viernes

Un poema anónimo en los comentarios de "Separaciones"

De los comentarios publicados en el blog original al que hacía referencia unas entradas antes, "La novia de papá", en su post "Separaciones" copio el siguiente poema de momento, anónimo:

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y que una compañía
no significa seguridad,
y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos

y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañanaes demasiado incierto para hacer planes...
y los futuros tienen una forma
de caerse a la mitad.
Y después de un tiempo

uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno aprende a plantar su propio jardín

y a decorar su propia alma, en lugar de esperar
a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,

que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
Y con cada día, uno aprende.



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Casa nueva, casa vieja. Anécdotas (I)

Entrar a vivir en una casa, vieja y deshabitada hace tiempo, presenta una serie de inconvenientes que hay que tomarse con humor. Aunque a veces uno tenga la sensación de estar protagonizando la película aquella de "Esta casa es una ruina".

Algunas cosas son tonterías. Como cuando entras a una habitación a oscuras y te lías a darle manotazos a la pared para encontrar el interruptor de la luz. De una forma automática tu mano va a la altura y distancia a que está acostumbrada y al no encontrarlo, pues eso a acariciar la pared hasta que aparece. Aunque te sientes un poco estúpido...


Otras veces es por la colocación o el tamaño. Como vengo siendo más bien alto, hay alguna lámpara o marco de puerta que siempre se meten en medio para que choques con ellos. La lámpara se puede subir, pero la puerta es más difícil. Y en casa sin casco... jodido.


En esta casa en concreto, también tengo un problema con las puertas, llaves y pomos. La casa tiene tres puertas de entrada, sin picaporte, pero con cerrojo y resbalón, que se abren directamente con la llave todas ellas. Por tanto, sin llave no se puede entrar. Has de tener cuidado cuando sales, aunque sea un pasito, fuera de la casa y darte cuenta de que llevas las llaves si no hay nadie más dentro. No como yo. Salí por una de las puertas no habituales, dejando la principal cerrada por dentro y una corriente de aire me cerró la que yo había utilizado. Estaba en el jardín, con la salida a la calle también cerrada, sin llaves, sin teléfono, sin tabaco (hay quien dice que esto último no es importante; porque no es fumador, claro) Me puse a llamar a gritos a un vecino, que no estaba, pero llegó, afortunadamente, en ese momento y me prestó el móvil para llamar a la familia para que alguien con copia de las llaves se desplazara para abrirme. Mientras, me eché una siestecita sentado en el suelo de la terraza. Pero es una sensación curiosa la de sentirte encerrado en tu propia casa sin poder entrar a ella ni salir a la calle. Y encima, claro, a aguantar los cachondeos ...


Pero también hay otras sorpresas. Estás sentado en el trono, en esa indigna postura necesaria, con los pantalones y los gayumbos en los tobillos y te inclinas un poco para apagar el pitillo. El inodoro (que fino soy) que no está bien anclado se menea ante el impulso de tu considerable anatomía y ¡zas! la tubería que va desde la cisterna a la cañería principal (por el exterior de la pared) se sale de su sitio y empieza a escupir agua como si se acabara el mundo. Buscas corriendo una llave de paso, pero eres nuevo y no conoces bien los secretos de la casa. Resultado, tú empapado de cabeza a pies. Tu ropa, acumulada en los tobillos, empapada también y el suelo con dos dedos de agua en un plis plas. Logras detener el desaguisado, secarte, cambiarte y recoger el agua del suelo, pero la sorpresa de recibir la rociada de agua helada... Eran las dos de la mañana y ¿os he dicho que la casa no tenía calefacción?


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Reflexionando, o filosofando o algo de eso...

En una pareja mantener posiciones diferentes sobre cualquier tema, encontradas incluso, charlar sobre ellas, discutir, suele ser considerado algo positivo, constructivo. Es posible, sí, pues se pueden alcanzar acuerdos, consensos, puntos en común, aunque sea después de una agria discusión y una larga negociación.


Pero realmente esta afirmación tiene trampa. Estas posiciones de partida, que permiten un toma y daca de opiniones y argumentos y alcanzar acuerdos, sin que necesariamente deba de haber un perdedor serán positivas si versan sobre temas o acontecimientos futuros. Si hablamos de lo que pasará o podría pasar. Es menos cierto cuando hablamos del presente. La inmediatez, la prisa, suele crispar las posiciones y agriar los argumentos. En cualquier caso, si se logra llegar a un punto común, con ambos de acuerdo, sigue siendo constructivo.

Sin embargo, es total y absolutamente negativo si hablamos del pasado. Peor si hablamos de un pasado común. Ocurre cuando cada uno recuerda lo sucedido de forma distinta, con enfoques diferentes, o cuando, directamente, se reinterpreta el pasado y cada persona está convencida de que acaecieron hechos que no se parecen en nada entre si.

