miércoles

Incomprensión

Hay muchas cosas que no entiendo. A pesar de que, por supuesto y como todo el mundo, me considero suficientemente inteligente (recordad que la inteligencia y el sentido común son las cosas mejor repartidas de este planeta ya que todo el mundo cree que tiene de sobra y está feliz con lo que le ha correspondido) hay cosas que no alcanzo a entender. Muchas.




Algunas son lógicas porque exigen, además de tu sobradamente preparada inteligencia, una formación muy profunda y específica. Otras son genéricas o tópicas ("no entiendo a las mujeres"), aunque sean verdad. Y otras son particulares, personales: yo, soy incapaz de entender la gramática española (y es cierto). Quizás por ello soy totalmente inútil para entender el texto que Martín Girard, bajo el título "Polvo de estrellas", publica hoy en El País. Lo leo, entiendo sus palabras y hasta sus frases. Pero no comprendo ningún mensaje ni intención. De hecho, me es imposible extraer un sentido general o una línea argumental. Por supuesto, sé que está bien escrito (como el valor en la mili, "se le supone"), que es correcto, y que es mi propia incapacidad personal la que me veta su comprensión. Os copio el, para mi, batiburrillo, para que, por favor, algún alma caritativa me explique que pretende decirme el autor.


Polvo de estrellas

"El tenis es un juego vitriólico, lleno de bilis, de trampas y de hipocresía", escribía el actor Montgomery Clift a su amigo Campbell. Podríamos aducir como eximente el hecho de que la experiencia del inolvidable actor como jugador de tenis se limitara a sus confrontaciones con Charles Chaplin en las pistas de la mansión que poseía William Wyler en Beverly Hills. Pero ¿qué decir de los exabruptos que Mourinho suele dedicar al deporte con el que se gana la vida y gracias al cual se ha erigido en ídolo de masas y figura supuestamente ejemplar? El fútbol vitriólico y lleno de bilis que él imprime a su equipo es, según su paranoico criterio, la réplica adecuada a las trampas y la hipocresía de los demás. Así, las tarascadas y paripés de Di María se deben tan solo a la provocación del contrincante de turno y las expulsiones reiteradas a las simulaciones de los damnificados y al contubernio arbitral.

Ese tipo de actitudes escandalizaba al noble Robin Hood mientras se dirigía al estadio del Urraca, equipo de Regional Preferente a cuyos jugadores solo les pagan cuando ganan y ni se pegan ni maldicen cuando pierden. Con su carcaj y hortera atuendo, el héroe de Sherwood bordeaba andando la carretera cuando, pedaleando parsimonioso, le sobrepasó Rajoy en bicicleta. Le precedía la Cospedal, tijera en mano y peineta al viento. Rauda y sigilosa sobre patines de oro, recortaba ramas a su paso con el avieso propósito de, al estilo Mourinho, realzar la culpa de los otros. Al rebufo y rezagado, esquivando zancadillas, les seguía Rubalcaba, preparado a esprintar a 100 kilómetros de la meta para, en el peor de los casos, perder por una sola rueda. A su lado, resoplaba apresurado Pepiño Blanco con su sonrisilla de pillo al que no pillan y con más prisa que el conejo de Alicia en el país de las maravillas.

Ante la extraña comitiva, el perplejo Hood tensó el arco y disparó la flecha que, como los neutrinos subatómicos, viajó a más velocidad que la luz, sorteando los abedules de Sherwood con la serpenteante destreza de Leo Messi para, luego, alzarse sobre la faz de la Tierra con la soltura de Pau Gasol hasta alcanzar, destrozar y derribar, cual coz de Pepe, la chatarra celestial de la NASA, cuya caída y desintegración arrancó fulgurantes destellos en la galáctica mirada de Susana Roza, presentadora del telediario, que en aquel instante narraba la noticia y que, de repente, se convirtió en polvo de estrellas.

Los investigadores del CERN no tardaron en comprobar que aquel polvo inhalado provocaba imprevisibles efectos, como, por ejemplo, viajar al pasado a caballo de los recuerdos. Fui el primero en probarlo y me sentí trasladado, como en una galopada de Ronaldo, a un jueves 6 de junio de 1963.

