Vía Fogonazos veo esta noticia que me entristece y me emociona a la vez. Os la copio:
Los responsables del centro de mayores Benrath, en Dusseldorf, acaban de colocar en la puerta de sus instalaciones una parada de autobuses en la que nunca parará ningún autobús. Esta parada “fantasma”, una réplica falsa cedida por la empresa municipal, tiene como objetivo atajar un problema acuciante para el hospital: el número cada vez mayor de pacientes enfermos de Alzheimer que se escapan con la intención de volver a sus casas y terminan perdidos en la ciudad.
“La mayoría de estos pacientes tiene alrededor de 84 años” - explica el responsable del hospital - “Su memoria a corto plazo apenas funciona, pero su memoria a largo plazo permanece activa. Ellos reconocen la señal amarilla y verde de la parada y recuerdan que alguna vez se han sentado allí para volver a su casa.”
De esta forma, cada vez que uno de los ancianos sale por la puerta del hospital con la idea de regresar a su hogar, los responsables del centro saben el lugar exacto donde podrán encontrarle: sentado junto a la parada, esperando un autobús que nunca llegará. Noticia: Daliy Telegraph. Foto vía menéame
viernes
miércoles
Exención de regalo
Una opción para cuando se acerca la fecha de que te hagan algún regalo. Puedes enviar esta tarjeta y marcar las opciones que prefieras.
Es sólo una idea.
Es sólo una idea.
Solo para ateos (abstenerse creyentes)
A través del blog de Centinel, una de las visitas que os recomiendo encarecidamente, llego a la página Maikelnai´s blog en el que encontramos la traducción de unos aforismos (para camiseta y pegatina de coche) típicamente USA: "Los 50 mejores aforismos ateos". Os copio a continuación los, a mi juicio, mejores. Si queréis ir a la página original está aquí:
- ¿Demasiado estúpido para entender la ciencia? Prueba con la religión.
- Hay UNA RAZÓN por la que los ateos no estrellamos aviones contra los edificios.
- “Adórame o te torturaré por toda la eternidad. Que tengas un buen día”. - Dios.
- Dios no mata a la gente. Eso corre por cuenta de los que creen en él.
- No confiaría en tu dios ni aunque existiese.
- La gente que no quiere que se rían de sus creencias no debería tener creencias tan graciosas.
- ¡Amenazar a los niños con el infierno mola!
- Dios no existe, así que supongo que eso significa que nadie te ama.
- Dices “hereje” como si fuese algo malo.
- “Diseño inteligente” Ayudando a que la gente estúpida se sienta inteligente desde 1987.
- Si Dios quería que creyésemos en él ¿por qué inventó la lógica?
- Rezar es una forma de esquizofrenia políticamente correcta.
- Lo olvidé - ¿En qué día creó Dios todos los fósiles?
- Si nos hizo a su imagen y semejanza, ¿entonces por qué no somos también invisibles?
- JESÚS TE SALVA … de pensar por ti mismo.
- ¿Cómo puedes no creer en la evolución si ni siquiera puedes definirla?
- Dios está ocupado ahora mismo. ¿Puedo ayudarle yo?
- Si Dios hubiese tenido la intención de que fuera a la iglesia me habría dado un culo más gordo para poder sentarme y un cerebro más pequeño con el que pensar.
- No vengas a rezar a mi escuela y yo no iré a pensar a tu iglesia.
- ¿Quién eres tu para cuestionar el que tu dios no quiera que yo crea en él?
- No creo en Dios. Puedo ser maniaco depresivo pero no estoy tan loco.
- Cuando llegue el día del juicio ¿puedo quedarme con tu coche?
Que nadie se ofenda. Y si se ofende, peor para él. No haberlo leído, te lo avisé en el título.
Momentos de gloria (I) .- Las sillas
A todos nos ha pasado. No lo neguéis. En un momento u otro de nuestra vida (en varios momentos de la mía) hemos pensado eso de "tierra trágame" y hemos deseado estar en otro lugar o que el tiempo transcurriera mucho más deprisa.
Una caída, decir una tontería, una sensación de ridículo… ¿quién no ha protagonizado uno de esos momentos en los que, rodeado de gente, hace o dice algo que provoca unos segundos de silencio expectante seguido de una gran carcajada general y unas risas que terminan por hacernos subir los colores al rostro? Como desaparecer automáticamente, pese a intentarlo con todas nuestra fuerzas, aún no es posible, debemos aguantar el tipo y sonreír bobaliconamente. ¡Que remedio!
Recuerdo sin especial cariño alguno de esos momentos y os los voy a trasladar aquí. Quizás así logre exorcizarlos y que dejen de pesarme como una losa cuando voy a empezar a realizar acciones similares a las que dieron lugar a esos momentos de gloria.
Las sillas
La mía con las sillas es una larga historia que comenzó hace ya casi treinta años y ha continuado hasta fechas muy recientes. Se trata de algo tan simple como sentarte, romper la silla en la que estás intentado aposentarte y acabar en el suelo entre las risas y la coña de los presentes. Tal vez me favorece en esta habilidad el que me sobren unos kilillos, bueno, bastantes kilazos. Coño, que estoy gordo vamos. Pero lo de ser gordo se asume mientras no te meta en follones.
Mi estreno con las sillas fue a eso de los veinte años, en una de mis primeras visitas a casa de los padres de mi novia. Era una de esas situaciones en las que intentabas poner cara de bueno, ser educado, no romper ningún jarrón, vamos que querías causar buena impresión. Mis futuros suegros los fines de semana se desplazaban a una localidad serrana donde, cuando hacía buen tiempo, tenían la costumbre de comer en una agradable terracita de la casa. El mobiliario eran mesas campestres de esas plegables y los asientos eran sillas-tumbonas también de las usadas para el campo o la playa. Como en la familia de mi novia eran resumidos en carnes, nunca se habían tenido que preocupar de la resistencia de los materiales pues a ellos les bastaba y sobraba. Sin embargo al poco de sentarme yo, la silla empezó a vencerse de un lado, del otro y a “plegarse” mientras a mí me entraba la vena mística (¡ay dios!, ¡¡ay dios!!) y finalmente yo terminaba con la silla espachurrá debajo de mi y yo con las posaderas en el suelo. Me miraron, pasaron los tradicionales segundos de silencio, se rieron y rápidamente empezaron a buscar excusas que me exculparan: “esa era la silla mala, “es que son sillas baratas”, etc. Pero tú sabes la verdad; están pensando “el jodío gordo este que viene a rompernos las sillas…”
Después de este inicio, también a mis futuros suegros les chafé una tumbona mientras me echaba una siestecita en la citada terraza. No es que estuviera empeñado en dejarles sin mobiliario, pero... Tal cual estaba tumbado todo lo largo que soy disfrutando de una plácida digestión, la tumbona empezó a doblarse lentamente, como a cámara lenta, sin un ruido, y terminé, exactamente en la misma postura, pero en el suelo. Y tu vergüenza es doble, ya que una vea, pase, pero esto ya empezaba a ser vicio. Y ellos, ya sabéis, “es que son muy malas” “es que era de las baratas” pero yo estoy seguro de lo que realmente pensaban ¿verdad?
