jueves

Situación de peligro

La entrada anterior, sobre mis magníficas fotos africanas a todo lo que no fuera un bicho, me ha recordado uno de los momentos en los que peor lo pasé, y precisamente por culpa de los animales.

Uno de los destinos del viaje era el Parque Chobe, en Botswana, conocido por la gran cantidad de elefantes que lo habitan. El elefante es uno de los cinco grandes, uno de esos animales que todos los cazadores de imágenes occidentales adoramos y queremos ver. Digo occidentales porque para los lugareños son una plaga. Cualquier sembrado, huerta, o similar, es arrasado, en cuestión de minutos, por una familia de estos paquidermos que no dejan ni rastro de lo plantado. Hasta vallas electrificadas hay, en poblados en los que no te imaginas siquiera que haya luz, para proteger la comida contra estos hambrientos e insaciables bichos. Además, el elefante, pese a su imagen dulcificada por las películas, los muñecos, etc., es un animal francamente peligroso. Junto a los hipopótamos y búfalos, es uno de los mamíferos que más muertes causa entre los humanos (más que leones, hienas, leopardos, etc.).

Nuestro guía nos había dado a elegir, para salir a ver a los animales, entre la primera hora de la mañana o la caída de la tarde, y a que es cuando se dirigen hacia el río a beber. Dado que soy alérgico a madrugar, elegí esta segunda opción. A la hora prevista embarcamos en los simpáticos jeeps que tienen los asientos posteriores en escalera para facilitar la visión de todo el personal y con la curiosa imagen de un conductor-guía local con chanclas, "pareo" (no sé como se llama la prenda que se enrollaba en la cintura en lugar de pantalones) sombrero de Indiana Jones y rifle, nos pusimos en marcha. "¿Y el rifle?" -preguntamos- "Estos son animales salvajes, de verdad. Y por si acaso, que nunca se sabe" -nos respondió-.

El camino discurría paralelo al río y por tanto, perpendicular al sentido de la marcha de los distintos animales que se acercaban a abrevar. En un momento dado, el conductor frena, se detiene, y en silencio nos señala hacia un lado. Se acercaba a nosotros una gran manada (¿familia?) de elefantes. Apagó el motor y nos pidió que no hiciéramos ruido, ni habláramos, para no mosquear a estos mastodontes. En un segundo nos rodearon, mientras marchaban, pasando unos por delante y otros por detrás de nosotros. Por supuesto no se habían lavado ni puesto desodorante y apestaban a África salvaje que da gusto (y eso no sale en los documentales de la "2").

Cuando ya casi habían terminado de pasar, apareció una elefanta con su cría. La cría eligió pasar por detrás del vehículo mientras la madre nos bordeaba por delante. El guía siguió, con gestos suaves, pidiéndonos quietud y silencio. En ese momento piensas en algo que has leído: "El lugar más peligroso de este mundo está entre una cría y su madre". Avanzaban los dos animales y cuando estaban a punto de rebasarnos, sucedió:

La elefanta se tiró ¡un pedoooo...!, que pedo, madre mía. Eso debería estar contemplado en la convención de Ginebra como arma química. Un nauseabundo olor lo invadió todo durante un gran rato y, literalmente, nos impidió respirar dejándonos boqueando como bacalaos por unos instantes. Era maloliente, fétido, inmenso, casi palpable. Evidentemente no pudimos ver la nube de gas que nos envolvió, pero os aseguro que, de verse, habría tenido el volumen de un globo aerostático. ¡Que pedo!. Haciendo caso omiso del peligro, todos nos bajamos del coche y echamos a correr... en dirección opuesta a los elefantes, por supuesto, buscando algo de aire puro. El que no haya estado inmerso en un pedo, un pedo pantagruélico de elefante, no sabe lo que es asfixiarse, os lo aseguro. Cuando pasó el peligro tóxico y pudimos volver al vehículo, continuamos el recorrido viendo muchos y hermosos animales. Pero ningún otro momento igualó al vivido con los elefantes.