Y esto tendemos a hacerlo todos. Nuestra memoria dista mucho de ser un archivo perfecto. El pasado lo reescribimos y amoldamos a nuestro antojo, de forma involuntaria totalmente, para que case bien con nuestro presente, para ayudarnos a mantener nuestras posiciones actuales, como si siempre hubiéramos sido enteramente coherentes en nuestros actos y líneas de pensamiento. Tendemos, dicen, a olvidar lo malo y subrayar lo bueno, dibujamos de nuevo el cuadro, otorgándonos un papel más protagonista en los hechos positivos y quitándonos culpa en los negativos. Nuestra capacidad de olvido, de rediseño es tal que se termina casi siempre mirando con nostalgia atrás y pensando aquello de "todo tiempo pasado fue mejor".


Pero ¿qué hacer cuando en la pareja la interpretación de esos hechos pasados es fundamental para el mantenimiento del presente? ¿qué hacer si los cimientos que sustentan las razones actuales han sido deformados y adaptados según los deseos de uno o ambos de los contendientes? Cada uno examinará su pasado común y llegará a conclusiones diametralmente opuestas, sin que existan formas objetivas de prueba. Para uno aquello ocurrió, y fue así y fue bueno. Para el otro ni siquiera ocurrió, o si lo hizo pero de aquella otra manera y, desde luego, fue algo malísimo...


Con estos torcidos cimientos, no hay presente ni futuro que aguante: Cuando uno de los dos piensa que ha sido un santo durante toda su relación y el otro le acusa, casi, de asesinato moral; cuando uno piensa que han vivido una relación ,con dificultades, pero feliz, y el otro le espeta que ha sido un periodo terrible de su vida. Cuando uno cree que lo ha dado todo y el otro piensa que no ha recibido nada. Cuando un hecho ocurre, ocurre de una determinada manera y no de ninguna otra. Pero cada persona puede, pasado el tiempo, recordarlo de manera distinta. Y así es muy difícil, imposible, ponerse de acuerdo.


Reescribir el pasado para hacerlo fundamento y razón de lo que pensamos o queremos ahora, es algo natural e inconsciente. Pero algunos parecen, parecemos, unos verdaderos prestidigitadores de la invención. Da igual lo que haya que cambiar, se cambia y ya está. Y así no hay futuro que aguante.


jueves

Otro post tomado de "La novia de Papá"

De nuevo de uno de mis blogs favoritos, "La novia de papá" de Paloma Bravo, tomo prestado este texto. Realmente me "suena" mucho. Parece que me lo hubieran escrito a mi. Aunque no esté de acuerdo, esos argumentos, esas frases, las he oído muchas veces. Es un argumento, una excusa o una razón que me han espetado últimamente. Y aclaro que interpreto al protagonista indirecto, no al relator:



"Separación



Aprovecho hoy que estoy melancólica para ponerme seria (visto lo que ocurrió el día de "Sigue pasando", a algunos os gusto cuando sufro, sádicos que sois).

Quería hablar del vacío.
A veces eliges mal y aún así quieres bien.

Quieres bien y entonces quieres dando. Das porque es mucho más bonito dar que recibir. Das porque no sabes querer de otra manera.
A veces lo das todo y no te devuelven nada.



Y sigues dando porque quieres. Quieres dar y quieres a quien (te) das.



Pero al otro lado no hay respuesta y un día te levantas y no te quedan lágrimas porque no te queda nada.



Te miras al espejo y tus ojos están muertos. Buscas tu sonrisa y ha desaparecido. ¿Tu estómago? Negativo.



Te miras el ombligo y lo entiendes: donde antes tenías las tripas, el corazón y el alma sólo hay un enorme agujero negro, un gran vacío. Tiene nombre, el nombre de la persona a quien quisiste y a quien ya no puedes querer porque no tienes nada para darle.



Y, en silencio, sin lágrimas, sin nada o, mejor dicho, con esa nada que ahora eres, recoges tus cosas y te vas.



Pasarán unos días, unas semanas, unos meses y habrá gente que te irá llenando, devolviéndote lo que eres. Tu gente, claro.



Tus amigos que saben como te ríes y como haces reír, tu familia que recuerda lo que te gusta comer y lo que te hacía feliz de pequeño, tu perro que aún quiere lamerte porque a ti te gusta que te laman...



Te miras en ellos y cada día ves un poquito más de ti.



Y sigues sin mirar atrás y sin contestar sus llamadas, ni sus mails, ni sus mensajes.



Te devuelve ahora los mails que tú enviabas.