A partir de ahí ya cogí experiencia y las he ido rompiendo de carrerilla. En bares, de invitado, en mi propia casa –varias veces- creo que he probado a tronchar de todo tipo de asientos. He conseguido montar el show en muy distintos lugares y con audiencias variadas y he sacado en claro que caerse de una silla no es deporte olímpico, que a los demás les encanta verte caer (salo al dueño de la silla, claro) y que cuanto más grotesca tu postura final más divertido es par los demás.
Será por todo esto que cuando voy a casa de mi hermana y nos sentamos a la mesa del comedor, en lugar de dejarme la silla de diseño, bonita, como todas las demás del comedor, me trae una de las rústicas, seguras, macizas y resistentes de la cocina. Porque me conoce. Y yo, en lugar de sentirme ofendido, se lo agradezco enormemente ya que así todos comeremos tranquilos.
(continuará)
Una caída, decir una tontería, una sensación de ridículo… ¿quién no ha protagonizado uno de esos momentos en los que, rodeado de gente, hace o dice algo que provoca unos segundos de silencio expectante seguido de una gran carcajada general y unas risas que terminan por hacernos subir los colores al rostro? Como desaparecer automáticamente, pese a intentarlo con todas nuestra fuerzas, aún no es posible, debemos aguantar el tipo y sonreír bobaliconamente. ¡Que remedio!
Recuerdo sin especial cariño alguno de esos momentos y os los voy a trasladar aquí. Quizás así logre exorcizarlos y que dejen de pesarme como una losa cuando voy a empezar a realizar acciones similares a las que dieron lugar a esos momentos de gloria.
Las sillas
La mía con las sillas es una larga historia que comenzó hace ya casi treinta años y ha continuado hasta fechas muy recientes. Se trata de algo tan simple como sentarte, romper la silla en la que estás intentado aposentarte y acabar en el suelo entre las risas y la coña de los presentes. Tal vez me favorece en esta habilidad el que me sobren unos kilillos, bueno, bastantes kilazos. Coño, que estoy gordo vamos. Pero lo de ser gordo se asume mientras no te meta en follones.
Mi estreno con las sillas fue a eso de los veinte años, en una de mis primeras visitas a casa de los padres de mi novia. Era una de esas situaciones en las que intentabas poner cara de bueno, ser educado, no romper ningún jarrón, vamos que querías causar buena impresión. Mis futuros suegros los fines de semana se desplazaban a una localidad serrana donde, cuando hacía buen tiempo, tenían la costumbre de comer en una agradable terracita de la casa. El mobiliario eran mesas campestres de esas plegables y los asientos eran sillas-tumbonas también de las usadas para el campo o la playa. Como en la familia de mi novia eran resumidos en carnes, nunca se habían tenido que preocupar de la resistencia de los materiales pues a ellos les bastaba y sobraba. Sin embargo al poco de sentarme yo, la silla empezó a vencerse de un lado, del otro y a “plegarse” mientras a mí me entraba la vena mística (¡ay dios!, ¡¡ay dios!!) y finalmente yo terminaba con la silla espachurrá debajo de mi y yo con las posaderas en el suelo. Me miraron, pasaron los tradicionales segundos de silencio, se rieron y rápidamente empezaron a buscar excusas que me exculparan: “esa era la silla mala, “es que son sillas baratas”, etc. Pero tú sabes la verdad; están pensando “el jodío gordo este que viene a rompernos las sillas…”
Después de este inicio, también a mis futuros suegros les chafé una tumbona mientras me echaba una siestecita en la citada terraza. No es que estuviera empeñado en dejarles sin mobiliario, pero... Tal cual estaba tumbado todo lo largo que soy disfrutando de una plácida digestión, la tumbona empezó a doblarse lentamente, como a cámara lenta, sin un ruido, y terminé, exactamente en la misma postura, pero en el suelo. Y tu vergüenza es doble, ya que una vea, pase, pero esto ya empezaba a ser vicio. Y ellos, ya sabéis, “es que son muy malas” “es que era de las baratas” pero yo estoy seguro de lo que realmente pensaban ¿verdad?
A partir de ahí ya cogí experiencia y las he ido rompiendo de carrerilla. En bares, de invitado, en mi propia casa –varias veces- creo que he probado a tronchar de todo tipo de asientos. He conseguido montar el show en muy distintos lugares y con audiencias variadas y he sacado en claro que caerse de una silla no es deporte olímpico, que a los demás les encanta verte caer (salo al dueño de la silla, claro) y que cuanto más grotesca tu postura final más divertido es par los demás.
Será por todo esto que cuando voy a casa de mi hermana y nos sentamos a la mesa del comedor, en lugar de dejarme la silla de diseño, bonita, como todas las demás del comedor, me trae una de las rústicas, seguras, macizas y resistentes de la cocina. Porque me conoce. Y yo, en lugar de sentirme ofendido, se lo agradezco enormemente ya que así todos comeremos tranquilos.
(continuará)
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viernes
Publicidad
A mi me gusta la publicidad.
La buena publicidad que te hace, además de recordar el producto o marca que anuncian, pasar un buen rato, emocionarte o divertirte. Lo que no soporto son los ladrillos de veinte minutos que te interrumpen una película para aburrirte mortalmente con anuncios de algo que eres incapaz de recordar en el mismo instante en que acaba el "spot".
Os pongo unos ejemplos de publicidad que os hará buscar la marca que anuncia y además la recordareis con agrado.
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jueves
Carta a las personas que no tienen fibromialgia
Una persona muy muy querida por mi me ha hecho llegar la carta que reproduzco a continuación. Ha aparecido publicada en un diario nacional y transmite e intenta explicar cómo se siente una persona con fibromialgia. Refleja la ignorancia o la incomprensión que el resto de nosotros mostramos ante esta enfermedad. No digo más. Simplemente leedla.