¡Para que luego digáis que en mis viajes no he pasado situaciones de peligro...!

(y, evidentemente, y después del post anterior, comprenderéis que las fotos son de Google)

miércoles

In memoriam (o así)

Hace mogollón de años, era el siglo pasado, tuve la ocasión de viajar, por primera vez, al África de los leones, elefantes y jirafas. Antes había estado en Marruecos y Túnez, pero no tiene nada que ver con el África de Tarzán que es el que se me viene a la mente cuando digo el nombre del mágico continente. Fue un viaje a Sudáfrica y Namibia. Aparte de resultar maravilloso, no os lo detallo por no poneros los dientes largos. En su transcurso visité el parque natural de Etosha, en el norte de Namibia. Fue la primera ocasión que tuve de ver, desde la comodidad del jeep, en lugar de desde la comodidad de mi sillón, la naturaleza salvaje.
Como podéis comprender, me hinché a hacer fotos. Antes de salir, y ante la incertidumbre de encontrar carretes (sí, carretes, la fotografía digital todavía no era conocida) en aquellos lugares hice una buena provisión de aquellos que por marca y sensibilidad me parecían más adecuados. Y tiré, tiré y tiré. Con el teleobjetivo de 200 conseguí algunos primeros planos de leones que iban a resultar espectaculares. Además, fotos de jimbas, el desierto del Namib, Skeleton Coast, etc., etc. Algo de ensueño, de verdad.
Al volver, llevé los carretes a mi tienda habitual, a cuyos dueños ya conocía hace años pues me gustaba bastante la fotografía. Esa misma tarde, me llaman por teléfono: “¿Puedes venir? Es que ha surgido un problema”. Acudí corriendo pensando si me habrían velado algún carrete o qué. Pues no. Pero no tenía ni una sola foto. Al montar el primer carrete había tocado sin querer la cortinilla del obturador y se había quedado enganchado a medias. Lo suficiente para que el carrete fuera avanzando, pero que lo único que recogiera fuera una minúscula franja de color en la parte inferior de cada exposición. ¡¡Ni una foto!! ¡Coño, ni una! Un viaje a África, irrepetible, maravilloso y no tenía ninguna foto. ¡Mierda!
Sin embargo, años después, para ser exactos 11 y ya en los albores del presente siglo, me surgió de nuevo, otra oportunidad única. Viajar otra vez a África. En esta ocasión serían Sudáfrica, Zimbawe y Botswana los países visitados. Incluía, entre otras muchísimas cosas, el Parque Natural Kruger, las Cataratas Victoria, el Parque Natural Chobe y una navegación por el río Zambeze. De ensueño. Y esta vez sí volví con fotos. De la gente, de las ciudades que visité, de las cataratas, de las danzas nosequé… Pero las fotos de los animales salvajes, de dos parques maravillosos y únicos, ¡¡las jodí!! Esta vez no sé cómo fue, pero me salieron todas las fotografías excepto los leones, elefantes, hipopótamos, jirafas, etc. ¡Tengo la negra con los bichos! Es una gran frustración mía, que después de haber visitado algunas reservas naturales de lo mejorcito que hay, de ver cientos de animales salvajes en libertad, no tenga ni una sola maldita foto de aquello.
Voy a tener que idear alguna maña para volver a aquellos lugares, mientras existan, y hacer las fotos que tengo pendientes. No me explico que me pasó, pues, de verdad, soy, era, buen fotógrafo. ¡No conseguir ni una foto! Ahora sí, las de mis perros y gatos me salen de fábula…

(Este post va sin fotos in memoriam de todas aquellas que pudieron ser y no fueron. Sniff)

martes

Contrasentido

Leo en Qué:

MEJOR SABOR Y DULZOR

La Coca-Cola española es la de más calidad de todo el mundo

Desbanca a Japón del primer lugar gracias a aspectos como el sabor, el dulzor o la carbonatación.


