lunes

Las batallitas del abuelo. Introducción

Esta vez, me convierto en el abuelo. En cualquier abuelo. Porque quiero dejar aquí aquellas vivencias, ya lejanas en el tiempo, que me marcaron con intensidad. No le interesan a nadie, lo sé, parecen sacadas de un viejo libro cutre, lo sé, y son ajenas a la mayoría de la gente, lo sé. Pero forman algo muy importante de mi pasado. Sí, son las batallitas, mis batallitas. O las historias de la puta mili, como también las llaman.

Me tocó hacer el servicio militar obligatorio. La mili. A pesar del baby boom de mi generación, a pesar de comenzar, tímidamente, la objeción de conciencia, a pesar de los excedentes de cupo, de ser hijo de viuda, de... todo. Me tocó. Y me correspondió la gloriosa infantería del ejército de tierra. Debido a algunas prórrogas por estudios me incorporé el 7 de octubre de 1981, junto a un reemplazo posterior en el que la mayoría de chavales eran tres, cuatro o incluso cinco años más jóvenes que yo. Contaba el que suscribe ya 21 "tacos" y una licenciatura en económicas que finalicé estando ya vestido de verde (me comunicaron por teléfono que había aprobado la última asignatura que me faltaba para terminar la carrera) y era mayor de edad desde hacía poco más de dos por mor de la nueva Constitución. Sí, original que es uno, accedí a la mayoría de edad con 19 años y seis meses justos.

Intentemos, por un momento, centrarnos en la fecha, en la época: octubre del 81. Gobernaba, ininterrumpidamente desde 1976, en ese periodo recién iniciado de democracia, Adolfo Suárez.
La crisis económica era muy importante, a pesar de los Pactos de la Moncloa, pero parecía vislumbrarse algo de luz, aunque en un muy lejano horizonte. La tasa de inflación a finales del año anterior había sido del 15% y llevábamos camino de repetir. El paro ascendía al 14% con casi dos millones de parados con una población empleada cercana a los 12 millones de personas. La tasa de paro juvenil superaba el 30%. Y ocho meses antes, el 23 de febrero, el Teniente Coronel Tejero había tomado al asalto el Congreso de los Diputados en una intentona golpista que se denominó, popularmente, el 23F. A Felipe González le faltaba un año para ganar sus primeras elecciones, no había divorcio, la OTAN, de entrada, no, la adhesión a la CEE (así se llamaba entonces) aún estaba en formato petición... No, esto no es "Cuéntame como pasó" aunque se le pueda parecer. Son el escenario, real, de mis recuerdos, de mis vivencias.

Desde crio me había aterrorizado lo ir a la "mili". Quizá por la imagen severa y omipotente de los militares en esa época. Pero en gran medida también, porque yo era un simplemente un  cagueta, dicho llanamente. Además, lo reforzaba todo lo que se oía, te contaban o, en el caso de mi madre, te amenazaba: "¡¡Ya verás/aprenderás/harás/comerás/etc. cuando vayas a la mili y te hagas un hombre!!" Ya inevitable el ser reclutado, me intenté preparar a conciencia. Procuré adelgazar, aprendí mecanografía en aquellas máquinas de pulsación manual en las que te dejabas los dedos, hablé con todos los veteranos que pude para conocer "la verdad", recabé toda la información que pude, en fin, todo lo que se me ocurrió. Y así, el 7 de octubre me presenté, como me habían indicado, en la estación de Atocha para salir rumbo a Córdoba, al CIR (Campamento de Instrucción de Reclutas) nº 4, llamado "Obejo", por estar cercano el pueblo y el monte de El Obejo (Córdoba). Y no, no hay falta de ortografía. Se llamaba así. Obejo y su pedanía Cerro Muriano (dónde encontraba el CIR nº5 , en el que juré bandera) se encuentran en Sierra Morena, a 16 km. de Córdoba, en la comarca de Los Pedroches. En aquella época de sequía aguda, un verdadero secarral. Pero eso es comenzar ya con las batallitas...

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