jueves

Para románticos, para ilusos, para fantasiosos, para ellas...

Esta mañana, en el atasco, he oído una noticia curiosa. Luego la he buscado y encontrado en la red: "HACE 36 AÑOS QUE BUSCA A UNA CHICA QUE BESÓ UNA VEZ Y NUNCA PUDO OLVIDAR"
La noticia me ha llamado la atención pues así, a botepronto, te resaltan varias cosas. Pero leed primero de qué va el tema:

El recuerdo de un beso dirigió los pasos de Donald Cunningham durante los últimos 36 años. Ha recorrido los Estados Unidos varias veces, y ha gastado una fortuna intentando reencontrarse con la mujer que lo marcó para siempre con sólo posar sus labios sobre él.

Este camionero solitario de Texas no encuentra cura para su corazón roto. A pesar de haber sobrevivido al horror de la guerra de Vietnam este recio conductor sucumbe al desconsuelo de no poder hallar a esa muchacha que nunca le dijo su nombre. En un impulso, ella lo besó en un ascensor de la Estación Naval de Norfolk.Como el detective de un "road movie" norteamericano, Cunningham sigue pistas de un estado a otro, y recientemente, le informaron que la mujer de pequeña estatura, pelo castaño y ojos café que él busca puede ser Patricia Turner de Filadelfia. Anteriores indicios habían arrojado otros nombres, así que pagó un anuncio gigante en la carretera interestatal 676 donde con grandes letras amarillas informa "busco a ex cadete naval Patricia Turner, Sandy Durpree o Antoinette Puglisi 1-800-696-3084 Gold88mp@aol.com".

Según explica Cunningham él la había visto en la base naval varias veces a lo largo de tres meses y le pareció hermosa. Un día, el destino quiso que tomaran el mismo ascensor. Ellos solos. Él la miró y detuvo el elevador. La besó y ella respondió tomándolo de la nuca y estrechándolo contra ella. No notaron cuando empezaron a subir, ni cuando la puerta se abrió.

Oficiales de alto rango les reprendieron por violar las reglas de la base. A él le asignaron a un camión fuera de la estación y sólo la pudo volver a verla dos veces... de lejos.

Nunca llegó a preguntarle su nombre.

¡Debió de ser todo un beso!.

Como os comentaba, de aquí deducimos varias cosas:




  • Como dice el corolario de la noticia, debió de ser un beso de la leche.


  • Yo también quiero la marca de dentífrico que usaba ella.


  • 36 años buscando. Los Estados Unidos son muy muy muy grandes.


  • Todavía quedan románticos.


  • Todavía quedan ilusos porque, hombre con cremas y tal, a lo mejor, pero 36 años son 36 años y es posible que la interfecta ya no sea la preciosidad que le besó en el ascensor.


  • En Estados Unidos hay pocas mujeres que besen bien porque, si encuentras una, debes de pasar el resto de tu vida buscándola.


  • ¿Qué ambientador usan en los ascensores de Estados Unidos?


  • Hay gente muy aburrida.


¿Qué os sugiere a vosotros?. Por favor, abstenerse románticas empedernidas con comentenarios del tipo "Jo, que bonitoooo". Eso no es bonito. Es una putada. Queda bien en un periódico pero él debe de estar hasta las narices de estar de aquí para allá (¡oye, qué buena excusa para no casarte y hacer lo que te da la gana y quedar como dios!) y ella, si se acuerda (él no usaba la misma marca de dentífrico) tiene que pensar que es un inútil: 36 años y sigue buscando. Vamos que cuando por la mañana no encuentra las llaves del camión, ese mes no cobra por lo que tarda en encontrarlas... Repito, eso no es "bonitoooo...", es una cabronada.


miércoles

El entierro de la sardina. El discurso de Gallardón

Os copio el texto completo del discurso en el Entierro de la Sardina del Alcalde de Madrid. No es mi Alcalde (porque no vivo en la ciudad, malpensados) ni estoy de acuerdo con él en la inmensa mayoría de las cosas. Ahora, es cierto que divertido, sí que me parece en algunas ocasiones. Ha recuperado una aire, en cierta lejana forma, al estilo de Tierno para los discursos y deja amplio margen para la interpretación, especulación y dobles intenciones que hacen las delicias de tertulianos y comentaristas. Olvidaros, por una vez, del fondo, centrándoos únicamente en la forma, contemplad sus finas ironías y disfrutad jugando a adivinar el requiebro. Que os divirtáis:

"Gente de capa da vuelta a las calles", dijo el gran Ramón, y ese runrún, que llega ahora hasta este Patio de Cristales, va a ser que la sufrida sardina ha regresado. ¡Admirable constancia! Porque ningún año queda de ella ni la espina, y aún así, fiel a la tétrica cita, acude a deleitarnos con su presencia espeluznante... Pasen pues, alegres cofrades, y velen a sus anchas a la finada, que, bien mirado, así lo merece tanto justo que por pecador ha pagado. ¿O es que acaso no es la difunta la única que con su martirio y su entereza ha intentado redimirnos de este general desbarajuste? ¿Quién negará que es ella la que, después de tanta algarabía, tanto derroche y tanta burbuja, no viene a recordarnos ahora, con espíritu de rebajas, que todas las pompas son fúnebres y que sólo los discretos las vieron venir?

Un disgusto este deceso, vaya. Pero un disgusto generoso y cabal, de los que valen a otros para escarmentar. Lo que se llama un sacrificio. Yo les contaré cómo ha sido, aunque me tienen que prometer que van a tomarme a pies juntillas, sin quitar ni poner, que luego vienen los exégetas del antruejo y ven fantasmas donde no los hay. Y es que ya saben que campan por la Villa palabreros y murmuradores, analistas y hermeneutas, almas de confidencial y tertulia diaria, qué digo diaria, ¡horaria!, y que cuando el diablo no sabe qué hacer mata moscas con el rabo o le busca las entrelíneas al Entierro de la Sardina, que es ceremonia transparente como estos caballeros. Pero que quede claro que, como dijo nuestro querido Larra, en marzo hará dos siglos nacido, Todo el año es carnaval y no hay para qué esperar de este día ninguna chanza singular. Habló Mariano -Mariano... José de Larra-, y yo todo lo de Mariano lo hago mío: "Pues en verdad que es mi mayor deseo ir con la corriente de las cosas -escribió el bachiller- sin andarme a buscar cotufas en el golfo, ni el mal fuera de mi casa, cuando dentro de ella tengo el bien".

En fin. La cosa es que esta vez, en pleno Cow Parade, la menesterosa había llegado a Madrid entre vacas. Claro que ella no se ha engañado un minuto, porque en cuanto las ha visto sabía ya que eran vacas flacas... Y no es que la estrechez le haya cogido de nuevas, porque es pescado modesto, de vida ordenada y costumbres solidarias, que no se aleja nunca del cardumen si no es para dejarse caer por Madrid estos días a echar una canita al aire. Hasta le consoló saber que sus primas ricas, la anchoa y el arenque, ya no pueden mirarla por encima del hombro, digo de la branquia, porque tal y como están las cosas la señora en todas las casas va a ser pronto ella. Pero, con todo, de la impresión, así se ha quedado en unos días la pobrecita, que no hay más que verla, ¡en la raspa! Con la ilusión intacta, eso sí, pero repitiendo el disfraz de escamas del baile pasado, remendadito y tan apañado, después de años de esplendor y frenesí multicolor en los que, a decir de los expertos, Don Carnal había hecho de su capa un sayo, comprando, vendiendo y más que nada especulando, poniendo en riesgo, en suma -o en resta-, el beneficio de los pequeños, de entre cuyas filas surge siempre la humilde sardina, que de este perro mundo se va como vino, con una aleta delante y otra detrás...

De modo que a nuestra buena amiga casi no le ha dado tiempo ni a reparar en que, en vez de Don Carnal y Doña Cuaresma, este año andaban enzarzados keynesianos y monetaristas, socialdemócratas y liberales, globalizadores y proteccionistas, quienes, a su manera, vienen a ser cada uno un trasunto de aquellos dos, y, para que ustedes me entiendan, como los tirios y troyanos del maldito parné. Y aún así, la infortunada se ha enterado de todo, sólo con vernos la cara. Porque, ¿cómo no identificarnos con esta mortificada especie, cuando el ciudadano esforzado y trabajador tiene a veces la dolorosa sensación de estar, como ella, mordiendo anzuelos todo el día? Que si los bancos, que si el euribor, que si la liquidez... ¡Liquidez! ¿Qué vamos a explicarle nosotros de liquidez a este pez sobresaltado, si unos vivimos agobiados por el enfriamiento de la economía y ella no duerme de pensar en el calentamiento de los océanos? Que nadie está ya en su sitio tranquilo, y lo que hasta ayer parecía cotidiano es hoy desvelo.