Tener fibromialgia, significa que cambian muchas cosas y, gran cantidad de ellas, no resultan perceptibles para los demás. Al revés que cuando se sufre cáncer o heridas, como consecuencia de un accidente, mucha gente no sabe ni siquiera un poco sobre la fibromialgia y sus efectos y, entre aquellos que creen saber algo, hay muchos que, en realidad, están mal informados.
Con la intención de informar a quienes desean entender… (o a los que quieran saber algo sobre esta enfermedad al conocer a alguien que la padezca), estas son una serie de cuestiones sobre mí que, antes de juzgarme, me gustaría que entendieras.
-Entiende, POR FAVOR que, estar enferma de fibromialgia, no significa que no sea un ser humano. He de pasar la mayor parte del día en medio de considerables dolores y cansancio (cosa que tú no percibes porque me he propuesto que nadie sepa de mi sufrimiento) y, si me visitas, probablemente a veces, no pareceré divertirme contigo porque parezca seria; otras, te pareceré algo despistada o habladora, pero no trato más que de disfrazar mi estado de ánimo para que tú no sufras, pero eso no significa que no esté a gusto en tu compañía; sucede que estoy sujeta a mi cuerpo que me duele y me cuesta sobrellevar mi dolencia. Todavía me preocupo de estudiar y de trabajar, así como de mi familia y amigos, aunque a veces me cuesta, pero normalmente, también me interesan tus problemas. Por eso, si tienes algo que te preocupe, házmelo saber si yo no lo atisbo, porque me sentiré mejor ayudando a los demás y olvidando mi dolor.
-Entiende también, POR FAVOR, la diferencia entre “feliz” y “saludable”. Cuando tienes gripe, probablemente te sientes muy mal. Yo llevo enferma muchos años, más de los que imaginas, y a pesar de todo, trato de superarme. Así que si estás hablando conmigo y te parezco feliz, significa que lo estoy. Eso es todo. No que no tenga grandes dolores, que no esté extremadamente cansada o que me encuentre mejor, no. No me digas por tanto: ¡Se te nota mucho mejor! ¡¡¡No se me nota mejor!!! Se me nota feliz por estar contigo aunque disimulo mi dolor. Y si quieres hacer comentarios sobre mi enfermedad te lo agradeceré, porque nadie parece entenderla y eso me ayuda.
-Entiende, POR FAVOR que, permanecer diez minutos de pie, no significa necesariamente que, en otras ocasiones, pueda estar veinte minutos o media hora más. Y si un día me las arreglé para estar de pie más de ese tiempo, no significa que otro día pueda hacerlo. Con muchas enfermedades, o estás paralítico o, puedes moverte o, sólo nombrar la enfermedad, ya hace que los demás la consideren y te ayuden. Con ésta resulta más confuso (Por favor, al párrafo anterior: “permanecer de pie” agrégale “estar sentado”, “andando”, “pensando”, “siendo sociable”, etc.… Sirve para cualquier cosa. Esto es lo que la fibromialgia hace conmigo y tú no lo ves porque según dice mi médico, soy más fuerte que nadie.
-Entiende, POR FAVOR, que la fibromialgia, es variable y nunca visible y que es muy posible (para mí es muy común), que un día pueda dar largos paseos y al siguiente tenga problemas para llegar a la cocina. Pero por eso no pienses ni entiendas que SOY UNA INVÁLIDA, PORQUE ME DESTROZAS LA MORAL. Yo soy mucho más fuerte de lo que tú te imaginas. Y por favor, cuando me veas enferma y no disimule, no me ataques diciendo: ¡“Pero si lo hiciste otras veces…”! Si quieres que haga algo, pregúntame si puedo hacerlo. En ésta línea puede suceder que tenga que cancelar una cita en el último minuto, aunque siempre trataré de esforzarme para que nadie lo note. Si esto sucede no lo tomes como algo personal contra ti. Es que no estoy bien y tengo mucho dolor.
-Entiende, POR FAVOR, que “salir y hacer cosas”, no siempre me hace sentirme mejor aunque yo disimule y me esfuerce, y puede que frecuentemente, eso me empeore seriamente aunque no te lo diga. Decirme que haga ejercicio, que necesito adelgazar, o que salga a distraerme… a veces, aunque tú no lo veas ni lo sientas, puede frustrarme y hacerme llorar. Tan sólo te digo que si fuera capaz de hacer muchas más cosas, tú que me conoces ¿verdad que sabes que las haría? Estoy haciendo todo lo que mi médico me dice, hago mis ejercicios y cumplo la dieta (siempre que me es posible y mi estado anímico me lo permite) porque me esfuerzo por estar bien. Por eso, otra afirmación que me hiere mucho, es cuando me dices: “Lo que tienes que hacer es esforzarte más contigo misma…” Evidentemente la fibromialgia está relacionada directamente con los músculos y, puesto que éstos no se reparan del mismo modo que los tuyos, perjudica más que beneficia y puede dar lugar a que una actividad simple requiera días y semanas de recuperación. Así mismo la fibromialgia puede causar una depresión secundaria. (¿A ti no te deprimiría estar dolorido y exhausto durante años sin término? ¡¡¡MI MAL NO TIENE CURA!!! Aunque tampoco me dejará inhabilitada ni yo permitiré que eso suceda mientras tenga vida y fuerzas. Pues así me siento yo, porque aunque mi enfermedad no sea causada por la depresión, has de saber que éstas, van unidas.
-Entiende, POR FAVOR, que si digo que tengo que sentarme, tumbarme, tomar mis medicinas “ahora”, es que tengo que hacerlo “ahora”. No puede ser pospuesto u olvidado sólo porque esté fuera o por cualquier otra cosa. La fibromialgia no olvida. El dolor es fuerte pero seguro que tú, que crees conocerme muy bien, en muchas ocasiones, ni te darás cuenta porque yo me propuse no ser una víctima.
-Si quieres sugerirme un remedio, no lo hagas con exigencia. No es que no aprecie tu buena voluntad o que no quiera ponerme bien. Es que me lo han hecho otras personas y no me ha servido, yo conozco de sobra mi situación. Al principio lo intenté todo, pero luego, me di cuenta de que estaba gastando demasiada energía en cosas que me hacen sentirme más enferma en lugar de mejorar. Si hubiera algo que curase o simplemente ayudase, todos los que padecemos fibromialgia lo sabríamos. No se trata de que haya una conspiración de las compañías farmacéuticas. Es que hay una comunicación en todo el mundo (dentro y fuera de internet) entre la gente con ésta enfermedad y, si algo funcionase, lo sabríamos enseguida.
