Paseaba lentamente por la espaciosa calle. Iba ensimismado en sus pensamientos sin ver el entramado retorcido que las ramas de los árboles formaban sobre su cabeza, a modo de paraguas que hubiese perdido la tela como consecuencia de una ráfaga furiosa de viento. No notaba el aire frío que le golpeaba en la cara provocando que dos rosetas de color tintaran sus mejillas ni parecía consciente del agua que poco a poco le había calado la ropa. Simplemente su cuerpo estaba allí. Él, su consciente, se encontraba lejos, abrumado por pensamientos e ideas grises, tristes, sin brillo alguno, ni capacidad para motivar su reacción.
El sentimiento que le embargaba, que le había invadido totalmente hasta rezumar por sus poros, era de pena, una sensación de pérdida inminente, de terrible desastre inevitable, de algo atroz que se cernía sobre él y que sin remedio caería sepultándole bajo un peso insoportable en algún lugar desconocido de su propia mente, del que no podría salir.
Si alguien, desde el exterior, pudiese hacer un balance imparcial de su vida, no comprendería la génesis de su situación. Su mujer le quería, al menos, lo normal para quince años de matrimonio. Verdad que se había apagado el ardor y la ferocidad de los primeros tiempos, pero habían sido sustituidos por una buena camaradería y, en general, por una complicidad hacia el mundo, que convertían su hogar en una guarida cómoda, confortable, aunque sin pasión. Tenían los rifirrafes habituales de cualquier pareja, siempre centrados en los pequeños desacuerdos del día a día. Nada serio, y mucho menos importante, y sin embargo producían un desgaste que con el tiempo iba dejando huella. Tenían dos hijos, eso que siempre le había repateado que llamaran la parejita. También normales. Ni buenos ni malos, sólo dos críos de catorce y doce años que vivían en su mundo de amigos, consolas, internet y colegios, del cual él se sentía absolutamente excluido. Los quería, los quería mucho, pero en abstracto dado que, de hecho, además del “buenos días” de cada mañana y del “qué tal en el cole” de cada cena, respondidos casi siempre entre dientes y con desgana, poco más interacción tenían.
En el fondo era un romántico, enamorado del amor, que recordaba sus pasiones adolescentes y sus años iniciales de matrimonio con nostalgia, y amante del concepto hijo independiente y separado de los nombres que lo encarnaban.
Tenía su trabajo, cuasi funcionarial, en una paternalista multinacional en la que, después de dieciocho años de presencia, detentaba un cargo eufemísticamente denominado mando intermedio por los organigramas y jefecillo por su suegra. Piso, coche, hipoteca, trabajo, mujer, hijos, algún viajecito ocasional, alguna cena robada al sueño… Su vida se podría calificar simplemente de normal. O vulgar. O aburrida. Pero sin nada que le permitiera explicarse cuándo y cómo se había subido a ese tobogán por el que ahora se deslizaba, cada vez más rápido hacia simas desconocidas, inhóspitas, y de una asfixiante soledad.
En aquella tarde triste, lluviosa, oscura y fría de enero, paseaba por la ancha calle sin rumbo y sin explicación, hacia algún lugar desconocido. Cada vez más lejos, cada vez más solo.
14 comentarios:
Aspective:
Desgraciadamente me he visto bastante reflejado en tu relato. Hay algunas diferencias, claro está, y muchas similitudes.
¡¡ Que bajón !!
Un abrazo,
Esteban
bueno, creo que has reflejado un "modelo" donde muchos y muchas pueden verse.
Y da bajón como dice Esteban, y yo creo que cuando uno llega esos pensamientos, cuando es consciente de la realidad desnuda, solo tiene dos opciones, una asumirla y punto.Y la otra,empezar de nuevo solo. ( de ahi el numero de divorciad@s despues de 10,15 y 20 años de matrimonio) porque revitalizar la situación creo que no tiene opción.
Yo soy de la opción 2.
