lunes

Finde tecnológico

Cuando ayer eran las tres, hoy son las dos. Sí, claro, porque acabamos de finalizar un fin de semana de desafíos tecnológicos en el que hemos tenido que resintonizar los canales de la TDT y cambiar la hora de los relojes; y este cambio de la hora inicialmente me gusta, pues te deja dormir una hora más, magnífica idea para regodeo previo, pero que no se materializa pues ya te acuestas descontando la susodicha hora. Al final duermes menos… y encima comienza a anochecer mucho antes. Pues eso, inicialmente me gusta, pero al final no me agrada nada.

Y el adjetivo” tecnológico” que le puesto al título, es porque nos obliga, de refilón, a tocar la tecnología, porque, realmente, ya no hay que hacer nada: los smartphones y ordenadores, por defecto, lo hacen todo ellos y se actualizan solos. Y resintonizar la Tv es darle a un botón de “sintonización automática” y ya. Bueno, si eres muy hábil y caprichoso, puedes asignar los programas de tu Tv a los canales sintonizados para que en el p1 te coincida La 1, en el 3, Antena 3, en el 4, Cuatro y así sucesiva y originalmente.

Sin embargo ya se ha perdido la emoción del domingo. ¿Quién llegará pronto a las cañas del aperitivo? ¿Quién se pegará el madrugón indebido? ¿Quién se enfadará por el plantón cuando él realmente ha llegado una hora antes? Aunque es más divertido en el cambio de marzo, (la gente llegaba tarde, se dormía, etc.)

Todo esto se ha perdido porque la tecnología está diseñada para hacernos la vida más fácil. Teóricamente. Sí, teóricamente, porque lo que de verdad está consiguiendo es hacernos más tontos. ¿Quién recuerda un par de números de teléfono? Vamos, en mi caso, me quedaría aislado hasta de mi familia más cercana porque solo me acuerdo del viejo teléfono fijo de casa de mi madre…y porque lo di muchas veces cuando era joven intentando que alguna me llamara…pero dejemos el tema. El caso es que la agenda, el teléfono, los cumpleaños, todo eso ya no supone ningún mérito, ni ningún esfuerzo, porque lo hacen por nosotros. Como tantas otras cosas, como estas actualizaciones. Y sí, es posible que en algo nos ayuden, pero que nuestro coco se vuelve más vago, más lento algo más tonto…seguro.

¿Qué no? A ver, ¿a cuantos de vosotros os pondría en un apuro grave el perder el Smartphone con el móvil de vuestra novia/amiga/incluso esposa? ¿Cuántos podríais en un apuro, llamar a alguien por teléfono si os hubiesen quitado el vuestro? Decid la verdad…y no os pongáis nerviosos, hombre, haced una copia de seguridad en vuestro PC o en la nube… y lo podréis recuperar todo. Bueno, realmente del enfado de ellas no estoy muy seguro

martes

Las batallitas del abuelo (II). La ropa

Cuando entré por primera vez en el CIR del Obejo, pasé por el cuerpo de guardia, entre dos garitas, y bajo un arco que reza una conocida leyenda “Todo por la Patria”. No te extraña. La has leído, la has visto, miles de veces. Sin embargo, con el paso de los días, te das cuenta de que no, de que se han equivocado. La traducción no es esa, porque seguro que el original rezaba, literalmente, “Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate”.

En fin, que las primeras cuitas llegaron a través de la ropa. Con la ropa "de faena" no tuve complicaciones, pero los problemas estuvieron en la ropa de “bonito”, nombre habitual de la ropa de paseo, la que se usa para ir por la calle o de permiso a casa. Problemas con las tallas, problemas con los números… hubo prendas por las que tuve que esperar, incluso algunos días, para que me las consiguieran. Por ejemplo, la gorra, o las botas. De todo utilizaba la talla mas grande de las que el ejército tenía disponibles. Y no tenían a mano muchas cosas. Pero eso, al cabo de los días, llegaba desde alguna parte y te lo daban. Con los gayumbos tampoco había problema. Blancos, de algodón, enormes, pero enooormeees, de un diseño que solo se lo había visto a mi padre. Y que yo jamás utilicé. 