Al final ha sido todo muy rápido, un suspiro, lo que tarda en desplomarse un Dow Jones o el Ibex 35. Y sólo nos queda el consuelo de esperar que el paso fugaz de la sardina por este pretencioso mundo en recesión sirva para que el ciclo perpetuo del carnaval, con su imperecedera promesa de renacimiento y renovación, con su bulliciosa alternancia de alegrías y tristezas, de opulencias y penurias, nos infunda más confianza en el futuro que los incomprensibles ciclos Kondratieff, y pueda incorporarse por fin a la ciencia -es un decir- económica. Quizá así, a fuerza de secarnos las lágrimas y sacudirnos la ceniza, apretando la mandíbula todos los días, haciendo de la necesidad virtud -qué otra cosa representa si no la sardina-, podamos esperar el regreso redentor del Carnaval en medio de esta desolación invernal, logrando que la Cuaresma que nos acecha dure cuarenta días y no cuarenta años...

Claro que, si me guardan el secreto, yo tengo un plan... Porque el viernes confié la ciudad al barón de Coubertin, acompañado de todo su olímpico séquito, por ver si le coge gusto y decide trasladarse a Madrid hasta 2016. A estas alturas, no es ya cosa suya, pero me han dicho que el barón aún conserva alguna influencia en Lausana, así que vamos a ver. A mí me consta que él la ha corrido estos días en grande, y ahora, como no hay mayor prueba de lo serio que nos tomamos el asunto que el hecho de que nos lo tomemos a broma, tendremos que conseguir lo propio con sus colegas. Así que pido a los madrileños que se recaten, se esmeren y se vuelquen, que es lo que toca cuando los señores inspectores del Comité Olímpico Internacional vengan a visitarnos dentro de poco. Hagan el favor, ciudadanos, de comportarse, que más difícil lo tengo yo, que cambié con Coubertin las llaves de la villa por los aros olímpicos, y a fe que me cuesta deshacer el trueque ahora que ya me había hecho a la idea.

Pese a esas pasajeras expansiones, no me quito a la desdichada de la cabeza. La sardina, discípula aplicadísima de Nietzsche, reflexiona, en su eterno retorno cada miércoles de ceniza, acerca de su propio destino. Y hoy, antes de dar los últimos coletazos, se ha despedido de nosotros con las palabras transidas de Zaratustra: "¡Yo he visto morir todas las visiones y todos los consuelos de mi juventud! ¿Cómo he podido soportarlo? ¿Cómo he podido tolerar y sobreponerme a semejantes heridas?" Luego ha boqueado, y, con un destello efímero en sus ojos opacos de peje moribundo, ha exclamado, antes de expirar: "¡Sólo donde hay sepulcros hay resurrecciones!"

Descanse en paz.

Alberto Ruiz Gallardón
Alcalde de Madrid
Discurso en el Entierro de la Sardina
Madrid, 25 de febrero de 2009