Muy buen texto.
Esteban: creo que casi todos, en algún momento hemos podido pasar por algo parecido. Lo importante, siempre, es salir
Conxa: Tampoco estaba la tarde, mirando por la ventana, que animara mucho, la verdad.
Yo también fui de la opción 2. Pero, como dicen por ahí que los hombres no sabemos estar solo, recomencé de nuevo con otra persona. Y es totalmente diferente.
El relato me ha puesto los pelos de punta. Es pùra literatura, hay mucha verdad contenida en él y eso duele.
Yo he llegado a sentir alguna vez algo parecido, aunque no he tenido hijos. Y lo hecho de menos. Es mucho peor perder esa comodidad de tener una casa y estar sólo y acordarte de lo bien que se estaba cuando te sentías un hombre corriente, poco excepcional, pero al menos estabas acompañado.
En fin, hablo por mí, podría hacer un relato en la misma onda. Me gusta el giro literario-dramático que le has dado a tu blog.
Un abrazo.
Buenísimo el texto, realmente muy bueno Aspective. La verdad es que no puedo decir que mi vida haya sido en algún momento aburrida, o que incluso yo la considerase normal... incluso en los momentos de depresión, siempre me he considerado afortunada al respecto. Quizá se deba a mi alma de artista, que va pintando colores por la vida, que considera cada día un lienzo en blanco sobre el que crear algo nuevo... No lo sé, solo sé que nunca me he considerado "normal" y que en esta vida todavía no he tenido tiempo de "aburrirme".
Excelente texto... literario al 100%... Tienes mucho talento!!! Un abrazo. Sonvak.
Es que me he visto ahí, en tu relato, además hoy que estoy medio "de bajón", pero me ha encantado.
Me gusta mucho como escribes, y me ha encantado el relato.
Un besote cielo! perdona que no entre mucho más, pero en mi trabajo enero y febrero son meses muy estresantes, que vamos a hacer.
Juan Luis: La experiencia de cada uno es distinta y como dice la sabiduría popular "siempre se añora lo que no se tiene".
El blog, como indica su título, va de lo que me come el tarro en cada momento. Debe de ser eso que llaman "blog personal" ¿no?
Un abrazo
Sonvak : Puede ser, sí, que el tener un espítitu creativo te vacune y te proporcione una salida cuando se acercan momentos malos. Además la forma de ver la vida de cada cual (botella medio llena, medio vacia) también es un gran recurso para alejarse de situaciones deprimentes.
(Me encanta que me adules. Más, más, por favor)
María: Encantado de verte por aquí cada vez que puedas y quieras. El curro, como tenerlo ya es un lujo, cuidalo y mímalo mucho.Arriba el ánimo (aunque con el tiempo es dificil) y digo lo mismo que a Sonvak: me encanta que hinches el ego. Sigue, sigue, no pares, sigue sigue...
Un besote
todos necesitamos cambios que aveces nos resultan dificiles y ante la necesidad de emociones nuevas por que no emplearlas en lo nuestro en lo cotidiano en lo primordial tenemos ese poder de engalanar nuestras vidas con emociones y si existe el amor influirlo hasta lograr la pasion que ahnelamos en nuestras vidas saludos y que pases buen dia despe.
despe: quizá lo dificil no sea intentarlo si no conseguirlo. Supongo que mucha gente lo intenta y no logra o sabe alcanzar su objetivo.
Muchas gracias.
Oye!!!! Este escrito es fascinante!!!
Se me ha encogido el corazón, lógico. Como bien dices, todos hemos, o estamos en ello, pasado momentos ingratos como el que relatas.
Perfecta la definición del tobogán. Es lapidaria porque es así, exactamente, como se siente uno. Cayendo al vacío y sin forma de detenerse.
Besitos corazón y una reverencia
...mmmm...lo bueno es que cuando menos te lo esperas llega algo que te sorprende.
La vida te da sorpresas.
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