"Coca-cola+calidad" ¿Esto no es un contrasentido en sí mismo? Y que conste que me encanta la coca-cola (light, por supuesto). ¡Ah! y batida, no agitada. ;)

lunes

Después del cumpleaños familiar

Mi hermana vivía en el barrio de El Pilar de Madrid y habíamos celebrado su cumpleaños. Yo no bebo alcohol, no por nada especial, es que no me gusta, pero me había inflado a beber coca-cola con todos sus ricos gases y me había puesto ciego a comer. Un buen cumpleaños familiar, vaya.
Al terminar el ágape cogimos el coche para irnos, mi mujer, hijos y yo, a casa situada a unos 35 Km. Era viernes noche, no había casi circulación, así que me acomodé tranquilamente en el asiento del conductor, y como estaba ahíto, me relajé dándome un par de puntitos en el cinturón y soltando el botón del pantalón. Así, ya agustito, emprendimos el camino comentando el cumpleaños y despellejando, como corresponde después de una reunión, a unos y otros.
Cuando llevábamos unos diez minutos de camino, vimos algo extraño en la carretera. Parecían unas luces que se movían y al principio pensamos en un accidente. Prudentemente, a fin de no molestar, me coloqué en el carril izquierdo según nos acercábamos.
Pero se trataba de un control de la Guardia Civil y en cuanto me vieron cambiar de carril a por mí que fueron. Me hicieron claras señales de que parara en el arcén y obedientemente así lo hice. Bajé la ventanilla y se acercaron haciendo el saludo militar, llevándose la mano a la gorra.


- Buenas noches
- Buenas noches -respondí-
- Se trata de un control rutinario de alcoholemia. ¿Está dispuesto a someterse a él?

En esa época no era obligatorio hacerlo pero si ellos querían podían obligarte a hacerte un análisis de sangre y como yo no había bebido…

- Si, si. No hay problema. ¿Qué tengo que hacer? –Se trataba de mi primer control de este tipo-
- Por favor, baje del coche y sitúese en el arcén. -Y así lo hice obedientemente.
- Por favor –la cortesía era impresionante- saque la boquilla de cartón de la funda de plástico y colóquela en la abertura de este alcoholímetro, dijo mientras me entregaba ambos artilugios.
- Ahora, coja todo el aire que pueda y sople con fuerza desde el principio hasta que vacíe los pulmones.

Tengo una capacidad pulmonar record. Y me dispuse a demostrarlo. Como me habían indicado, tomé todo el aire que pude y comencé a soplar como un energúmeno.
Sin embargo… se me habían olvidado los pantalones y el cinturón desabrochados. Mientras soplaba como un poseso, mis vaqueros se fueron a los tobillos a la velocidad del rayo dejándome en gayumbos en mitad de la carretera y frente a la pareja de la Guardia Civil. Mientras, obediente, yo seguía soplando, intentaba subirme los pantalones con una mano y no poner cara de gilipollas. Pero creo que no conseguí ninguna de las dos cosas.
Cuando, por fin, terminé de soplar, le entregué el aparatito de la porra al Guardia Civil y me subí los vaqueros.
Me enseñaron el resultado de la prueba: 0,0.
Pero pienso que no se lo creían del todo.
Mi mujer en el coche se despiporraba de risa. Mis hijos afortunadamente ya estaban dormidos. Y los Guardias campeones mundiales de póker. Imperturbables.

- Muchas gracias. Buenas noches. Ya puede usted continuar.

Subí al coche rápidamente. Mi mujer se seguía partiendo de risa y yo estaba pues… no sé. Muerto de vergüenza, quizá, pero me forcé a reír también para no agravar las cosas mientras evitaba mirar por el retrovisor porque, estoy seguro, los Guardias debían estar revolcándose por el suelo.
Desde luego esa noche en el cuartel iba a ser más animada que otras.
Y a ver, listos ¿quién de vosotros puede presumir de haberle hecho un streptease a la Benemérita?