Me hallaba en el Club de Tenis de una ciudad llamada Barcelona. El periódico advertía de que la intensidad de los rayos cósmicos se había duplicado en los últimos meses y, al parecer, de ello se deducía un debilitamiento de la actividad solar. En efecto, empezaba a hacerse de noche y un tenista llamado Couder, devolviendo pelotas desde el fondo de la pista, exasperaba a otro tenista llamado Pietrangeli hasta el extremo de que fue necesario suspender el partido por falta de luz y reanudarlo al día siguiente. Montgomery Clift no tenía razón. El tenis nunca ha sido un juego vitriólico, lleno de bilis, de trampas y de hipocresía. Ni siquiera jugando contra Chaplin. Pero sí podía resultar, en ocasiones, lo suficientemente aburrido para no justificar un mágico viaje al pasado. Incluso asumiendo el inevitable contexto deportivo de esta sección literaria, consideré que la experiencia era tan irrisoria como, a menudo, sucede cuando jugamos a la ligera con los neutrinos.

Decepcionado, soplé el resto de polvo de estrellas que había quedado adherido a la palma de mi mano y, propulsado por el cósmico impulso, me encontré de nuevo en casa. Justo a tiempo de ver jugar al Barça. Y, mientras el balón iba y venía, creí intuir que, así en el tenis como en el fútbol, la pelota era la partícula que, en su interacción entre los cuerpos, creaba el espacio y modificaba el tiempo con la precisión del azar y la velocidad del pensamiento. Presuntuosa conclusión tomada bajo el influjo de Pep Guardiola y el destello en la pantalla de una presentadora sideral llamada Susana Roza."




El País. Miércoles, 28/9/2011


MARTÍN GIRARD 27/09/2011




Si lo conseguís, si podéis decirme de qué va, os lo agradeceré, porque está visto que hay siglos en los que no está uno para nada.

lunes

Contrastes

Por llamar a esta entrada de alguna forma. Pero sí. He tenido sensaciones contrastadas, curiosas, nada importantes, pero que te hacen pensar, al menos, dos minutos (casi). Una barbaridad.

El viernes tuve boda familiar. Misa en toda regla, cóctel (malditos zapatos) y cena (para quien le gustase la cocina esa de títulos largos, platos grandes, manjares pequeños… y raros). Pero a lo que iba. Una boda familiar es el momento de encontrarte con todos aquellos consanguíneos a los que no sueles ver, y con los que menos contacto, incluso electrónico, tienes. Por allí aparecen tíos y primos de distintas procedencias: ¡¡como has crecido!! ¡¡que joven te conservas!! ¡¡pero ¿de verdad tú eres fulanito el de menganita?!! y originalidades parecidas, son las frases más típicas/tópicas que se oyen en el momento inicial del reencuentro.Desde hace cincuenta años, las mismas. Te dan ganas de colocarte un identificador con las respuestas adecuadas a las preguntas que sabes que te van a hacer. De decirle a la tía zutanita, que dejaste de crecer hace treinta y cinco años. Pero da igual. Yo lo vivo con cariño y me gusta encontrarles y reunirnos de vez en cuando. Aunque sea para una boda.

La cuestión es que allí eres Aspectivito. Así te llamaban de pequeño, y así te seguirán llamando hasta el fin de tus, sus, días. Da igual que midas medio metro más que ellos, que peses el doble, que tengas hijos mayores, que… es lo mismo. Tú eres Aspectivito, él, Fulanito, y lo seréis para siempre. Y con el nombre cariñosamente (espero) familiar, va una carga de cualidades, defectos, formas de ser, hazañas de cualquier sentido y dimensión que conforman tu “leyenda”. Blanca, negra o simplemente gris, son hechos que dibujan tu manera de ser en la mente de los demás y de la que no puedes escapar. No importa lo que hayas estudiado, en lo que hayas trabajado, lo que consigas o no consiga;, ese pasado está inscrito en tus genes familiares y es imposible zafarse de él. Da igual que los “hechos” recordados sean ciertos, exactos, invenciones o exageraciones. Leyenda o realidad es indiferente. La mente familiar no olvida perpetuando, a fuerza de repeticiones adornadas, aquellos hitos de los que fuiste protagonista o simplemente figurante invitado. Se recrean en contar la historia una y otra vez en cada reunión, casi siempre comenzando por el inefable “¿Te acuerdas cuando…?”. Y te acuerdes o no, te quieras acordar o no, forma parte de ti, como tu apellido. Insisto, sea bueno o sea algo que prefieras olvidar. Fuiste así, eras así y serás así para siempre. Tu rol en el entramado familiar está definido por esa memoria cuasi colectiva y lo tienes que desempeñar te guste o no. Eres Aspectivito y eres así. Y punto.