-A pesar de todo, si después de leer esto, todavía quieres sugerirme algún remedio, hazlo, aunque no esperes que me lance a intentarlo. Escucharé lo que me digas y lo discutiré con mi doctor. Y TE LO AGRADECERÉ MUCHÍSIMO, porque no sabes el bien que me hace que seas comprensivo/a conmigo y entiendas que soy fuerte pero también humana, por eso, si te parezco alguna vez agresiva, no me lo tomes en cuenta, trato de disimular a través de ese modo de disfrazar mi estado y que tú no percibas mi angustia.
-En muchos sentidos dependo de ti, de vosotros, los que no estáis enfermos como yo. Este mal mío no tiene cura. PERO ESO NO QUIERE DECIR QUE YO SOY UNA INÚTIL Y NO PUEDO SER COMO EL RESTO DEL MUNDO. Por eso tengo que aprender a vivir con mis limitaciones, lo cual no es fácil y, necesito la atención y el cariño de aquellos que quiero y me quieren y, el hecho de que me visites cuando estoy demasiado mal para salir, cosa que se me nota aunque no lo comente, me sirve de mucha ayuda. Incluso a veces, necesito que me ayuden en la compra, en la cocina, en la limpieza, o en cargar pesos o, que alguien me acompañe a la visita del doctor o al fisioterapeuta.
-También te necesito en otro nivel: eres, sois, mi contacto con el exterior. Si no me visita nadie, quizás, muchas veces, no podré veros, y eso me duele porque la compañía y la comprensión me sirven de mucho y, en la medida de lo posible, necesito que me atiendas, como ahora, en que te doy las gracias por el tiempo que me has dedicado.
Esto lo escribo a petición de mi médico que me ha hecho ver que, aunque soy fuerte, no soy autosuficiente y me sirve de mucho tu comprensión. Aunque ya sabes: al menos de mí, no esperes que me deje vencer y me quede inútil, porque no va a ocurrir.
Tener fibromialgia, significa que cambian muchas cosas y, gran cantidad de ellas, no resultan perceptibles para los demás. Al revés que cuando se sufre cáncer o heridas, como consecuencia de un accidente, mucha gente no sabe ni siquiera un poco sobre la fibromialgia y sus efectos y, entre aquellos que creen saber algo, hay muchos que, en realidad, están mal informados.
Con la intención de informar a quienes desean entender… (o a los que quieran saber algo sobre esta enfermedad al conocer a alguien que la padezca), estas son una serie de cuestiones sobre mí que, antes de juzgarme, me gustaría que entendieras.
-Entiende, POR FAVOR que, estar enferma de fibromialgia, no significa que no sea un ser humano. He de pasar la mayor parte del día en medio de considerables dolores y cansancio (cosa que tú no percibes porque me he propuesto que nadie sepa de mi sufrimiento) y, si me visitas, probablemente a veces, no pareceré divertirme contigo porque parezca seria; otras, te pareceré algo despistada o habladora, pero no trato más que de disfrazar mi estado de ánimo para que tú no sufras, pero eso no significa que no esté a gusto en tu compañía; sucede que estoy sujeta a mi cuerpo que me duele y me cuesta sobrellevar mi dolencia. Todavía me preocupo de estudiar y de trabajar, así como de mi familia y amigos, aunque a veces me cuesta, pero normalmente, también me interesan tus problemas. Por eso, si tienes algo que te preocupe, házmelo saber si yo no lo atisbo, porque me sentiré mejor ayudando a los demás y olvidando mi dolor.
-Entiende también, POR FAVOR, la diferencia entre “feliz” y “saludable”. Cuando tienes gripe, probablemente te sientes muy mal. Yo llevo enferma muchos años, más de los que imaginas, y a pesar de todo, trato de superarme. Así que si estás hablando conmigo y te parezco feliz, significa que lo estoy. Eso es todo. No que no tenga grandes dolores, que no esté extremadamente cansada o que me encuentre mejor, no. No me digas por tanto: ¡Se te nota mucho mejor! ¡¡¡No se me nota mejor!!! Se me nota feliz por estar contigo aunque disimulo mi dolor. Y si quieres hacer comentarios sobre mi enfermedad te lo agradeceré, porque nadie parece entenderla y eso me ayuda.
-Entiende, POR FAVOR que, permanecer diez minutos de pie, no significa necesariamente que, en otras ocasiones, pueda estar veinte minutos o media hora más. Y si un día me las arreglé para estar de pie más de ese tiempo, no significa que otro día pueda hacerlo. Con muchas enfermedades, o estás paralítico o, puedes moverte o, sólo nombrar la enfermedad, ya hace que los demás la consideren y te ayuden. Con ésta resulta más confuso (Por favor, al párrafo anterior: “permanecer de pie” agrégale “estar sentado”, “andando”, “pensando”, “siendo sociable”, etc.… Sirve para cualquier cosa. Esto es lo que la fibromialgia hace conmigo y tú no lo ves porque según dice mi médico, soy más fuerte que nadie.
-Entiende, POR FAVOR, que la fibromialgia, es variable y nunca visible y que es muy posible (para mí es muy común), que un día pueda dar largos paseos y al siguiente tenga problemas para llegar a la cocina. Pero por eso no pienses ni entiendas que SOY UNA INVÁLIDA, PORQUE ME DESTROZAS LA MORAL. Yo soy mucho más fuerte de lo que tú te imaginas. Y por favor, cuando me veas enferma y no disimule, no me ataques diciendo: ¡“Pero si lo hiciste otras veces…”! Si quieres que haga algo, pregúntame si puedo hacerlo. En ésta línea puede suceder que tenga que cancelar una cita en el último minuto, aunque siempre trataré de esforzarme para que nadie lo note. Si esto sucede no lo tomes como algo personal contra ti. Es que no estoy bien y tengo mucho dolor.