Republicado, Aspective

miércoles

Divertimento original

La noticia, leída en Qué, reza así:
"En Laguna Niguel enseñan el culo al tren. Los habitantes de Laguna Niguel, en Estados Unidos, se bajan los pantalones al paso del tren durante el 30º 'Mooning of the trains', una curiosa cita anual que se celebra en Orange County, cerca de Los Ángeles.

El original evento se celebra con motivo de una antigua tradición que habría surgido en 1979. cuando K.T. Smith se propuso ofrecer una buena borrachera a aquel que tuviera el coraje de correr fuera y enseñar el culo al próximo tren de pasajeros que pasara.Desde aquel día, cada sábado de julio, los habitantes de Laguna Niguel, en Estados Unidos, se bajan los pantalones para aplastar el culo contra una valla de aluminio mientras pasa el tren."

Bien, vale. Otra rareza de los americanos, pensaréis. Y es cierto.

Pero lo que me ha llamado la atención es que, mientras se ocupa de menester tan entretenido como enseñar el culo a los pasajeros del tren, el enseña-culos del centro de la foto pequeña (a la izquierda del todo en la imagen grande de aquí al lado) continúa hablando por el móvil.
¿Tan urgente será?
¿Tan acostumbrado está el tío a enseñar el culo, aunque sea al tren, que se aburre y tiene que hablar por el móvil mientras pasa? Los demás saludan, sonríen... pero él con los pantalones por los tobillos (el resto es más discreto) habla que te habla. Por la postura ya dudo de si no estaría haciendo otra cosa y el grupo de cachondos se ha puesto a saludar a su lado. Y eso que él que pensó que era un buen sitio para...
¿Y os imaginaís la conversación?:
- ¿Y qué haces?
- Nada, aquí con los pantalones bajados...
- ¡Ah! perdona te he pillado en el...
- No, que va, estoy en la valla, al lado del tren.
- ¿Que pasa, en tu casa está atascado?
- Que no, que estoy saludando con unos señores...
O cualquier otra chorrada que os podáis imaginar.
En cualquier caso, en USA saben hacer divertido eso de viajar en tren. Aquí miras y ves vacas, campos arados, algún árbol... y allí culos. Además con el intríngulis de que el tren va rápido y distinguir los culos interesantes de los otros (a cada cual supongo que le interesarán unos) es un buen ejercicio de agudeza visual. En mi caso, por ejemplo, a la velocidad que pasa el tren, vislumbrar los culos de la rubia o de la morena del sombrerito, tiene mérito. Creo que si lo consigues, el próximo viaje es gratis.
En cualquier caso, a mi me sigue preocupando el del teléfono. El pobre no puede saludar como hace el resto. Al menos, espero que tampoco tuviese que estar "apretando".

martes

Un babero, por favor

Si, reconozco que se me cae la baba con mis hijos. ¿Qué le voy a hacer? Hablar con la mayor, asistir a los primeros noviazgos de la mediana y ver como el pequeño va aprendiendo, descubriendo cada día que es capaz de hacer nuevas cosas, es una experiencia, que por más que la repitamos todos y cada uno de los padres, te parece única. Como cuando sostienes a tu hijo por primera vez en brazos. Crees imposible que nunca antes nadie se haya sentido así.

El pequeño todo lo ve, lo intenta y es acojonante la cara de curiosidad, de intensa concentración cuando le explicas alguna cosa que le interesa. Cuando consigue un nuevo logro, la expresión de asombro y satisfacción con te mira son impagables. Ayer consiguió flotar en la piscina. Un pequeño paso para la humanidad, pero un gran salto para su soltura en el agua. Si, soy un baboso, lo reconozco.