Pero también el fin de semana me ofreció la posibilidad de reinventarme casi a mi gusto. De ofrecer una imagen de lo que realmente me hubiera gustado ser o hacer. Esta vez estaba en la terraza de la casaprestada con el peque jugando a la canasta. Era una de esas cestas de oficina, de las que se cuelgan del borde superior de la puerta y a las que se arroja una pelota pequeña y blandita, poco más grande que una de tenis, y que no hace estragos aunque caiga en mitad de la mesa de trabajo. Le habían regalado la canasta por su cumpleaños y la estrenaba en ese momento. Pues bien, durante un lace de su juego, arroja la pelota demasiado fuerte y llega a mis manos que, sentado, estaba desempeñando el fundamental papel de locutor entusiasta del evento (reminiscencia de los dibujos de Oliver y Benji, en los que el narrador es el elemento fundamental de cada episodio pues es el que te dice qué estás viendo). Sin modificar mi cómoda postura en la tumbona, tiro la pelota hacia la canasta y tengo la suerte de que se cuela limpiamente por el aro. Mirada de admiración del peque y su comentario: “Papá, tú, de pequeño, jugabas al baloncesto ¿verdad? Eres muy bueno”. Bueno..., te sientes el amo del mundo. Por un momento piensas en decirle la verdad: “Sí hijo, intenté jugar pero era torpe, lento y malo” pero rápidamente consigues que se te pasen los tontos impulsos de sinceridad y te das cuenta de que con esa verdad no vas a ganar nada. Que no es mejor para él saber que fuiste un “manta” Y le dejas creer, por omisión, que sí, que fuiste bueno jugando al baloncesto. Igual que cree, inocente él, que serías bueno jugando al fútbol si no fuera por ese tobillo jodido que tienes.

Estoy de acuerdo en que no es muy honrado. Pero ¿qué daño haces? Él te ve con ojos de adoración y tú, que nunca disfrutaste de un aplauso, te sientes ahora como ganador de la copa del mundo. Te reinventas un poquito. Por unos minutos disfrutas de algo que no fue pero que te hubiera gustado que fuera. Y vamos a ver… tampoco le has dicho aún nada de los reyes magos ¿no? Pues eso.

miércoles

Silence of love. La publicidad que te hará echar algunas lágrimas.

A lo largo del blog habéis podido notar que la publicidad, la buena, me gusta. Es increíble como en poco tiempo (en tres minutos en el caso de hoy) se pude crear una historia que te llega al corazón y te conmueve.

Por supuesto que es una manipulación. Al final sigue siendo publicidad con un objetivo: venderte algo, crear una imagen, transmitirte interesadamente, un mensaje. Pero me da igual. Me encanta.

Echadle un vistazo y decidme si alguno de vosotros es capaz de no romper a llorar antes de que finalice el vídeo.

(Aunque los subtítulos en inglés eran de un nivel de primaria, he incluído subtítulos en español para que no tengáis que trabajar... de nada...)


Ps.: A ver. Esto es un vídeo de Youtube y funciona igual que si estuviéramos en su página. Para poder ver los subtítulos, hay que activarlos. Para ello, dadle al play y a continuación, pinchar el flecha que señala hacia arriba en la esquina inferior derecha del reproductor. En el minidesplegable que se abre, situaros sobre la opción "CC" y hace "click". El texto de la izquierda que ha aparecido cambiará de "Turn on captions" (ver subtítulos:opción que hemos activado) a "Turn off captions" (desactivarlos: lo que sucedería si volvéis a pinchar en "CC") . Ya disponéis de los subtítulos activos. Esto es así, porque los subtítulos en español no están incluídos en el vídeo original si no que son un archivo agredado con posterioridad.