-Entiende, POR FAVOR, que “salir y hacer cosas”, no siempre me hace sentirme mejor aunque yo disimule y me esfuerce, y puede que frecuentemente, eso me empeore seriamente aunque no te lo diga. Decirme que haga ejercicio, que necesito adelgazar, o que salga a distraerme… a veces, aunque tú no lo veas ni lo sientas, puede frustrarme y hacerme llorar. Tan sólo te digo que si fuera capaz de hacer muchas más cosas, tú que me conoces ¿verdad que sabes que las haría? Estoy haciendo todo lo que mi médico me dice, hago mis ejercicios y cumplo la dieta (siempre que me es posible y mi estado anímico me lo permite) porque me esfuerzo por estar bien. Por eso, otra afirmación que me hiere mucho, es cuando me dices: “Lo que tienes que hacer es esforzarte más contigo misma…” Evidentemente la fibromialgia está relacionada directamente con los músculos y, puesto que éstos no se reparan del mismo modo que los tuyos, perjudica más que beneficia y puede dar lugar a que una actividad simple requiera días y semanas de recuperación. Así mismo la fibromialgia puede causar una depresión secundaria. (¿A ti no te deprimiría estar dolorido y exhausto durante años sin término? ¡¡¡MI MAL NO TIENE CURA!!! Aunque tampoco me dejará inhabilitada ni yo permitiré que eso suceda mientras tenga vida y fuerzas. Pues así me siento yo, porque aunque mi enfermedad no sea causada por la depresión, has de saber que éstas, van unidas.
-Entiende, POR FAVOR, que si digo que tengo que sentarme, tumbarme, tomar mis medicinas “ahora”, es que tengo que hacerlo “ahora”. No puede ser pospuesto u olvidado sólo porque esté fuera o por cualquier otra cosa. La fibromialgia no olvida. El dolor es fuerte pero seguro que tú, que crees conocerme muy bien, en muchas ocasiones, ni te darás cuenta porque yo me propuse no ser una víctima.
-Si quieres sugerirme un remedio, no lo hagas con exigencia. No es que no aprecie tu buena voluntad o que no quiera ponerme bien. Es que me lo han hecho otras personas y no me ha servido, yo conozco de sobra mi situación. Al principio lo intenté todo, pero luego, me di cuenta de que estaba gastando demasiada energía en cosas que me hacen sentirme más enferma en lugar de mejorar. Si hubiera algo que curase o simplemente ayudase, todos los que padecemos fibromialgia lo sabríamos. No se trata de que haya una conspiración de las compañías farmacéuticas. Es que hay una comunicación en todo el mundo (dentro y fuera de internet) entre la gente con ésta enfermedad y, si algo funcionase, lo sabríamos enseguida.
-A pesar de todo, si después de leer esto, todavía quieres sugerirme algún remedio, hazlo, aunque no esperes que me lance a intentarlo. Escucharé lo que me digas y lo discutiré con mi doctor. Y TE LO AGRADECERÉ MUCHÍSIMO, porque no sabes el bien que me hace que seas comprensivo/a conmigo y entiendas que soy fuerte pero también humana, por eso, si te parezco alguna vez agresiva, no me lo tomes en cuenta, trato de disimular a través de ese modo de disfrazar mi estado y que tú no percibas mi angustia.
-En muchos sentidos dependo de ti, de vosotros, los que no estáis enfermos como yo. Este mal mío no tiene cura. PERO ESO NO QUIERE DECIR QUE YO SOY UNA INÚTIL Y NO PUEDO SER COMO EL RESTO DEL MUNDO. Por eso tengo que aprender a vivir con mis limitaciones, lo cual no es fácil y, necesito la atención y el cariño de aquellos que quiero y me quieren y, el hecho de que me visites cuando estoy demasiado mal para salir, cosa que se me nota aunque no lo comente, me sirve de mucha ayuda. Incluso a veces, necesito que me ayuden en la compra, en la cocina, en la limpieza, o en cargar pesos o, que alguien me acompañe a la visita del doctor o al fisioterapeuta.
-También te necesito en otro nivel: eres, sois, mi contacto con el exterior. Si no me visita nadie, quizás, muchas veces, no podré veros, y eso me duele porque la compañía y la comprensión me sirven de mucho y, en la medida de lo posible, necesito que me atiendas, como ahora, en que te doy las gracias por el tiempo que me has dedicado.
Esto lo escribo a petición de mi médico que me ha hecho ver que, aunque soy fuerte, no soy autosuficiente y me sirve de mucho tu comprensión. Aunque ya sabes: al menos de mí, no esperes que me deje vencer y me quede inútil, porque no va a ocurrir.
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Cuidado con los regalos
(Quiero aclarar que lo siguiente sucedió hace unos doce años y que previsiblemente desde entonces todo está mejor y ha evolucionado mucho, no vaya a ser que alguien se me cabree.)
A veces hay regalos envenenados. Te regalan algo y en el fondo, maldito favor te hacen, que mejor se hubieran estado quietecitos y se hubiesen metiesen el regalo por dónde les cupiera. Uno de estos obsequios con "doble fondo" nos lo hizo, hace unos añitos, la Oficina de Turismo de Túnez, que tuvo la amabilidad de invitarnos a unos cuantos cobayas a un viaje promocional, a fin de dar a conocer su producto, .
La perspectiva era espectacular (este adjetivo va dedicado a mi hermano). Cinco días de vacaciones, en hoteles de súper lujo, a pensión completa, con visitas turísticas y eso que luego se ha llamadado “Spa”, incluido.
Todo comenzó perfecto: un viaje en línea regular con las líneas aéreas tunecinas, que no se cayó, y aterrizó en Túnez. Allí pasamos un par de días visitando... museos de mosaicos. Mi herramienta favorita, la Wiki, define el mosaico como: Una obra compuesta de piedrecillas, terracota o vidrios de varios colores.
Como soy un completo ignorante y totalmente insensible al arte, el hecho de pasar un par de mañanas viendo trozos de piedra que representan formas geométricas de distintos colorines, colgados de las paredes de museos, todos iguales, todos viejos y todos representando las mismas figuras, pudo conmigo. El aburrimiento que me invadió pocas veces ha sido igualado. Y nada de pensar en escaquearte, porque estábamos permanentemente acompañados del “comisario político” representante del ministerio de turismo de Túnez y encargado de, en cada comida, en cada cena, en cada trayecto en autocar, contarnos lo maravilloso que era Túnez y lo poco integrista que era y lo moderno de su constitución y lo liberadas que estaban sus mujeres. Correcto. Pero ¡coño! Exactamente lo mismo en cada charla, sin cambiar nada, sin nada nuevo… Pensé que al final nos lo iban a preguntar a ver si nos lo habíamos aprendido; y estoy seguro de que hubiéramos aprobado todos.
Pues sí, fueron dos mañanas completas desde el desayuno a la comida, viendo museos de mosaicos.