Pero cuando ya me derretí, cuando casi estallo de orgullo, es cuando el otro día, hablando con sus amigos, le oí decir algo que es un tópico, algo que todos los niños han dicho, algo de lo que todos han presumido:

- Mi papá es el más alto, el más listo y el más fuerte.

No hay canción más bonita ni música más espectacular. Espero que aún falten muchos años para que mi hijo se de cuenta de que no es cierto. Porque mientras pueda seguir siendo para él un "súper héroe" cada día merecerá la pena, sin necesidad de nada más. Me sentí como dios. Se te pone una sonrisa boba en la cara, de oreja a oreja, que nada puede borrarte. Es difícil describir las sensaciones que te embargan cuando oyes a tu hijo, convencido, hablar, presumir, así de ti. Literarlmente entiendes la expresión "no caber en si de orgullo".

Se que la caída será dura; que cuando llegue la adolescencia esta idolatría se transformará en una sensación negativa, de rechazo y enfrentamiento, incluso de vergüenza, porque posiblemente es necesario, pero, hasta ese momento, y que dure, soy lo mejor que hay en el mundo. Preguntádselo a mi hijo.

- Mi papá es el más alto, el más listo y el más fuerte.

Lo creía olvidado

En el Rincón de Opaíto publican hoy su crítica sobre la película “Pagafantas”. Para definir al tipo de personaje que da título a la película, nos indican:

“Pagafantas es el pringado pegado a la chica guapa; el que no tiene ninguna posibilidad de ligársela, pero que está acechando por si cae algo. Ella lo ve como amigo y jamás se ha planteado que el chaval tenga ningún 'peligro' sexual...”

Me ha faltado echarme a llorar. ¿Cómo han descrito tan bien mis años mozos? ¿Cómo han sabido de mí? Creía que había logrado pasar desapercibido. Que mi adolescencia no era conocida por nadie y que felizmente se había quedado atrás.
¿Y ahora esto?

No puede ser. Aquí debe de haber una conspiración. Alguien con ganas de desacreditarme y humillarme que se ha ocupado de investigar mi pasado y que quizá, se ha entrevistado con todas ellas; con aquellas que me ignoraron y me soltaron, una detrás de otra la frase más terrible que habían aprendido: “Yo te quiero, pero como amigo”. Creo que la frase debería ser catalogada como “arma de destrucción total” (masiva no, porque entonces no estaban tan gordo, coño). Hay más en la misma línea (las deben aprender el mismo día en clase) : "que no es por ti que es por ella", "que por qué romper una relación tan especial como la vuestra…". Creo que habría que haberlas lavado a todas la boca con jabón.

Fue terrible. Me preguntaba una y otra vez ¿dónde me equivoco? ¿en qué momento este proceso que aparentemente va bien, se desvía hacía esta amistad? Porque sí, queda muy bien tener amigas, pero leche, un poco de roce cuando eres adolescente tampoco sobra…

Afortunadamente esa época paso. Aprendí, no sé como, y tiempo más tarde, cuando ya no lo buscabas, pude decir aquella frase: “Aquellas que hace quince años, cuando yo tenía quince años, no me hicieron caso, son las que hoy llaman a mi puerta”. Consuela, pero cuando te acuerdas de aquellos años…

lunes

Una buena coartada

A lo largo de los años he ido desempeñando diferentes trabajos, o funciones dentro del mismo trabajo. Hace un tiempo, y durante 4 años, tuve una cafetería. La verdad es que el trabajo en la hostelería, especialmente detrás de la barra, es origen de infinidad de anécdotas.

En aquel tiempo, hubo una época en que yo mismo me encargaba de abrir, siempre bien tempranito, el establecimiento. Los primeros clientes de cada mañana solían ser obreros, fundamentalmente de la construcción (en esa época había construcción) con el café, las porras y la copa. Pocas palabras, mucho sueño y el Marca pasando de mano en mano, con un coro de gruñidos, toses y la TV siempre de fondo.

