A pesar de esto, mi hijo pequeño, con seis años, siente, vive y piensa solo en el fútbol. No sé de donde lo ha sacado, pero es algo increíble. Su máxima aspiración es tener permanentemente una pelota en los pies: recreos, tardes, entrenamientos, partidos, fútbol a todas horas y de cualquier clase. Sobre todo practicarlo, pero tampoco le hace ascos, si no hay más remedio, a ser simplemente espectador.
Ante esta situación, como comprenderéis, los premios y castigos (o amenazas) giran siempre alrededor del fútbol. En su día le prometimos que si sacaba buenas notas, si su actitud hacia el estudio era buena y su tutora nos daba buenas referencias, ganaría, como premio “gordo” el asistir a un partido del Real Madrid (es madridista hasta la médula…) Y lo ganó.
El pasado miércoles se dieron las circunstancias idóneas. Buscaba yo, para su estreno, un partido nocturno (el campo es mucho más espectacular con la iluminación nocturna y para el niño las actividades de noches son como más valoradas), que no tuviera mucha tensión (nada de un Madrid-Barça ni nada similar, algo tranquilo) ante un rival fácil, con posibilidad de ver goles… El partido de ida de copa del rey, ante el Levante, conjuntaba todos esos requisitos y finalmente sacamos las entradas. Fuímos el peke, su madre y yo.
Por supuesto, el crío estaba como un flan antes de ir. Los nervios podían con él. Y las noticias de la radio, informando de unas anginas de CR7 y la suplencia de Di María y la ausencia de Sergio Ramos, tampoco eran muy positivas. Le intentamos prevenir contra los ruidos (trompetas, sirenas, gritos, insultos) y preparar para lo que iba a vivir.
Como siempre sucede en estos casos, la realidad te supera. Asistimos al “partido perfecto”. Jugaron casi todos los titulares, menos los lesionados o sancionados. Las localidades, caras, eran de ensueño. El peke se hizo cargo del ambiente de forma inmediata y al poco de comenzar ya estaba gritando instrucciones al equipo “¡¡Venga, fuera, ese balón fuera!!”, despotricando contra el árbitro: “Tarjeta, árbitro, ha sido tarjeta”, “¡No, hombre, no, no ha sido saque de puerta, ha sido corner!”…. ¿De dónde había sacado esas frases y esa "sabiduría futbolera? De casa no, por supuesto. También identificaba, sin necesidad de ver el número o el nombre, a todos los jugadores del equipo (y a mí me parecían todos el mismo, ¿será que necesito gafas también para lejos?) y participó de toda la animación del estadio: aplaudía, abucheaba, saltaba, hacía la ola… todo. Parecía un experto aficionado con cientos de partidos a sus espaldas.
Además, el Madrid ganó 8-0 ¡¡8-0!! Hacía 50 años que no se daba ese resultado en copa y tuvo la fortuna de que acertamos con el partido. Vio goles, vitoreó, compadreó con los vecinos de localidad, gritó hasta quedarse afónico, se emocionó...
El brillo en sus ojos es algo que nunca olvidaré. Creo que bajo ninguna circunstancia nos podría haber salido tan bien el experimento. Disfrutó como nunca, se emocionó, participó de todo (se comió el reglamentario bocata en el descanso, por supuesto) agitó su bufanda como hincha y salió encantado de la vida…
A ver como le convenzo de que no todos los partidos son así. Pero desde luego, jamás había visto a mi hijo disfrutar durante dos horas, como lo hizo ese día. Y yo fui testigo y artífice en parte. Me siento muy contento. Y mi hijo cambia cualquier otro regalo que le gustara antes del partido, por volver otra noche al Bernabeu.
Algo increíble. Veo que, a este paso, me va a terminar por gustar el fútbol. ¡¡Que remedio!! Y qué gozada de día…
Has creado un monstruo jajaja
ResponderEliminarYa nada le parecerá suficiente en su vida futbolera, pero le has proporcionado un recuerdo de los que no se borran y la infancia es una colección de recuerdos.
Un saludo.
Es una gozada ver esas caritas de ilusión, de alegría... sólo por eso merece la pena cambiar una sesión de soffaning por un estadio.
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