Las penas de cárcel en España

He leído hoy en El País un, a mi juicio, interesante artículo sobre la pena de cárcel, la cadena perpetua y el cumplimiento de penas en nuestro país. Os resumo lo más interesante:
"Que se incluya la palabra cadena perpetua en el Código Penal". "La cadena perpetua habría evitado muchas muertes". "Hace falta un referéndum". "Si hay que cambiar la Constitución, que se cambie". Los padres de Marta del Castillo, la joven asesinada en Sevilla por un ex novio, y los de Mari Luz, la niña muerta a manos de un pederasta en marzo del año pasado, han abierto de nuevo el debate sobre la necesidad de incluir la cadena perpetua en la ley. Una vez más, se alzan voces quejosas por la benevolencia del sistema penal español. Sin embargo, la benevolencia no es tal. El Código Penal de 1995, sus sucesivas reformas y su aplicación han supuesto que España tenga uno de los porcentajes más altos de presos en toda Europa; que los internos cumplan prácticamente toda su pena dentro de la cárcel y que haya, de hecho, una cadena casi perpetua, de 30 o 40 años.¿Cómo se alienta la polémica? El tratamiento mediático del brutal asesinato de Marta del Castillo -con menores acudiendo al plató para dar detalles del suceso y un seguimiento desmesurado del caso- ha provocado intensos y constantes debates por parte de todo tipo de tertulianos en programas del corazón que se erigen en expertos legales y asientan en la opinión pública la falsa creencia de que los presos en España apenas pasan tiempo en la cárcel. Y no son sólo los tertulianos los que inducen al error. También los políticos contribuyen a ello. El presidente Zapatero recibió ayer al padre de Marta del Castillo y le aseguró que apuesta y trabaja por el cumplimiento íntegro de las penas, aunque matizó que una pena de 30 años, ya prevista en la ley, es "como si fuera una cadena perpetua". El presidente del PP, Mariano Rajoy, abogó en un acto electoral en Galicia por el endurecimiento de las penas en casos de crímenes contra menores, por el cumplimiento íntegro de las condenas para los asesinos y por la revisión de los beneficios penitenciarios, medidas que su grupo presentará en el Congreso en forma de proposición no de ley. Rajoy explicó además que esta iniciativa se presenta por el asesinato de Marta del Castillo, al igual que ya se había hecho anteriormente en el caso de la niña Mari Luz. Una vez más, se asoma el peligro de legislar a golpe de suceso.A pesar de la convicción contraria de parte de la opinión pública, lo cierto es que las leyes penales llevan endureciéndose sin pausa desde principios de los noventa, como explica el profesor de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Barcelona José Cid en El incremento de la población reclusa en España entre 1996 y 2006. La Constitución de 1978 obliga a que las penas estén orientadas "hacia la reeducación y reinserción social", incompatible con meter a alguien en la cárcel el resto de su vida, pero el Código Penal de 1995 prevé en estos momentos penas muy largas: de 30 años si el reo ha sido castigado por dos o más delitos y alguno de ellos tiene prevista una pena de más de 20 (como el asesinato) o de 40 años si al menos dos de los delitos cometidos tienen una pena de más de 20. También se puede castigar con 40 años de cárcel la comisión de dos o más delitos de terrorismo.Las penas son largas, pero ¿se cumplen o salen los presos enseguida a la calle? Las estadísticas contradicen esta creencia popular. El número de personas encarceladas aumentó un 43% en apenas 10 años, entre 1996 y 2006. Y este dato no supone, según los estudios del profesor de Derecho Penal José Cid, que entren más personas en prisión, sino que pasan más tiempo dentro. El tiempo medio de estancia en prisión casi se ha duplicado desde la entrada en vigor del nuevo Código Penal. Pasó de 9 meses en 1996 a 16 meses en 2004. La razón: el incremento de la duración de las condenas, la abolición de la redención de penas por el trabajo, el poco uso que dan los jueces a las penas alternativas y la cada vez más escasa aplicación de algunos mecanismos importantes de reinserción social como la libertad condicional.La libertad condicional no es fácil de conseguir en estos momentos. En 2006 se concedieron, en proporción al número de condenados, menos de la mitad que en 1996. Se ha pasado, en 10 años, de 26 libertades condicionales por cada 100 condenados a 11. El Código Penal de 1995 ya endureció las condiciones para obtenerla, y en 2003 hubo una reforma específica para dificultarla aún más. Como explica José Cid, "sólo una minoría de personas, en torno a una cuarta parte de la población reclusa condenada, se beneficia de los principales instrumentos de reinserción establecidos en la ley penitenciaria mientras que aproximadamente tres cuartas partes de las personas extinguen su pena sin que exista un regreso escalonado a la comunidad".En países de nuestro entorno como Francia, Reino Unido, Italia, Holanda o Alemania, donde se supone que existe la cadena perpetua, en realidad es una pena que se puede -y debe- revisar y que difícilmente dura más de 30 o 40 años. "Nominalmente ellos tienen cadena perpetua y nosotros no", explica el magistrado de la Audiencia Nacional Ramón Sáez. "Pero el cumplimiento efectivo de las penas al final es mayor en España que en muchos de estos países, porque aquí no hay revisión posible de la condena impuesta".En Italia, por ejemplo, a los 26 años se examina el caso para ver si la persona debe seguir en prisión. En Alemania, la condena tiene que revisarse a los 15 años, tras los cuales se podría conceder la libertad condicional -la media de cumplimiento de este tipo de pena era de 19 años en 1998-. En Francia también existen varias posibilidades para analizar la situación del reo después de los primeros 15 años, y Reino Unido y Holanda también tienen mecanismos de revisión que, en la práctica, hacen muy inusual que una persona pase en la cárcel hasta el fin de sus días.Durante el periodo constituyente se excluyó la pena de muerte y también, a través de la necesaria reinserción de las penas, la cadena perpetua. El Derecho Penal dejaba de ser un modelo de venganza para recuperar al delincuente. Se excluían las medidas definitivas y absolutas, y los primeros borradores del Código hablaban de límites de 15 o 20 años de la pena de prisión. Sin embargo, a lo largo de los años, y muchas veces para contentar a una sociedad consternada por el terrorismo o por asesinatos y violaciones salvajes, se fueron endureciendo las penas hasta llegar a los actuales 40 años."Ya es discutible que el actual cuadro de sanciones sea constitucional", opina Octavio García, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Málaga. "En España no hay un grave problema de inseguridad. No es un problema real. Sin embargo, abrimos permanentemente un debate que siempre acaba con la petición de sanciones más graves porque las víctimas se arrogan el derecho a decidir cómo deben resolverse los conflictos". "A los padres que sufren estas tragedias hay que darles todo lo que pidan, pero no convertirlos en portavoces de la opinión pública", coincide el magistrado Sáez. "No tiene sentido que los políticos se presten a esto ni que se legisle así. Lo que hay que hacer es pedagogía".