Una mañana, sin embargo, nada más abrir, entra un hombre ecuatoriano, joven, de muy buen ver, arreglado como para ir de marcha. Después de saludar muy educadamente, pide “una cerveza”. No era normal pero tampoco raro. Sirvo la cerveza y antes de empezar a consumirla me solicita “una cerveza, por favor”. La sirvo. Se acaba la primera y según toma en su mano, la segunda, vuelve a pedir “una cerveza”. El proceso se repitió varias veces más. Pese a mis intentos de poner cara de poker, supongo que la extrañeza o la curiosidad se me notó, pues el hombre quiso, o se vio obligado, a darme una explicación:

- Verá usted. He estado toda la noche con mi amiga, que ¡como chinga la cabrona!, la muy madre… (etc.). Y ahora vuelvo a mi casa, con mi mujer. Le dije que iba a salir con mis amigos. Y la única forma de que mi esposa se crea que he estado toda la noche de juerga con mis amigos, es llegar totalmente borracho. Me echará una charla y en paz. Así que tengo media hora para coger una buena cogorza. Una cerveza, por favor.

Su lógica quizás tenía. Su mujer le ve borracho y acepta que ha estado de juerga con los amigos, le suelta una charla y a dormirla. Si le ve sobrio, sospecha (al parecer, no era la primera vez que los cuernos salían a tomar el aire) y le esperaba algo peor.

En fin, con otras bebidas hubiera sido más rápido y con menos gases, pero la costumbre es la costumbre ¿no?. Y ya sabéis, las coartadas hay que construirlas bien, sólidamente y conociendo al “adversario”. Es el consejo que deduje de un "profesional".

domingo

Controlarán tu voluntad

He leído en Fogonazos una noticia que me ha dejado realmente sorprendido. Expone la preocupación de los científicos por la vulnerabilidad informática de los implantes neuronales.
Estos implantes (son, más o menos, un chip en el cerebro) son utilizados desde hace ya unos años para controlar ciertas enfermedades o ayudar con la manejabilidad de brazos y piernas artificiales. Sin embargo están probando, con éxito, nuevos implantes que “En lugar de interpretar simplemente las señales del cerebro y encaminarlas hacia una mano o pierna robóticas, este nuevo tipo de interfaz cerebro-máquina se adaptaría con el tiempo a la conducta de una persona, y utilizaría este conocimiento para ayudarla a completar más eficazmente una tarea, como una especie de ayudante” (*)
Estos implantes, probados ya en animales de laboratorio, derivan poco a poco en ordenadores que, programados con algoritmos complejos, que aprenden con la experiencia, como hacemos los humanos, nos permitiría alcanzar a la más fantástica ciencia ficción en cuanto a sus posibilidades.
Sin embargo, los científicos están preocupados porque hasta ahora no se ha tenido en cuenta la seguridad informática. Estos implantes son controlados y reprogramados desde el exterior, ahora ya incluso mediante wi-fi, y no tienen lo que en lenguaje vulgar llamaríamos “antivirus” ni “cortafuegos” por lo que, hipotéticamente, serían vulnerables ante el ataque y la toma de control de, por así decir, “desaprensivos”
¿Os dais cuenta de que esto significaría que un “cracker” podría tomar el control de parte de vuestro cerebro? ¿Tener en sus manos la evolución de vuestra enfermedad, el control de vuestros brazos o piernas e, incluso, de parte de vuestra voluntad?
Podrían chantajearos, obligaros a hacer, o a ir, a dónde ellos quieran mientras, asombrados, veis como se mueven vuestros miembros sin contar con vosotros, obligandoos a hacer lo que ellos deseen en contra, incluso de vuestras ideas o principios...
Esto abre un nuevo campo a la delincuencia (y a la lucha contra ella). Pero en la realidad siempre hemos visto que los antivirus y demás medidas de protección van siempre por detrás de los virus. ¿Veremos en el futuro personas cuya voluntad ha sido totalmente dominada por un extraño mediante un ataque “informático”? Pensad en lo aterrador de esta posibilidad. "1984", "Un mundo feliz", etc. se convertirían en cuentos infantiles ante esta nueva esclavitud.