Menos mal que una tarde íbamos a visitar las ruinas de Cartago. Me hacía ilusión ya que desde pequeño, cuando estudiábamos las guerras púnicas, (los de la ESO, la Logse, etc. buscadlas en la Wiki) yo iba siempre con Anibal y los cartagineses. Había buscado en los libros fotos de estas ruinas y había encontrado algo semejante a la Acrópolis ateniense o el Foro romano: ruinas si, pero que con imaginación te permitían retrotraerte a una época de glorioso esplendor. Cuando llegamos a las supuestas ruinas nos encontramos ante una llanura bordeada por un acantilado, absolutamente vacía; eso si, con un museo de mosaicos al lado y con unas piedras tiradas por ahí (como cuando en las actuales construcciones nuevas señalan las futuras habitaciones poniendo una hilera de ladrillos sobre el suelo). No había ni una piedra sobre otra. Nada de restos de arcos, ni de casas, ni de murallas, ni nada de lo que había visto en fotografía. ¿Dónde me llevaron realmente? Para mi sigue siendo un misterio.
Al día siguiente partimos hacia Hamamet, que nos habían presentado como una nueva Costa Azul, o Costa del Sol (siempre nos matizaban que sin sus errores inmobiliarios, que ellos habían hecho las cosas bien). Por el camino hicimos un alto en un “típico” mercado de especias. No se si alguna vez habéis estado en alguno. Es algo muy colorido, con un olor muy particular y con especias de todo tipo. Mi problema es que a los cinco minutos estaba totalmente mareado, saturado de los fortísimos aromas y al rato, ya era urgente la necesidad de irme de allí, mientras niños, decenas de niños, enviados por los distintos tenderetes, me intentaban vender cualquier tipo de polvo de colores. ¿Para que quería yo eso? ¿Cómo le iba a explicar yo a la Guardia Civil del aeropuerto, a mi regreso, que había ido a Túnez a comprar 200 grs. de pimienta? En fin, que no debo de ser buen turista.
Pero a lo que íbamos. En Hamamet, al fin, nos alojaron en un hotel con una pinta extraordinaria y más estrellas que el firmamento, todo nuevecito además. El inconveniente era que el personal también era nuevo. Muy sonriente, con ganas de agradar, pero olvidadizo supongo.
La primera noche detectamos que en nuestro WC no había papel higiénico. Llamamos por el teléfono interior para solicitarlo y después de disculparse nos indicaron que inmediatamente nos lo enviaban. De esto hace doce años y seguimos esperando. Menos mal que los kleenex son polivalentes. También seguimos esperando el agua embotellada que pedimos al principio de cada desayuno y que no llegó en ninguno, o el poder comer lo que solicitabas y no lo que el camarero entendía: jamás tuvo nada que ver lo que pedíamos con lo que nos trajeron. Pero nos sonreían mucho. ¿O se descojonaban de nosotros?
Pero ya conoces el refrán: a caballo regalado…
El inconveniente, que no tuvieron en cuenta cuando nos invitaron, era que no hacía aún tiempo de playa, el mar estaba frío, y la piscina del hotel estaba vacía. Me iba a ir sin sacar el bañador de la maleta. Nos querían vender Túnez como sitio de playa y nos la hacían ver de lejos.
Pero bueno, para esa noche anunciaron una fiesta ¡de disfraces! Ellos nos proporcionarían lo necesario. ¡Fenomenal!. Efectivamente, a las mujeres les prestaron unos vestidos estilo 1001 noches, vaporosos, transparentes, preciosos, pero imponibles según comentaban ellas. A nosotros nos dejaron unas chilabas y unos tradicionales pañuelos para la cabeza. Como esa chilaba se pone con pantalones debajo y el pañuelo era a cuadros blancos y negros, decidí completar el disfraz con unas gafas de sol negras. Como mido cerca de 1,90 y paso ampliamente los 100 Kg. el conjunto era, digamos llamativo: parecía un terrorista palestino cabreado (si es que alguien sabe como son) pero desde luego di el golpe. Cuando te dicen de asitir a una fiesta de disfraces, te imaginas acudir a una sala del hotel donde todos vais vestidos de gilipollas, pero que entre todos, vas a pasar desapercibido. Lo que yo no me esperaba, era que la “fiesta” consistía en tomarnos el pelo y hacernos visitar disfrazados, (ellas medio en pelotas, nosotros con pinta de gilipollas) los hoteles de 5* de la zona, aguantar un speach de cada director y tomar una copa de algo sin alcohol en cada hotel. Y fueron, al menos, 6. ¡Vaya juerga! Pero la que se corrieron los demás a nuestra costa. Os podeís imaginar las caras de los huéspedes de cada estableciminto cuando aparecía nuestro grupo disfrazado ¡Todavía la recuerdan y comentan en la zona!
En fin, volvimos al hotel frustrados y cansados pero al menos con la ilusión de visitar al día siguiente un circuito de aguas térmicas (insisto, lo que hoy llamamos spa), en el mejor hotel, justo antes de coger el vuelo de vuelta.
Nos llevaron al hotel (repitiéndonos lo maravilloso de Túnez durante el camino por enésima vez) y una vez en destino nos informan de que debido a la escasez de tiempo, pues hemos llegado tarde (?) podremos visitar conjuntamente las grandes piscinas comunes pero que los tratamientos individualizados se sortearán correspondiéndonos uno a cada uno. Había jacuzzis, baños de presión, masajes, y otras cosas más o menos apetecibles a priori. A mi me cayó en suerte un baño de lodo caliente. Jódete. Te vas hasta Túnez para jugar con el barro como cuando eras pequeño. Al menos esperaba que, ya mayorcito, no me regañaran mis padres por mancharme. Nos repartieron, según nuestra suerte en el torneo, por pequeñas dependencias que tenían los útiles propios de cada especialidad. En la mía había una ducha diminuta, una camilla y una especie de “sábana” de papel albal. Me siento en la camilla un rato, solo, pensando qué será lo que me van a hacer. Al rato, aparece un tunecino (me resisto a decir moro pese a ser lo primero que se me viene a la mente) con su tez morena, su pelo negrísimo, y sus grandes mostachos igualmente negros. En un español aceptable, me dice:
- Quítate toda la ropa y túmbate boca abajo en la camilla.