Me facilitaron las prendas en la mayor que hacían… y no me valía. Pero ni de casualidad. Ni reteniendo el aire y metiendo la tripa. Nada.  En la guerrera (chaqueta) los botones ni se acercaban, el cinturón no se conseguía juntar, los pantalones no subían de medio muslo… Parecía la ropa de mi hermano pequeño. Pero lo peor es que me advirtieron que no me podría ir de fin de semana, ni de permiso, ni siquiera jurar bandera, hasta que lograra vestirme con esa ropa. ¿Y cómo hacerlo? Aaaahhh… He de aclarar que allí el tiempo se dividía en "fines de semana" y el "tiempo chungo de espera del fin de semana". La supervivencia consistía en aguantar, como fuera, hasta al viernes siguiente. Tenía que hacer algo, no podía quedarme allí sin volver a casa, palmaría seguro… ¡Disponía de 15 días hasta el primer fin de semana para conseguir que “eso” me valiera…!
Chan, chan, chan chan chan (léase con la música de "Misssion: Impossible").

Pero no hubo problema. El ejército piensa en todo. Horas y horas de instrucción, y montes y más montes de orden abierto (eso de reptar, correr y cuerpo a tierra, levantarte, más correr, todo campo a través) y más instrucción, día a día, todos los días, bajo un sol impresionante que te secaba hasta el sudor, dio, en parte, sus frutos. Llevaba buen camino. Debía perder kilos como tonto. Pero además…, el ejército volvió a ayudarme. Con el ejercicio podía quemar grasa como un loco, pero claro, si lo recuperaba comiendo no había nada que hacer, así que no me lo permitieron. Al corresponder mi apellido a las primeras letras del abecedario, me tocó el servicio de cocina casi recién llegado. Y además de cumplir con el tópico de pelar toneladas de patatas (con máquina, ¿eh? ¿qué os habíais creído?) pude comprobar cómo se preparaban los alimentos, las medidas de higiene aplicadas, el sistema de cocinado sguido… todo. Y la consecuencia fue que no pude comer en bastantes días. Me negué. Con solo pensar en comida, los recuerdos se avivaban y tenía que salir corriendo hacia las letrinas. Pasados esos días nefastos, me alimenté únicamente, y durante una larga temporada, con los productos, industriales y envasados, que podía comprar en la cantina con el escaso dinero del que disponía. 

El resultado de estas acciones combinadas fue increíble. Pasados los quince días y con un poquito de costura para trasladar los botones de la guerrera un poquito más hacia el borde la guerrera, pude irme a casa de fin de semana hecho un soldado. Debí de perder alrededor de 15 kilos en esos 15 días. ¿Increíble, no?

Lo de los botones, las costuras y demás fue muy curioso. Pero eso, es otra batalla. 

lunes

Las batallitas del abuelo. Introducción

Esta vez, me convierto en el abuelo. En cualquier abuelo. Porque quiero dejar aquí aquellas vivencias, ya lejanas en el tiempo, que me marcaron con intensidad. No le interesan a nadie, lo sé, parecen sacadas de un viejo libro cutre, lo sé, y son ajenas a la mayoría de la gente, lo sé. Pero forman algo muy importante de mi pasado. Sí, son las batallitas, mis batallitas. O las historias de la puta mili, como también las llaman.

Me tocó hacer el servicio militar obligatorio. La mili. A pesar del baby boom de mi generación, a pesar de comenzar, tímidamente, la objeción de conciencia, a pesar de los excedentes de cupo, de ser hijo de viuda, de... todo. Me tocó. Y me correspondió la gloriosa infantería del ejército de tierra. Debido a algunas prórrogas por estudios me incorporé el 7 de octubre de 1981, junto a un reemplazo posterior en el que la mayoría de chavales eran tres, cuatro o incluso cinco años más jóvenes que yo. Contaba el que suscribe ya 21 "tacos" y una licenciatura en económicas que finalicé estando ya vestido de verde (me comunicaron por teléfono que había aprobado la última asignatura que me faltaba para terminar la carrera) y era mayor de edad desde hacía poco más de dos por mor de la nueva Constitución. Sí, original que es uno, accedí a la mayoría de edad con 19 años y seis meses justos.

