Y además, antes tuvo esto, esto otro y lo demás allá.
- Oiga, no. –digo extrañado- Eso no le padecido...
- Y antes de eso tuvo nosecuantos y nosequé.
- El nosequé si lo tuve, pero el nosecuantos no sé ni lo que es. Ya estaba yo un poco mosca.
Y siguió tranquilamente, sin oírme ni hacerme caso, contándome un montón de padecimientos que jamás había sufrido, mezclados con alguno que si había tenido. Vamos, como la primitiva. Acertaba alguno de casualidad.
Pero el problema intuía que era grave. ¡¡En mi historial figuraban un montón de males que no he padecido y ella erre que erre!! ¿Han mezclado mi historial con el de otro paciente? ¿Alguien se ha dedicado a jugar al Tetris con mis padecimientos? ¿Habían barajado los expedientes antes de incluirlos en el ordenador, o me había informatizado el historial el becario enchufado?
Me inquieté ya que cualquier decisión médica, prescripción farmacéutica, etc. irían basados en esos antecedentes que son míos... y de medio consultorio más. A pachas. Vamos que o nos curaban a todos a la vez o la palmábamos todos juntitos.
¿Los demás tendrían su dossier igual o estarían vacíos todos, volcados en el mío? No, si encima me iban a llamar acaparador.
Pero ¿por qué le hacía más caso a un expediente erróneo de ordenador que a mi, vivito y coleando enfrente de ella? Quizás había visto la serie de House: “Los pacientes siempre mienten…”
En fin, que salí pitando de allí y buscaré un médico, privado, que no tenga antecedentes míos.
O, al menos, que me crea.
miércoles
Los que nacimos en los `60
Todos lo hemos recibido alguna vez en nuestro buzón de correo, pero me gusta y me pone algo nostágico...
Está dedicado a las personas que nacieron en los 60, (aunque yo soy del 59), y la verdad es que no se como hemos podido sobrevivir. Fuimos la generación de la “espera” nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando.
Teníamos que hacer “dos horas de digestión” para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, los dolores se curaban esperando.
Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos:
-Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12 h. con cinco o 6 personas en un 850 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
-No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños.
- Andábamos en bicicleta sin casco, hacíamos auto-stop, mas tarde en moto, sin papeles.
- Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Jugábamos a ver quien era el más bestia.
- Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y solo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos.
- Jugábamos a “churro va” y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
- Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle.
- Nadie podía localizarnos. No había móviles.
- Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables.
- Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosa de niños y se curaban con mercromina y unos puntos. Nadie a quien culpar, solo a nosotros mismos.
- Tuvimos peleas y nos “esmorramos” unos a otros y aprendimos a superarlo.
- Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
- Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber y nadie se contagio de nada.
- Nos contagiábamos los piojos en el cole y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.
- Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a coger, al rescate, a la taba…, en fin, tecnología punta.
- Íbamos en bici o andando hasta casa de los amigos y llamábamos a la puerta. Imaginaos, sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel. ¡Sin ningún responsable! ¿Como lo conseguimos?
- Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de futbol.
- Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo.
- Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la “escopeta de perdigones”, antes de ser mayores de edad y sin adultos.
- En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos y los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción.
- Algunos estudiantes repetían curso…Que horror, ¡no inventaban exámenes extra!
- Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos castillos de arena con foso y pescar con arpón.
- Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, y no en un chat diciendo “: )\” “: D\” “: P”.
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.
No te extraña que ahora los niños salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes… ¡¡¡Enhorabuena!!!
Está dedicado a las personas que nacieron en los 60, (aunque yo soy del 59), y la verdad es que no se como hemos podido sobrevivir. Fuimos la generación de la “espera” nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando.
Teníamos que hacer “dos horas de digestión” para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, los dolores se curaban esperando.
Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos:
-Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12 h. con cinco o 6 personas en un 850 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
-No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños.
- Andábamos en bicicleta sin casco, hacíamos auto-stop, mas tarde en moto, sin papeles.
- Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Jugábamos a ver quien era el más bestia.
- Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y solo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos.
- Jugábamos a “churro va” y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
- Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle.
- Nadie podía localizarnos. No había móviles.
- Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables.
- Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosa de niños y se curaban con mercromina y unos puntos. Nadie a quien culpar, solo a nosotros mismos.
- Tuvimos peleas y nos “esmorramos” unos a otros y aprendimos a superarlo.
- Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
- Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber y nadie se contagio de nada.
- Nos contagiábamos los piojos en el cole y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.
- Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a coger, al rescate, a la taba…, en fin, tecnología punta.
- Íbamos en bici o andando hasta casa de los amigos y llamábamos a la puerta. Imaginaos, sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel. ¡Sin ningún responsable! ¿Como lo conseguimos?
- Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de futbol.
- Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo.
- Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la “escopeta de perdigones”, antes de ser mayores de edad y sin adultos.
- En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos y los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción.
- Algunos estudiantes repetían curso…Que horror, ¡no inventaban exámenes extra!
- Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos castillos de arena con foso y pescar con arpón.
- Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, y no en un chat diciendo “: )\” “: D\” “: P”.
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.
No te extraña que ahora los niños salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes… ¡¡¡Enhorabuena!!!