¡Jodeeeer!. ¡Jodeeeer! Que yo creía que el baño de lodo caliente era otra cosa. ¡Jodeeer! Yo no sabía que aquí le llamaban así… Con la cantidad de historias que uno ha oído... ¿Pero dónde me había metido? Allí estaba yo, en un cuartucho a solas con un descendiente de Mahoma, que me pedía que me desnudara y me pusiera mirando a Cuenca (o a La Meca en esta ocasión). En fin, una vez vencido el pánico inicial, y las ganas de salir por patas, intenté que se impusiera la lógica: te ha invitado la oficina de turismo de Túnez; es de suponer que antes de hacerte cierto tipo de “regalitos” te habrían preguntado qué querías de menú, si carne o pescado ¿no? ¿O es que en Túnez todos eran vegetarianos?
Conseguí hacer lo que me indicaba aunque, eso si, no os podéis imaginar como apretaba los glúteos, y el ¿masajista? comenzó a extenderme una capa de barro pringosísimo y logró explicarme que eran lodos marinos y algas (¿talasoterapia?) aunque por el olor parecía que había ido la semana pasada a la pescadería a recoger las sobras. Cuando finaliza me echa por encima el papel albal (inculto de mi: era una manta térmico-eléctrica) y aquello comienza a coger temperatura. El tío se va y me deja medio adormilado por el calorcito… hasta que empieza a quemar. Y la manta que no se apaga y subiendo de temperatura cada vez más. Cuando estaba a punto de mandarla a la porra y llamar a los bomberos, volvió Mohamed (nombre ficticio, cambiado para que no se identifique a los verdaderos protagonistas), la apagó y me indicó que me metiera en la ducha para quitarme la costra de barro, para entonces ya endurecido y que me hacía andar como Robocop. Pensé “qué bien, ahora una duchita y te quedas limpio y nuevo”. Y así fue, salvo que la ducha me la dio Mohamed, con su esponjita y jaboncito, a pesar de que yo le insistí en que ya tenía experiencia y sabía hacerlo solo.
Después, y ya con bañador, pude deleitarme en una gran piscina con agua circulante que te llevaba suavemente alrededor de su perímetro, con agua a varias temperaturas, chorros, géiseres, remolinos, burbujas,… en fin una delicia.
¡Ah! Y en el viaje de vuelta no nos perdieron el equipaje.
Pero ya sabéis. Analizad bien los regalos antes de abrirlos no vayan a estar envenenados...
A veces hay regalos envenenados. Te regalan algo y en el fondo, maldito favor te hacen, que mejor se hubieran estado quietecitos y se hubiesen metiesen el regalo por dónde les cupiera. Uno de estos obsequios con "doble fondo" nos lo hizo, hace unos añitos, la Oficina de Turismo de Túnez, que tuvo la amabilidad de invitarnos a unos cuantos cobayas a un viaje promocional, a fin de dar a conocer su producto, .
La perspectiva era espectacular (este adjetivo va dedicado a mi hermano). Cinco días de vacaciones, en hoteles de súper lujo, a pensión completa, con visitas turísticas y eso que luego se ha llamadado “Spa”, incluido.
Todo comenzó perfecto: un viaje en línea regular con las líneas aéreas tunecinas, que no se cayó, y aterrizó en Túnez. Allí pasamos un par de días visitando... museos de mosaicos. Mi herramienta favorita, la Wiki, define el mosaico como: Una obra compuesta de piedrecillas, terracota o vidrios de varios colores.
Como soy un completo ignorante y totalmente insensible al arte, el hecho de pasar un par de mañanas viendo trozos de piedra que representan formas geométricas de distintos colorines, colgados de las paredes de museos, todos iguales, todos viejos y todos representando las mismas figuras, pudo conmigo. El aburrimiento que me invadió pocas veces ha sido igualado. Y nada de pensar en escaquearte, porque estábamos permanentemente acompañados del “comisario político” representante del ministerio de turismo de Túnez y encargado de, en cada comida, en cada cena, en cada trayecto en autocar, contarnos lo maravilloso que era Túnez y lo poco integrista que era y lo moderno de su constitución y lo liberadas que estaban sus mujeres. Correcto. Pero ¡coño! Exactamente lo mismo en cada charla, sin cambiar nada, sin nada nuevo… Pensé que al final nos lo iban a preguntar a ver si nos lo habíamos aprendido; y estoy seguro de que hubiéramos aprobado todos.
Pues sí, fueron dos mañanas completas desde el desayuno a la comida, viendo museos de mosaicos.
Menos mal que una tarde íbamos a visitar las ruinas de Cartago. Me hacía ilusión ya que desde pequeño, cuando estudiábamos las guerras púnicas, (los de la ESO, la Logse, etc. buscadlas en la Wiki) yo iba siempre con Anibal y los cartagineses. Había buscado en los libros fotos de estas ruinas y había encontrado algo semejante a la Acrópolis ateniense o el Foro romano: ruinas si, pero que con imaginación te permitían retrotraerte a una época de glorioso esplendor. Cuando llegamos a las supuestas ruinas nos encontramos ante una llanura bordeada por un acantilado, absolutamente vacía; eso si, con un museo de mosaicos al lado y con unas piedras tiradas por ahí (como cuando en las actuales construcciones nuevas señalan las futuras habitaciones poniendo una hilera de ladrillos sobre el suelo). No había ni una piedra sobre otra. Nada de restos de arcos, ni de casas, ni de murallas, ni nada de lo que había visto en fotografía. ¿Dónde me llevaron realmente? Para mi sigue siendo un misterio.
Al día siguiente partimos hacia Hamamet, que nos habían presentado como una nueva Costa Azul, o Costa del Sol (siempre nos matizaban que sin sus errores inmobiliarios, que ellos habían hecho las cosas bien). Por el camino hicimos un alto en un “típico” mercado de especias. No se si alguna vez habéis estado en alguno. Es algo muy colorido, con un olor muy particular y con especias de todo tipo. Mi problema es que a los cinco minutos estaba totalmente mareado, saturado de los fortísimos aromas y al rato, ya era urgente la necesidad de irme de allí, mientras niños, decenas de niños, enviados por los distintos tenderetes, me intentaban vender cualquier tipo de polvo de colores. ¿Para que quería yo eso? ¿Cómo le iba a explicar yo a la Guardia Civil del aeropuerto, a mi regreso, que había ido a Túnez a comprar 200 grs. de pimienta? En fin, que no debo de ser buen turista.
Pero a lo que íbamos. En Hamamet, al fin, nos alojaron en un hotel con una pinta extraordinaria y más estrellas que el firmamento, todo nuevecito además. El inconveniente era que el personal también era nuevo. Muy sonriente, con ganas de agradar, pero olvidadizo supongo.