EL PAÍS.- MÓNICA C. BELAZA.- 25/02/2009

Mi pataleta con Gas Natural

Esta no es una entrada al uso de este blog. Es Gas Natural tomándome el pelo.
Es una pataleta. La mía
Es la rabia que siento ante la impotencia de intentar razonar, y obtener lo que es mío, contra la gran empresa monopolizadora real de un servicio que hace lo que le viene en gana y te tima y además se pitorrea.
Historia resumida:

Hace 17 meses comerciales de una contrata de Gas Natural me hacen una oferta por la cual:

- Me canalizan el gas hasta la puerta de casa.
- Me cambian la caldera y me financian la nueva en 3 años sin intereses.
- Me regalan el alta y el alquiler mensual del contador.
- Me puedo acoger a una tarifa plana de mi elección.

Me pareció una buena oferta y acepté la misma. Se firmaron todos los papeles y en breve comenzaron las obras. Se retrasó un poco la puesta en marcha pero a los cinco meses estaba ya el gas entrando en casa.

Llega el primer recibo: no hay tarifa plana. Cobran el consumo real, el alquiler del contador. Y el alta, que solita subía a los 500 €.

Hablo con ellos, les expongo el caso y acuerdo pagar el consumo real en espera de que sus “problemas internos de no se qué departamento” se solucionen y me puedan aplicar las condiciones firmadas. Comienzo a pagar mensualmente y religiosamente, la caldera de las narices. Lo mismo en la segunda factura.

A los tres meses recibo un certificado en el que me conminaba a pagar el alta y los alquileres debidos en 24 h. o me cortaban el suministro (a pesar de ser invierno, depender la calefacción de ello y tener un niño de 3 años entonces).

Me pongo reiteradamente en contacto con ellos, dándome la razón siempre, pero indicándome que el tema del alta/corte de gas va por otro camino y ellos no pueden impedir que se ejecute si no pago. Que pague que no me preocupe que “ya me lo devolverán”. Acongojado pago los quinientos y pico euros.

Han pasado 12 meses. He hablado con ellos, al menos, una vez por semana. Me han dado la razón siempre… pero no me han devuelto nada y sigo pagando el consumo real sin tarifa plana más el alquiler del contador.

La última indicación que me han dado ellos mismos, los de Gas Natural, es que les denuncie o vaya a algún tipo de organización de consumidores porque si no, no me van a hacer caso (¿?)
Y cada factura que pago me da una rabia…

No es que tenga excesiva importancia, pero esos quinientos euros son míos, coño. Me toman el pelo, me engañan, me fastidian. Es la sensación de hablar con máquinas, insensibles, impertérritas, ineficaces e imposibles. Que se vayan a la mierda, leches.

(Por lo menos, el pataleo me ha dejado algo más relajado. Gracias por escucharme)

jueves

Hombres y Mujeres. Mujeres y Hombres.

Los chistes, historietas, refranes, etc. que hacen referencia al “contencioso” hombre-mujer son siempre los que más gracias me hacen. Tal vez porque es algo que todos entendemos, basados en unos arquetipos y clichés totalmente reconocibles y que atañe a algo que a todos nos interesa. En un par de días me han contado un chiste, me han enviado por email otro y lo tercero lo escuché anoche por TV (por lo que seguramente será mentira pero…). Ahí van:

Un joven y empeñoso abogado, sin mucha experiencia de la vida, descubrió que heredaría una cuantiosa fortuna cuando su padre enfermo terminal, muriese.
Decidió que precisaba conocer la vida y dar con una mujer acorde su futuro estatus. Como no tenía grandes relaciones, decidió acudir al mejor bar de la ciudad, donde se juntaba lo mas granado de la sociedad local.
Se fijó en una abogada, espectacularmente guapa. La más bonita que jamás había visto. Su belleza natural era la admiración de todos los parroquianos, que la asediaban sin que ella les hiciera caso.
El se acercó como pudo y cuando estuvo a su lado le dijo:
“Puedo parecer un abogado común, pero en poco tiempo mi padre va a morir y heredaré 60 millones de euros.”
Esta forma de comenzar despertó el interés de la abogada que le prestó atención. Comenzaron a hablar, tomaron unas copas, cenaron y finalmente, impresionada la hermosa y brillante abogada, se dirigieron a casa de él a pasar la noche.
Tres días después se transformó en su madrastra.
MORALEJA: Los abogados pueden ser muy jodidos, pero las abogadas, además, son mujeres.


