La guitarra y un caballo sin nombre

Hubo un tiempo, en el cambio de década entre los finales 70 y los primeros 80, en que me quise creer que tocaba la guitarra.

En aquella época no había asignatura de música en los colegios (me libré de la flauta) y dado mi terrible oído musical y un sentido del ritmo medianamente aceptable nada más, no pasé de rasguearla mientras conseguía colocar los dedos en los trastes obteniendo las notas necesarias de milagro. Por supuesto ni un punteo. Esto hacía que tocar yo solo fuera un aburrimiento pero me convirtiera en un buen acompañante, manteniendo el ritmo, para alguien que sí tocara bien la guitarra. En especial, hubo un amigo con el que pasé muchas horas siguiendo su talento y su voz con mis rasgueos. Él punteaba, hacía solos, cantaba bien y ligaba. Yo no. Pero a pesar de todo, me lo pasaba bien.

Creo que esta canción, que pese a su linealidad me gusta mucho, es la que más veces tocamos. Llegábamos a un punto en el que yo mantenía el acompañamiento y él improvisaba durante largos ratos sin tener ya nada que ver con la melodía original. Era divertido. Y dada la época, nuestro look tampoco estaba nada mal: pelos largos hasta los hombros, largas barbas, pantalones con campana… Afortunadamente, como no existían los móviles con cámara ni la fotografía digital, y nadie iba por la calle con las cámaras tradicionales con carrete a ver si pillaba alguna buena imagen, no existen elementos gráficos de aquellos momentos y así una vergüenza menos que sufrir.

"Horse with no name". América