La primera noche detectamos que en nuestro WC no había papel higiénico. Llamamos por el teléfono interior para solicitarlo y después de disculparse nos indicaron que inmediatamente nos lo enviaban. De esto hace doce años y seguimos esperando. Menos mal que los kleenex son polivalentes. También seguimos esperando el agua embotellada que pedimos al principio de cada desayuno y que no llegó en ninguno, o el poder comer lo que solicitabas y no lo que el camarero entendía: jamás tuvo nada que ver lo que pedíamos con lo que nos trajeron. Pero nos sonreían mucho. ¿O se descojonaban de nosotros?
Pero ya conoces el refrán: a caballo regalado…
El inconveniente, que no tuvieron en cuenta cuando nos invitaron, era que no hacía aún tiempo de playa, el mar estaba frío, y la piscina del hotel estaba vacía. Me iba a ir sin sacar el bañador de la maleta. Nos querían vender Túnez como sitio de playa y nos la hacían ver de lejos.
Pero bueno, para esa noche anunciaron una fiesta ¡de disfraces! Ellos nos proporcionarían lo necesario. ¡Fenomenal!. Efectivamente, a las mujeres les prestaron unos vestidos estilo 1001 noches, vaporosos, transparentes, preciosos, pero imponibles según comentaban ellas. A nosotros nos dejaron unas chilabas y unos tradicionales pañuelos para la cabeza. Como esa chilaba se pone con pantalones debajo y el pañuelo era a cuadros blancos y negros, decidí completar el disfraz con unas gafas de sol negras. Como mido cerca de 1,90 y paso ampliamente los 100 Kg. el conjunto era, digamos llamativo: parecía un terrorista palestino cabreado (si es que alguien sabe como son) pero desde luego di el golpe. Cuando te dicen de asitir a una fiesta de disfraces, te imaginas acudir a una sala del hotel donde todos vais vestidos de gilipollas, pero que entre todos, vas a pasar desapercibido. Lo que yo no me esperaba, era que la “fiesta” consistía en tomarnos el pelo y hacernos visitar disfrazados, (ellas medio en pelotas, nosotros con pinta de gilipollas) los hoteles de 5* de la zona, aguantar un speach de cada director y tomar una copa de algo sin alcohol en cada hotel. Y fueron, al menos, 6. ¡Vaya juerga! Pero la que se corrieron los demás a nuestra costa. Os podeís imaginar las caras de los huéspedes de cada estableciminto cuando aparecía nuestro grupo disfrazado ¡Todavía la recuerdan y comentan en la zona!
En fin, volvimos al hotel frustrados y cansados pero al menos con la ilusión de visitar al día siguiente un circuito de aguas térmicas (insisto, lo que hoy llamamos spa), en el mejor hotel, justo antes de coger el vuelo de vuelta.
Nos llevaron al hotel (repitiéndonos lo maravilloso de Túnez durante el camino por enésima vez) y una vez en destino nos informan de que debido a la escasez de tiempo, pues hemos llegado tarde (?) podremos visitar conjuntamente las grandes piscinas comunes pero que los tratamientos individualizados se sortearán correspondiéndonos uno a cada uno. Había jacuzzis, baños de presión, masajes, y otras cosas más o menos apetecibles a priori. A mi me cayó en suerte un baño de lodo caliente. Jódete. Te vas hasta Túnez para jugar con el barro como cuando eras pequeño. Al menos esperaba que, ya mayorcito, no me regañaran mis padres por mancharme. Nos repartieron, según nuestra suerte en el torneo, por pequeñas dependencias que tenían los útiles propios de cada especialidad. En la mía había una ducha diminuta, una camilla y una especie de “sábana” de papel albal. Me siento en la camilla un rato, solo, pensando qué será lo que me van a hacer. Al rato, aparece un tunecino (me resisto a decir moro pese a ser lo primero que se me viene a la mente) con su tez morena, su pelo negrísimo, y sus grandes mostachos igualmente negros. En un español aceptable, me dice:
- Quítate toda la ropa y túmbate boca abajo en la camilla.
¡Jodeeeer!. ¡Jodeeeer! Que yo creía que el baño de lodo caliente era otra cosa. ¡Jodeeer! Yo no sabía que aquí le llamaban así… Con la cantidad de historias que uno ha oído... ¿Pero dónde me había metido? Allí estaba yo, en un cuartucho a solas con un descendiente de Mahoma, que me pedía que me desnudara y me pusiera mirando a Cuenca (o a La Meca en esta ocasión). En fin, una vez vencido el pánico inicial, y las ganas de salir por patas, intenté que se impusiera la lógica: te ha invitado la oficina de turismo de Túnez; es de suponer que antes de hacerte cierto tipo de “regalitos” te habrían preguntado qué querías de menú, si carne o pescado ¿no? ¿O es que en Túnez todos eran vegetarianos?
Conseguí hacer lo que me indicaba aunque, eso si, no os podéis imaginar como apretaba los glúteos, y el ¿masajista? comenzó a extenderme una capa de barro pringosísimo y logró explicarme que eran lodos marinos y algas (¿talasoterapia?) aunque por el olor parecía que había ido la semana pasada a la pescadería a recoger las sobras. Cuando finaliza me echa por encima el papel albal (inculto de mi: era una manta térmico-eléctrica) y aquello comienza a coger temperatura. El tío se va y me deja medio adormilado por el calorcito… hasta que empieza a quemar. Y la manta que no se apaga y subiendo de temperatura cada vez más. Cuando estaba a punto de mandarla a la porra y llamar a los bomberos, volvió Mohamed (nombre ficticio, cambiado para que no se identifique a los verdaderos protagonistas), la apagó y me indicó que me metiera en la ducha para quitarme la costra de barro, para entonces ya endurecido y que me hacía andar como Robocop. Pensé “qué bien, ahora una duchita y te quedas limpio y nuevo”. Y así fue, salvo que la ducha me la dio Mohamed, con su esponjita y jaboncito, a pesar de que yo le insistí en que ya tenía experiencia y sabía hacerlo solo.
Después, y ya con bañador, pude deleitarme en una gran piscina con agua circulante que te llevaba suavemente alrededor de su perímetro, con agua a varias temperaturas, chorros, géiseres, remolinos, burbujas,… en fin una delicia.
¡Ah! Y en el viaje de vuelta no nos perdieron el equipaje.
Pero ya sabéis. Analizad bien los regalos antes de abrirlos no vayan a estar envenenados...
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