viernes

Nomofobia

Estamos en verano, esa época del año que se asocia a calor, piscina, mosquitos, paella y tinto de verano en el chiringuito de la playa, viajes, alguna pérdida de maleta… Es decir, vacaciones. Las deseadas, ansiadas y esperadas vacaciones. Hace unos años, uno empleaba las vacaciones para descansar, estar con la familia, disfrutar de la compañía de la suegra bajo la misma sombrilla, viajar y ejercer de turista, divertirse, vivir la noche Ibicenca, o Marbellí o de Villacañas si se tercia, pero divertirse… hacer, en definitiva, lo que no se podía hacer el resto del año. Era una liberación de obligaciones, una ruptura con el día a día habitual y disfrutar por un tiempo limitado, y que siempre parece demasiado corto, de aquello que nos apeteciera hacer.

Sin embargo, actualmente, lo que está de moda no es nada de todo esto. Ahora hay que desconectar. “Voy a desconectar de todo”, “Intentaré desconectar” y otras variaciones similares, son los propósitos más habituales, los que con más frecuencia podemos oír. Quizá es lógico si tenemos en cuenta que la mayoría de las cosas con las que trabajamos y convivimos a diario están “conectadas”. Ordenadores, videoconsolas, televisores, cafeteras, relojes, , fotocopiadoras, reproductores de vídeo y bluray, portátiles, tablets, teléfonos…

¡Eh!, un momento. ¿Hemos dicho teléfonos? Cuidado, cuidado con lo que afirmamos gratuitamente. ¿De verdad estás dispuesto a “desconectar” y prescindir de tu smartphone? ¿Seguro? Piénsalo bien… ¿Puedes pasar sin llamadas, sin mensajes, sin consultar el tiempo o el tráfico, sin correo electrónico, sin fotos ni cámara, sin Pou ni Candy Crush, sin Apalabrados, sin Twitter ni Facebook, sin agenda ni calendario, sin reloj ni alarma, sin Shazam, sin calculadora ni gps, sin radio, música o linterna? y ….¡sin Whatsapp! ¿De verdad crees que puedes? En ese caso…¡¡enhorabuena!! Eres de la minoría que no padece “nomofobia” y eres capaz de vivir sin llevar encima tu teléfono móvil y no sufrir, claro (Pero realmente… ¿eso es vivir?)

Pero sí, hemos dicho “nomofobia”. La palabreja viene -qué extraño- del inglés, de la expresión ‘no-mobile-phone phobia’ y fue acuñada durante un estudio realizado por la Oficina de Correos del Reino Unido para estimar la ansiedad que sufren los usuarios de teléfonos móviles. Los resultados revelaron que casi el 53% de estos tienden a sentir ansiedad cuando “olvidan o pierden su teléfono móvil, se les agota la batería o el crédito, o no tienen cobertura de red.” De acuerdo con el estudio, alrededor del 58% de los hombres y el 48% de las mujeres sufre la fobia, y un 9% adicional se siente estresado cuando sus móviles están apagados.

Pero no es un estrés de andar por casa. La investigación demostró que los niveles de estrés son equiparables con los nervios que se tienen el día antes de la propia boda o de una visita al dentista. Y ¿cómo saber si tengo nomofobia? Veamos… Si te quedas sin batería una tarde ¿logras evitar la impresión de estar perdido, ilocalizable? ¿Puedes detener la sensación de que te vas a perder la llamada más importante de tu vida en esas horas? ¿Cuánto tardas, según sales del cine o del teatro, en encender el teléfono para revisar tus mensajes o llamadas perdidas? Bien, no te preocupes, nos pasa a casi todos y va en aumento. En los últimos cuatro años esta adicción se ha incrementado en un 13%. Y aunque queda mucho siglo por delante, la llaman ya “La enfermedad del siglo XXI”

Un usuario medio consulta su teléfono 34 veces al día. Teniendo en cuenta que muchos de ellos siguen haciéndolo solo ocasionalmente, es fácil hacerse una idea de la dependencia del teléfono móvil que tenemos los demás. Y claro, ante un bien tan preciado, y como ocurre con cualquier tesoro que se convierte en obsesión, el miedo a perderlo puede llegar a ser aterrador. Según el estudio, el 70% de las mujeres reconoce tener pánico, lindando con el terror, a perder su teléfono móvil, y le sucede lo mismo al 61% de los hombres.
En España, la fobia tiene un gran caldo de cultivo; el 96% de los españoles tiene móvil, cifra que supera a la registrada en Estados Unidos, China o Francia. Y, aún más, el 26% de los usuarios tiene dos móviles, y el 2% hasta tres teléfonos. El 33% de los españoles navega en Internet a través de su teléfono. España es el país con más teléfonos móviles por habitante, y casi 10 millones de españoles utilizan Whatsapp para enviar mensajes o fotos… Las mujeres y los adolescentes suelen ser más propensos a padecerla: los jóvenes de entre 18 y 24 años son los más propensos.