(*) Leído aquí

viernes

La ciencia trabaja sólo para las mujeres

Y las empresas farmacéuticas también. Nos lo venden a los hombres muy bien. Nos hacen creer que investigan para nosotros y consiguen avances que nos van a ayudar y a favorecer, pero eso no es verdad. ¿Que a qué me estoy refiriendo? Por supuesto a la Viagra, vieja conocida ya, y al Priligy el tan cacareado nuevo medicamento que retrasa la eyaculación.

Efectivamente, y es donde está el engaño, son medicamentos que deben de tomar los hombres. La Viagra consigue que, cuando existe deseo sexual previo, el hombre consiga y pueda mantener la erección. Y el Priligy que se retrase la eyaculación, evitando el acabar demasiado rápido. Pero ¿eso ayuda a los hombres? ¡No!


Vamos a ver, ¿de qué sirve alcanzar y mantener la erección? Sirve para poder mantener relaciones sexuales con penetración.¿Con quién? Vale.

¿Y a quién le preocupa, realmente, la eyaculación precoz? A ellas, que son quienes te hacen sentir culpable en caso de que tú finalices demasiado pronto. Tú, te has quedado como dios, pero ellas comienzan con el machacón ¿Ya has terminado? ¿Y yo? ¿Otra vez me dejas así? Es decir, es un problema de ellas, pero que te trasladan a ti.

Pero a ti, espécimen masculino, hasta que no inventen la tercera pastilla, la que realmente será útil y mágica, no te sirven de nada las otras dos. Hasta que las farmacéuticas no se preocupen realmente por nosotros y saquen la pastillita que te permita ligar, y convencer, la que incremente el deseo sexual de ellas, la que consiga quitar los “dolores de cabeza”, etc., el conseguir la erección y que esta dure, sólo les sirve realmente a ellas.

El mundo, como se pude comprobar, es de las mujeres. Y ellas manejan las farmacéuticas, seguro.

(je, je, je, je)

PS: ¡Coño! ¡Me he olvidado de los gays!

miércoles

A veces te ponen en apuros

A lo largo de los años, con el crecimiento de mis hijos, he aprendido a ir contestando a sus preguntas y “por qués” de todo tipo y condición. Y a echar algún balón fuera… también he aprendido. Sin embargo hay veces que me siguen descolocando y me dejan en fuera de juego.

Desde hace unos días, el más pequeño, cinco años, va a eso que ahora se llama un “campamento urbano” y que no es más que un “aparcaniños” para cubrir las diferencias entre sus vacaciones y las de sus progenitores. Muy divertido eso sí. Pues bien, al ser el niño nuevo y no conocer a nadie en el campamento, yo le intentaba dar consejos, ya que es muy abierto pero inicialmente algo tímido, para conseguir que se socializara e integrara con el resto lo más rápidamente posible y pudiera pasárselo mejor.

Conversación en el coche de camino al “campamento”:

-Yo: “Pues cuando veas un niño con el que quieras jugar, te diriges a él, y le dices “Hola, yo me llamo Fulanito y tú? Y luego le preguntas si quiere jugar contigo”. En ese momento, y acordándome de la Bibiana y de lo políticamente correcto, agregué: “Niño, o niña, claro”

-Hijo: “¿Niña? Es que cuando hablo con una niña guapa se me ponen los carrillos colorados…”

(Caray. Tú haces un gran esfuerzo por contener la risa, y el coche, pues el niño está hablando totalmente en serio contigo y no puedes faltarle al respeto despiporrándote a carcajadas)

-Yo: “Es normal, hijo, no pasa nada. Tú háblale como a los niños y pregúntale si quiere jugar contigo…” (Como veis, las mujeres nos dan problemas por muy pequeños que seamos)

