Anoche mi mujer tenía una cena de empresa de esas que conllevan entrega de premios absurdos, reconocimientos a tonterías, copa de bienvenida, coctel posterior, etc.
No le apetecía nada ir. Pero nada. Por diversos motivos estaba muy reticente a asistir a esta cena aunque yo le recordaba que, de cara a su carrera profesional, era necesario que hiciera acto de presencia.
Después de mucho insistir y currármelo de lo lindo: convencerla de ir a la peluquería para que la peinaran y maquillaran (¡¡es cierto, a mi mujer no le gusta ir a la peluquería!!), pedirle hora, insistir para conseguir la hora adecuada, convercerla para que se pasara por nails4us, dado que ese nunca ha sido su fuerte, asistir a un desfile de vestidos para asesorar cuál era el más adecuado y el que mejor le quedaba, ir al cajero, comprar a última hora unas medias y otros aditamentos necesarios y por supuesto quedarme con el peke con una "noche de chicos", conseguí que asistiera.
(Realmente no quería, aunque también hubiese sido un subterfugio para obtener un montón de prebendas sin oposición, pero en fin...)
En agradecimiento por hacerme caso, le compré una rosa. Una rosa roja de tallo largo, envuelta en celofán, quedaba muy bonita, y se la dejé en la almohada para que al volver la viera.
Debí de pensar (de hecho lo hice pero lo deseché) que quizás en la cena les daban algo similar.
Pero lo que no me esperaba es que al despertar esta mañana, me diera las gracias por la rosa y me soltara "es la cuarta que me dan, pero la más bonita"
¿La cuarta? Pero joder era una cena o una convención de floricultores... Las echo un vistazo y son unas preciosas rosas blancas, adornadas con un verde con miniflorecillas blancas que quedaban muy bonitas.
Y como dice la canción de "Marieta": "Y yo allí con mi flor, como un gilipollas".
Hay veces que las buenas ideas te dejan un regustillo raro.