"Este amor sigue aquí", dice.



No es cierto.



No supo dar. No supo, sobre todo, recibir y ese amor murió y moriste tú durante un tiempo.



Ahora ya no.



Ahora cuando te miras al espejo, ya te ves.



(...)"


Y no se me ocurre nada interesante que añadir. Que parece que la autora hubiera hablado, en una larga charla, con alguien que conozco. Pero eso no es cierto, claro.


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miércoles

Nueva etapa en mi vida

Como figura al final de esta página, la vida es eso que te pasa mientras tú estás ocupado haciendo otros planes. Y si además estás distraído, también te pilla el toro.

Hace pocas fechas, he empezado una etapa en mi vida, quizás temporal en mi intención, quizás definitiva en otras voluntades. Esto me ha supuesto un cambio de residencia, con lo que ello conlleva: mudanzas, novedades, despistes...


La casa a la que me he mudado, amablemente prestada por un familiar sin ningún tipo de condición (mi familia es la hostia, de verdad. Si os contara os moriríais de envidia) es la casa de mis sueños. Desde pequeño, cuando veraneé en ella los primeros quince años de mi vida, y cada vez que he vuelto a ella desde entonces, siento una sensación indefinible pero magnífica; de estar en el sitio correcto, al que pertenezco, de bienestar, de "ensanchamiento de pulmones", no sé explicároslo. Me carga las pilas y noto energía positiva circular por mi interior. Y allí estoy ahora.


Sin embargo la casa tiene ya sus buenos cincuenta años y lleva vacía durante los últimos trece, salvo un par de semanas en total. Y os podéis imaginar lo que esto supone. Todo ha envejecido, cosas que no funcionan, instalaciones que ni se soñaban hace esos años. Por no tener, no tiene ni antena de TV, ni calefacción, a pesar de estar ubicada en plena sierra (de hecho está más cerca de Segovia que de Madrid, en concreto a la mitad de distancia de una que de la otra).


La preparación de la habitabilidad, con reuniones familiares de apoyo incluidas y los primeros días, dan para unas cuantas anécdotas, que en breve os contaré.


Pero eso es otra historia.


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viernes

El día 1 después de

Hoy comienza el tiempo de después. Es el último y el primer día, la bisagra sobre la que gira mi vida. Hasta ayer, tenía una familia, atípica antes, normal ahora, de la que formaban parte mi mujer, mi hijas habidas en un matrimonio anterior y mi pequeño.


Hoy es distinto. Mi mujer y yo nos hemos separado. Hemos acordado aquello que eufemísticamente llamaron un "cese temporal de la convivencia". O nos hemos dado un tiempo, que dirían los más clásicos. Se ha ido de viaje, 5 días, al norte. Y se ha llevado al peque.


Mi hija mayor ha decidido que pasaba de movidas y se ha ido a no sé dónde a celebrar con su novio su primer aniversario. No seguirá viviendo conmigo porque me traslado demasiado lejos de su trabajo.


La mediana, agotada la primera parte de la semana santa, ha vuelto con su madre, mi ex, la bruja.


Y yo... Bueno, yo estoy solo en casa. Empaquetando mi anterior vida, la que ha transcurrido durante los últimos catorce años para llevármela a una nueva casa, a un sitio nuevo, pero conocido y querido, en donde intentaré establecer mi nueva residencia.


La decisión de esta separación es mía. Yo la necesitaba, la ansiaba pues me ahogaba entre mentiras, medias verdades, disimulos, maloshumores, comentarios desoladores y un futuro inexistente o, al menos, invisible. Sin embargo, recorrer la casa recolectando objetos, pertenencias, recuerdos, utilidades, necesidades... para meterlas en el maletero del coche y buscarles una nueva ubicación, es algo duro.


Cada objeto está ligado a momentos anteriores, a vivencias muchas veces olvidadas, que se dibujan de repente con fuerza en tu mente . Y muchas son positivas, felices, divertidas. Tienes que recordarte continuamente porqué te vas, porqué es necesario que te vayas.


La "ilusión" de una nueva vida en soledad, sin gritos ni portazos, sin falsas caras, sin camas kilométricas con desiertos entre los cuerpos que cobija, se ve coartada por estos recuerdos que te asaltan y las incógnitas de ese futuro que has escogido o te han obligado a escoger, en el fondo sin tú quererlo.


Estoy apenado. Estoy ilusionado. Estoy triste. Estoy melancólico. Estoy pesaroso. Estoy liberado. Estoy llorando e intentando sornreir. Demasiados estados para un solo cuerpo. Este, hoy, es mi mundo, bastante vacío pero lleno de gente que me quiere.


Hasta mañana
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