La nomofobia, según indican los psicólogos, se manifiesta en síntomas como inestabilidad, agresividad y dificultades de concentración (síntomas típicos de los trastornos de ansiedad), malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima. Para superar esta adicción la clave es aprender a controlarse, desprenderse del móvil de forma gradual, afrontar de forma aislada las sensaciones y pensamientos negativos derivados de este padecimiento como pueden ser las crisis de pánico. Los adultos ejercen una influencia importantísima en la vida de los niños a través de su comportamiento y el ejemplo es fundamental así que situaciones tales como no poder dejar de usarlo incluso en los momentos de reunión familiar como puede ser compartir una cena o reunión, se convierten en un problema. Para prevenirlo, se recomienda a los padres evitar que los hijos tengan conexión a la red desde su habitación y establecer unos horarios para un uso correcto de las tecnologías. Hay que separar momentos. La noche es para dormir y, por lo tanto, el móvil debe de estar apagado; del mismo modo que la cena es para comer y no para estar con el móvil. Es necesario aprender a utilizarlo de manera responsable.

Entonces ¿seguro que quieres desconectar? A ver, sean sinceros y que levante la mano quién sea capaz de dejarse el móvil en casa y no tener un deseo irrefrenable de volver a por él.

 Y si no lo conocéis, echadle un vistazo al vídeo. Es genial. Y tan real…


sábado

Grillos sin brisa

Es  noche de verano. Solo grillos cantando en una quietud iluminada por una luna en creciente. Sin brisa, sin ruidos, solo calor. Y nostalgia. O quizá no, porque no sé si es posible tener nostalgia de algo que nunca se tuvo.
Es viernes noche, estoy solo. Y hoy lo estoy por voluntad propia. He rechazado todos los planes que me han propuesto. No tengo el ánimo predispuesto a compartir nada y no hay nadie con quien me apetezca compartir algo.
En pleno acoso de esa pseudo nostalgia, he recordado mi martirio de cada verano. Los anuncios de Estrella Damm. Sin embargo, como este es ¡ya! el tercer verano consecutivo que paso sin televisión, he ido primeramente a las páginas antiguas de este blog a rememorar los que tenía insertados. Me siguen gustando, y me siguen haciendo añorar muchas cosas que no he vivido. Luego, en youtube, he buscado los de estos tres últimos veranos. Aunque la calidad va bajando año tras año, la idea se trilla demasiado, siguen despertándome los mismos ecos. La misma envidia. ¿Por qué la vida no se parecerá un poquito más a la publicidad?


No puedo mirar hacia afuera. Tantos escándalos, tanta corrupción y podredumbre, tanta desfachatez, tanto robo... me deprimen hasta extremos increíbles. Nunca pensé que las circunstancias sociales nos fueran a arrastrar hasta el punto en el que nos están llevando. Y nunca pensé que eso me fuera a afectar tanto, a sentirlo tan personal, íntimamente. Jamás, ni en un millón de años, habría pensado que pudiera odiar a alguien tanto sin conocerlo. Y me refiero al equipo que nos ¿gobierna? como vasallos y que están arrasando con todo. Entre lo mal que lo hacen, lo que roban, lo que encubren, lo que venden que es nuestro y la cancha que están dando de nuevo a la iglesia, a esa iglesia que tiene que imponer sus criterios y creencias a machamartillo, porque este país es suyo, coño, que no nos enteramos, y todos debemos comulgar aunque sea con ruedas de molino.
Me enciendo. Me voy. Repito, como se ve, no puedo mirar afuera. Solo hacia dentro de mi. Y preguntarme, demasiado en estos días, "por qué?". Aún a riesgo de parecer Mouriño. Saltan esos "por qué" en mitad de cualquier cosa, en cualquier momento, lo que me hace sospechar que no estoy en mis horas más altas. Surgen cuando estoy trabajando en una pequeña habitación de un piso reconvertido en lo que eufemisticamente se llama centro de negocios, y yo estoy en lo que sería un dormitorio pequeño, con focos halógenos, una miniventana, y sin aire. Se pasa calor, mucho, nunca había trabajado en una oficina sin aire acondicionado. De hecho, es uno de los inventos del hombre blanco que siempre me han apasionado. Tuve un despacho con doble fancoil, lo que lograba bajar la temperatura a bajo cero, instalé aire acondicionado en mi primera casa, en la casa de mis suegros a la que íbamos a veranear, en mi segunda casa… Ahora vivo sin aire acondicionado ni en casa ni el trabajo. ¿Qué es una chorrada? Por supuesto. No es nada más que un signo de las tonterías que pienso, de las ironías de la vida, de las vueltas que va dando esto…
Bueno, me han interrumpido y he perdido el hilo y la idea. Ya seguiré en otro momento, porque… mañana será otro día.




Bueno, estos eran los tres que me faltaban por ver. Y por compartir.