Y a continuación recordando mi papel de educador le digo:

-Yo: “Pero hijo, tienes que jugar con todos los niños y con las niñas aunque no sean guapas porque eso no es lo importante” (Aquí yo, inculcando valores positivos)


-Hijo: “¿Y qué es lo importante? A mí me gustan guapas…”
Y surge el problema. ¿Qué le digo? ¿Que lo importante es que sean inteligentes, con iniciativa, emprendedoras, educadas, buenas personas, trabajadoras, simpáticas, etc. etc.? Me va a mirar como si le hablara en chino. Intento adaptarme a la edad…

-Yo: “Lo importante es que sepan jugar, y os divirtáis y lo paséis bien juntos ¿no?”

-Hijo: “Es que a mí me gustan guapas”

(Dios mío, hijo, como te oigan, vas a ir de cabeza a la hoguera)

En fin, que francamente no sabía por dónde continuar con el tema, porque me había dejado descolocado.

-Yo: “Bueno hijo, lo más importante es que te diviertas y aprendas muchas cosas y te lo pases genial jugando con todos…”

Al día siguiente estaba tan contento porque había hablado con la más guapa.

Y a ver ¿cuando y cómo le intento imbuir otros valores? Porque la verdad, me miraba como si le estuviera discutiendo algo evidente… Eso de gustar las guapas debe de venir con el instinto porque hasta ahora es algo que, por supuesto, jamás habíamos hablado con un niño de 5 años. Y es que a mí… también me gustan las guapas (e inteligentes, con iniciativa, emprendedoras…)

lunes

Ritmo, balanceo y taconeo

Cuando llego al trabajo, el único sitio en el que es posible aparcar, a un precio relativamente asumible, está a unos 15 minutos, andando, de la oficina.

Esta mañana he aparcado como siempre y he iniciado el "paseo" hasta el curro. Iba caminando detrás de una muchacha (curiosa palabra que ya casi no se usa). Era normal. Quiero decir que no destacaba por nada especial. No era ni alta ni baja, ni iba vestida de forma rara o llamativa… nada.

Sin embargo, tenía algo. Desprendía buen rollo. Poseía una cadencia al caminar que parecía oír alguna agradable música y seguir su son (y no, no llevaba auriculares ni mp3)

Tenía un alegre ritmo en las manos, con vida propia, añadido al pendulear normal de los brazos. El pelo, en ese corte tan genérico que se llama “media melena” seguía el sinuoso ritmo balanceándose alegre de hombro a hombro. Un taconeo sin complejos marcaba la cadencia general.

No sé, puede que fuese el olor de la hierba recién cortada de la urbanización que bordeamos, el fresco de la mañana de verano, la luz veraniega cuando aún es temprano, o no sé bien qué, pero reconozco que me ha hecho sentirme bien.

No era nada erótico, ni sexual ni nada remotamente parecido. Pero esa muchacha desprendía alegría, una alegría contagiosa.

Cuando he llegado a mi portal me he despedido silenciosamente y no he querido verle la cara. Estaba bien así.

viernes

Ni químico, cocinero o alquimista

La química, la cocina, la alquimia, aquellos menesteres cuyo oficio consista en la mezcla de ingredientes individuales para conseguir un resultado final satisfactorio, no debe de ser lo mío.

Efectivamente, creo que no estoy capacitado para ello cuando, después de una muy larga espera, y mucha, muchísima ilusión, intentas amalgamar aquello que más deseas, esperando una conclusión ideal, superior a la suma de las partes, confiando en alcanzar, finalmente, algo soñado desde hace…

Cuando el resultado no es lo que habías previsto, cuando lo que obtienes es una pesadilla que modifica los elementos individuales y a la postre lo único que deseas es que cese ese sueño corrupto, creo que avala que no tengo la suficiente capacidad para ser químico, cocinero o alquimista.

Y lo lamento, vaya si lo lamento.