Intentemos, por un momento, centrarnos en la fecha, en la época: octubre del 81. Gobernaba, ininterrumpidamente desde 1976, en ese periodo recién iniciado de democracia, Adolfo Suárez.
La crisis económica era muy importante, a pesar de los Pactos de la Moncloa, pero parecía vislumbrarse algo de luz, aunque en un muy lejano horizonte. La tasa de inflación a finales del año anterior había sido del 15% y llevábamos camino de repetir. El paro ascendía al 14% con casi dos millones de parados con una población empleada cercana a los 12 millones de personas. La tasa de paro juvenil superaba el 30%. Y ocho meses antes, el 23 de febrero, el Teniente Coronel Tejero había tomado al asalto el Congreso de los Diputados en una intentona golpista que se denominó, popularmente, el 23F. A Felipe González le faltaba un año para ganar sus primeras elecciones, no había divorcio, la OTAN, de entrada, no, la adhesión a la CEE (así se llamaba entonces) aún estaba en formato petición... No, esto no es "Cuéntame como pasó" aunque se le pueda parecer. Son el escenario, real, de mis recuerdos, de mis vivencias.

Desde crio me había aterrorizado lo ir a la "mili". Quizá por la imagen severa y omipotente de los militares en esa época. Pero en gran medida también, porque yo era un simplemente un  cagueta, dicho llanamente. Además, lo reforzaba todo lo que se oía, te contaban o, en el caso de mi madre, te amenazaba: "¡¡Ya verás/aprenderás/harás/comerás/etc. cuando vayas a la mili y te hagas un hombre!!" Ya inevitable el ser reclutado, me intenté preparar a conciencia. Procuré adelgazar, aprendí mecanografía en aquellas máquinas de pulsación manual en las que te dejabas los dedos, hablé con todos los veteranos que pude para conocer "la verdad", recabé toda la información que pude, en fin, todo lo que se me ocurrió. Y así, el 7 de octubre me presenté, como me habían indicado, en la estación de Atocha para salir rumbo a Córdoba, al CIR (Campamento de Instrucción de Reclutas) nº 4, llamado "Obejo", por estar cercano el pueblo y el monte de El Obejo (Córdoba). Y no, no hay falta de ortografía. Se llamaba así. Obejo y su pedanía Cerro Muriano (dónde encontraba el CIR nº5 , en el que juré bandera) se encuentran en Sierra Morena, a 16 km. de Córdoba, en la comarca de Los Pedroches. En aquella época de sequía aguda, un verdadero secarral. Pero eso es comenzar ya con las batallitas...

miércoles

“Va por ti” Relato

Dime.

Sí, tú, contéstame…

¿Será posible que, al fin, mis esbozos, mis dubitativos trazos realizados en el aire sin pincel ni papel, hayan cobrado forma, voz, cuerpo?

Desde siempre supe que existías, que tenías que existir. Que en algún sitio, en algún día de mi futuro, me estarías esperando con esa sonrisa contagiosa, simpática, cálida, amable, con esos ojos socarrones, brillantes y profundos.

Conocía tu aroma, aunque no supiera la marca de tu perfume. Saboreaba el dulzor de tu boca, la frescura de tus labios sin saber dónde encontrar ese manjar. Ya te deseaba, desde siempre, y ocupabas el papel protagonista de mis más ocultas fantasías. Te conocía aunque no pudiera describirte. Me conocía tu piel, suave, fina, y cada uno de tus poros sin haberte tocado jamás. Había participado en nuestras conversaciones, en nuestras risas comunes, en nuestras cómplices confidencias, sabía de tu vida ignorándolo todo.

Pero ahí estarías, esperándome. Ineludible, inevitable. Yo quemaba las semanas  y los años buscándote inútilmente entre las grises multitudes que me rodeaban, esperando ese destello de color luminoso que te delataría. Tenía la inquietud de no saber verte, de no reconocerte a pesar del convencimiento de la inexorabilidad, de la confluencia forzosa de nuestros caminos, determinada eones atrás por fuerzas inmensas y divinas.

¿Eres tú, al fin?

¿Ya ha llegado nuestro momento?

Dime, contéstame. Cuéntame si eres aquella a quien busco desde antes de nacer, ese ser maravilloso, etéreo hasta ahora, que me está predestinado y con el que nos complementaremos y completaremos de una manera perfecta.

Dime, contéstame. ¿Eres la mujer a quien, al fin, podré hacer feliz? ¿Aquella a la que podré adorar, admirar, amar, mimar? ¿Eres tú quien corresponderá a esos gritos de demanda hasta ahora sin eco?
Dime ¿eres tú?

Publicado originalmente en El Blogguercedario por Aspective el 1/2/12