Como comentaba al principio, anoche en la TV escuché una noticia que exponía un estudio realizado por un sacerdote católico a partir de las confesiones recibidas durante un cierto periodo de tiempo. Según sus conclusiones (no contrastables por la metodología empleada en el estudio)

Los principales pecados de los hombres son, por este orden:

1.- Lujuria
2.- Gula
3.- Pereza

Y por el contrario, las mujeres son más proclives a:

1.- Soberbia
2.- Envidia
3.- Ira

Por cierto, no me acuerdo muy bien, pero creo que había 7 pecados de los "gordos" ¿no?, así que hay uno que no tiene mucho éxito.

En fin, será por eso de la envidia y porque las mujeres creen que los hombres somos más simples que el mecanismo de un chupete, que una mujer me envió el siguiente correo:

¿POR QUÉ LOS HOMBRES NO SE DEPRIMEN?

- Conservan su apellido.

- El garaje es todo suyo.

- La preparación de la boda se hace sola.

- El chocolate es algo que se come, simplemente.

- Nunca te quedas embarazado.

- Los mecánicos te cuentan la verdad.

- El mundo es tu orinal.

- Nunca tienes que conducir hasta la próxima gasolinera porque en ésta los lavabos están sucios.

- Mismo trabajo, mayor salario.

- Las arrugas añaden carácter

- La gente nunca te mira las tetas cuando están hablando contigo.

- Los zapatos nuevos no duelen o te destrozan los pies.

- Las conversaciones telefónicas duran 30 segundos.

- Unas vacaciones de 5 días necesitan sólo una maleta.

- Puedes abrir todos tus tarros y frascos sin ayuda

- Tu ropa interior cuesta 8,90 €, en pack de tres y tres pares de zapatos son más que suficientes.
- Eres incapaz de ver arrugas en tu traje.

- Todo en tu cara permanece en su color original.

- El mismo peinado te dura años, quizás décadas.

- Sólo te tienes que afeitar la cara.

- Puedes jugar con juguetes toda tu vida.

- Una cartera y un par de zapatos son suficientes

- Un único color es válido para todas las estaciones.

- Puedes llevar pantalones cortos independientemente de cómo tengas tus piernas.

- Puedes "hacerte" las uñas con una navajita de bolsillo.

- Puedes escoger si quieres dejarte bigote.

- Puedes comprar los regalos de Navidad para 25 parientes, el 24 de diciembre, en 25 minutos.

Conclusión: ¡No me extraña que los hombres sean más felices!


Por último, y por si alguien tiene tiempo libre, le dejo el siguiente rompecabezas:

La policía acude a la casa dónde se había encontrado un cadáver, junto a la siguiente nota:
“No culpe a nadie de mi muerte, me quité la vida porque en dos días más que viviera no se quién sería. Verá usted señor Juez. Tuve la desgracia de casarme con una viuda, ésta tenía una hija; mi padre por desgracia era viudo, se enamoró y se casó con la hija de mi mujer, de manera que mi esposa era la suegra de mi padre, mi hijastra se convirtió en mi madrastra y mi padre era al mismo tiempo mi yerno. Al poco tiempo mi madrastra trajo al mundo un varón que era mi hermano, pero era nieto de mi mujer, de manera que yo era el abuelo de mi hermano. Con el correr del tiempo mi mujer trajo al mundo un varón, que como era hermano de mi madrastra, era cuñado de mi padre y tío de su hijo, mi mujer era nuera de su propio hijo y yo en cambio padre de mi madre; mi padre, mi madre y mi mujer son mis hijos; mi padre y mi mujer son mis hermanos; mi mujer es mi abuela, ya que es la madre de la mujer de mi padre y además yo soy mi propio abuelo.
Ya vera usted señor Juez, me despedí del mundo porque no sé quién soy.”

¿Alguien se atreve a dibujar el árbol genealógico del fallecido?

martes

Maruja y Miguel. Relato (Blogguercedario).

Alguna vez os he comentado mi participación en el Blogguercedario. Se trata de escribir un texto, extensión y tema libres, cuya única condición es que su título sea la última frase del relato anterior. Este es el mío de esta semana. Espero que os guste:


Porque nunca me había manejado bien en esas situaciones. Me consideraba un “torpe social”. Conseguir decir los tópicos adecuados en embarazos, bodas, entierros, bautizos, cumpleaños y demás situaciones, se me hacía muy cuesta arriba. En mi mente las planteaba bien, claramente, pero la lengua luego se me tornaba torpe y terminaba balbuceando bajito y atropelladamente, la mitad de lo que había planeado.

