viernes

Artículo 14.

Todos conocéis, estoy seguro, la ya antigua leyenda urbana en la cual, un automovilista con problemas, es ayudado por un anónimo motorista, que después de solucionar el problema y al despedirse, se da a conocer como el rey Juan Carlos.
Bueno, pues seguro que esta leyenda, un magnífico ejemplo de marketing viral, ha sido ideada y propalada por algún cerebro de los gabinetes de imagen de La Zarzuela, porque no puedo creer que nada parecido pueda ser verdad después de experimentar cómo funcionan en la realidad los temas de Palacio.

Tengo un hijo pequeño al que cada día llevo al colegio por la mañana y recojo a la salida, al igual que hice durante todo el curso pasado. Acude a un centro educativo que, pared con pared, linda con otro centro, reconocido y elitista, el cual ha sido elegido por los reales padres de una niña, que este año se ha incorporado al mundo escolar, para que sea el colegio donde se eduque su hija, al igual que hiciera su padre años ha.

Esto ha hecho que algunas cosas sean diferentes. En el colegio de mi hijo nada ha cambiado, pero el centro vecino que dispone de un amplio espacio para que los padres pasen con el coche y desembarquen allí a sus hijos sin tener que hacerlo en la calle, se ha visto obligado a instalar en la entrada de coches una puerta deslizante, como la de cualquier garaje, con portero automático. Es decir, el sufrido papá que llega con sus hijos, debe bajarse del coche, interrumpiendo la circulación, llamar al portero, identificarse, subirse al coche y esperar a que el portón se deslice y permita el acceso. ¿Sabéis lo que eso significa a la hora punta de entrada? ¿El increíble follón que se forma?

Además han aparecido un montón de tíos extraños que están allí plantados, mirando, sin moverse, hablando por el móvil. Si no estás al tanto de lo que pasa piensas que te han invadido los pedófilos a la caza del niño despistado, pero como pude comprobar, no es esa su función: han acabado con nuestra amable rutina diaria. Dado que vivimos lejos del colegio y siempre hay atasco por el camino, salimos con tiempo suficiente. Si por casualidad el trayecto se ha dado bien y llegamos un poco antes, nos gustaba estar unos minutos jugando con la radio, llamando por teléfono a “mamá” y a ser posible, riéndonos un momento en esos extraños minutos de tranquilidad. Ahora, en seguida tienes a tu lado a uno de esos tíos mirando por la ventanilla, interrumpiendo y haciéndote sentir incómodo. Jodíendote unos de los, para mi, mejores momentos del día.

Y si tardas, porque te entretienes en el colegio (tu hijo juega, hablas con la profesora o con otros padres) al salir te encuentras a un curioso paseante nuevo, amigo de los anteriores, que va con perro y al que le da siempre por oler tu coche (mientras no lo mee…)

También han aparecido unos cuantos motoristas de la policía nacional que hacen varias pasadas por la calle de los colegios, en ambos sentidos, para luego situarse, con las motos en mitad de la calzada, en ambos extremos de la calle.

No se si habéis disfrutado de la experiencia de ir a recoger a los niños a la salida del colegio, Es un caos. En mi caso, que debo ir con el coche, es absolutamente imposible encontrar un hueco donde dejar el coche tirado: todos los padres, a la misma hora, intentando aparcar y buscar a sus retoños… Es algo imposible y estresante. Y ahora más. Si intentas aparcar tu vehículo en una de las aceras cercana al centro que he llamado elitista, como has hecho durante todo el año anterior sin problemas, se te acerca uno de los tíos y con corrección –eso si, muchísima corrección inicial- te abre su cartera (he dicho abre y no enseña porque cuando la quieres mirar ya la ha cerrado y en la que lo mismo puede estar una foto de su familia que un dibujo hecho por su hijo pequeño) y te dice que ahí no se puede aparcar. Le preguntas por qué y se encoge de hombros. Aduces que llevas un año aparcando ahí y que siempre se ha podido y te responde “desde hace dos meses no se puede”. Y claro, te jodes y te vas... a la mierda, porque no hay sitio para dejar el coche.

Y digo yo, que entre lo que cuesta la puerta del garaje, el follón que montan, los tíos que no son pedófilos, el del perro, los policías nacionales y, supongo yo, alguien que lleve a la niña en coche pues aún no puede conducir ¿no nos saldría más barato pagarle un tutor en casa? Al menos, más cómodo,sería.Y si multiplicamos este despliegue, por el número de retoños con el que dios ha bendecido a esta amplia familia, mejor que un tutor, todo un colegio.

Y creo que el artículo 14 de la Constitución debe de tener alguna excepción, aunque la Carta Magna no lo especifique.

En fin, como veis, no he indicado nombres -os toca ponerlos a vosotros-, ni calles, ni números ni nada. Me acojona.

3 comentarios:

  1. Ya se que no es para reirse, pero me he mondado imaginando la situación.

    Lo de la leyenda del Rey en moto, es de cuando era príncipe y andaba "canino", ahora la cosa ha cambiado. Cuando va a cualquier sitio, parece una caravana de feriantes, con ambulancia incluida.

    La entrada genial!!!! Bueníiiiisima

    Besitos encanto

    ResponderEliminar
  2. Ay, qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte... ¿Por cuánto saldrá entonces que la niña vaya al colegio?

    En fin, menos mal que yo vivo cerca del colegio donde irán mis hijos... espero ir andando y no tener que coger el coche...

    ResponderEliminar
  3. Interesantísima historia. La verdad es que lo cuentas con mucha gracia, pero si me pongo en tu lugar es bastante rollo que te pase eso todos los días. Sí que tiene que jorobar eso de que no puedas dejar a tu niño con tranquilidad sin que te vigilen como si fueras un terrorista o algo así.

    En fin, mucho ánimo. Gracias por hacer pública tan escalofriante historia. Un abrazo, tío.

    ResponderEliminar