Una mujer desconocida, vestida de negro de la cabeza a los pies, me abrió la puerta y me cedió el paso. Me interné, a través de un largo pasillo, hacia la habitación que se abría al fondo y de la que surgía un murmullo monótono, femenino, escalofriante. Me quedé plantado en la puerta recogiendo, absorbiendo lentamente la escena. Un corro de mujeres, ataviadas de similar manera a la que me había abierto la puerta, sentadas en sillas, musitaban lo que supuso era una oración, que se veía interrumpida con frecuencia por sollozos, hipidos y ayes desgarradores. En el centro, y entre cuatro grandes velones que llenaban el aire de olor a cera, se encontraba el féretro, abierto, en cuyo interior reposaba el cuerpo de un varón como de unos ochenta años. Ataviado con traje negro -¿sería el de su boda?- camisa blanca, y corbata negra, conservando aún una buena mata de pelo todo blanco, y con una expresión adusta que desdecía el cliché de la placidez de la muerte, le habían colocado alrededor de la cabeza, como si le pudiesen doler aún las muelas, un pañuelo blanco para sujetarle la mandíbula. Miguel.

Rápidamente eché un vistazo buscándola y allí, semiescondida entre las plañideras, la localicé. Maruja. Pequeña, frágil, más anciana que nunca, con un pañuelo oscuro en la cabeza, era la única que no lloraba, que no rezaba. Simplemente miraba, con inmensa pena a Miguel. A su marido durante tantos años…

Recordé la primera vez que les vi. Hace muchos, muchísimos años. Iba yo con mis padres de visita, de esas visitas que antes se hacían los domingos, a casa de unos familiares lejanos. Nunca conseguí ubicarme en el parentesco que supuestamente nos unía (¿he dicho ya que soy un torpe social?). A pesar de tener una edad similar a las de mis progenitores, él, ella, eran algo así como tíos segundos de mi padre. Por aquello de las familias extensas que hace tiempo existían, él era el hermano pequeño, mi abuela la hija mayor de dos primas o no se qué. Noté alegría en mi padre al saludar a Miguel, al que para facilitarme las cosas, me dijeron que llamara simplemente tío. Mi tío Miguel. Me presentaron a Maruja, su mujer. Nunca supe cuál era realmente el nombre de Maruja. Simplemente era Maruja para todos.

Yo estaba convencido de que mis padres se querían. De hecho, en aquella época estaba convencido de que todos los matrimonios se querían, pues estaban casados ¿no? Que sencillo y claro es el mundo cuando eres pequeño… Sin embargo en esta pareja noté algo especial, algo distinto que por supuesto no supe definir. Estaban permanentemente pendientes el uno del otro. Sonreían mucho. Se sonreían mucho el uno al otro. Miguel, alto, fuerte, poderoso, con voz de trueno, le gastaba bromas continuamente a Maruja, riendo con ganas, con unas carcajadas que luego, años más tarde, cuando Papá Noel desembarcó en España, le copió. Ella, Maruja, pelirroja en una época en que ese color era desconocido, le protestaba las bromas riendo aún con más ganas. Era fácil sorprender una mirada brillante, cómplice, entre ellos.

Me sorprendió mucho que él se levantara para poner la mesa con ella para la merienda que íbamos a tomar. Le hablaba de una forma especial, no supe cómo explicar, pero era distinto de lo que yo veía en todas las casas. Muy dulce.

Él, Miguel, a pesar de tener, como he dicho, la edad de mi padre, era un estupendo compañero de juegos. Era la primera vez que encontraba a un adulto, esa rara especie incomprensible, que de verdad sabía jugar. Y lo pasé en grande. Además, tenía un palomar y me enseñó cosas muy interesantes y ¡pude coger una! Maruja nos había preparado una merienda riquísima. Y me daba conversación haciéndome participar, y sabía preguntarme, además de “¿Qué tal en el cole?”, cosas que me permitían explayarme, algo desacostumbrado en mi.

A lo largo de los años todas las veces que les vi saqué la misma conclusión. Eran un matrimonio feliz, les gustaban los niños, se encontraban muy a gusto el uno con el otro. Lo único que me extrañaba era que no tenían hijos en una época en que la cifra normal eran, al menos, tres.

Un día le pregunté a mi padre, el cual, quizá considerándome ya mayor para entender algunas cosas me explicó:

- Miguel y Maruja son primos. Primos carnales. Y para poder casarse han tenido que pedir un permiso especial al mismísimo Papa, que le autorizó a contraer matrimonio con la condición de no tener hijos, porque como son primos y tienen la misma sangre, pueden nacer tontos.

En su día aquella explicación me dejó bloqueado, ya que no dejaba de estudiar en el colegio, en Religión, que el objetivo primordial del matrimonio era criar hijos para el reino de los cielos.

Los años fueron pasando, todos fuimos envejeciendo, pero nunca se apagó el brillo de la mirada que se regalaban el uno al otro. Siempre haciendo las cosas juntos, con una naturalidad que hoy en día todavía perseguimos. Pasaron épocas malas pues el dinero no abundaba y la enfermedad se cebó en ellos. Miguel había trabajado en una cantera y el polvo de mármol, el maldito polvo, se había infiltrado poco a poco en sus pulmones. Pero también eso pudieron superar juntos y sin perder la sonrisa.

Hoy, me parece una putada inmensa haber tenido que vivir en esa época. Haber vivido bajo el yugo de una religión que te imponía, por la fuerza, sus convicciones. Con un régimen político que te obligaba a comulgar con esa iglesia. Con una sociedad acomodaticia y miedosa que obedecía sin revelarse. Me da pena por unos niños que nunca nacieron y que hubiesen tenido unos padres maravillosos.

Miré de nuevo a Maruja. La única que vez que había comentado el tema con ella, me había reconocido que su vida había sido feliz, muy feliz, con Miguel y que la única pena que tenía en su vida era no haber tenido hijos. Solamente esa vez vi lágrimas en sus ojos.

Allí estaba. Despidiéndose de Miguel. Mirándole como siempre. Sintiéndose sola por primera vez en su vida. Me acerqué hacia ella para intentar abrazarla y musitar alguna condolencia mientras en mi fuero interno albergaba la sensación de que ella no iba a tardar en seguirle. Creo que Maruja no iba a saber, no iba a querer vivir sin él.

Actualidad, despertador y receta.

Supongo que, visto el panorama, debería hablar de la crisis, del paro, de los espías de la comunidad de Madrid, de Eluana Englaro, de las dimisiones del PP, del coche bomba de ayer o, como mínimo, si quiero huir de la actualidad más rabiosa, del genocidio de Gaza, de la criminal inmoralidad de Mugabe en Zimbabwe, de Ciudad Juárez, del Latitud de Google o algo similar.
Pero, francamente, no me apetece. Después de escuchar las noticias en el atasco matutino (y da para muchas noticias), de ojear un par de periódicos digitales y leer sus actualizaciones ya estoy saturado. Tengo a tope mi capacidad de preocupación y angustia.
Doy un paseo por mis blogs habituales y en la mayoría encuentro el mismo temor a los mismos males. El mismo miedo al día a día y a la imposibilidad de confiar en unos políticos que, siendo quienes deben de tomar importantes y rápidas decisiones en estas circunstancias, han perdido (todos) el rumbo y no saben por dónde les llueven los problemas.
Por eso prefiero contaros que me he dormido esta mañana. Al menos es un hecho local, controlable y no demasiado dañino. Con la costumbre de poner el despertador para que suene cinco minutitos después (esos maravillosos cinco minutos que le pedíamos a nuestra madre desde que íbamos al colegio) le he debido de dar a la techa equivocada y hasta media hora después no me he enterado.
Claro, luego vienen las prisas, las carreras, el niño venga que vamos tarde...
Todo en contra de los consejos de un antiguo director que tuve al poco de empezar a trabajar. Éste, con mucha sorna, se metía con nosotros, los pobre empleaditos de a pié diciéndonos que no sabíamos enfocar las situaciones:
- Cuando viene de visita algún super preboste de la central (que estaba en París) ustedes siempre se ponen su mejor traje, la camisa más nueva, los zapatos a estrenar... ¡muy mal hecho! Así, la única imagen que dan es la de que les pagamos demasiado y todos van sobraos de dinero. ¿Cómo piden después aumento de sueldo? Ese día, precisamente, es cuando hay que venir con el traje viejo, la camisa rozada y los pantalones sin planchar, para hacer notar que necesitan que les paguen más....
Nunca le hicimos caso y a lo mejor por eso sigo siendo pobre... En relación a llegar tarde nos instruía:
- Cuando por la mañana se duermen, empiezan a correr y consiguen llegar media hora tarde, todos rojos por las prisas, sin resuello y dan la cantada: se han dormido y no hay forma de negarlo. No señor, cuando se duerman, dense media vuelta y duerman dos o tres horitas más. Levántense con calma, desayunen bien, y vístanse de punta en blanco. Lleguen a la oficina con buena cara, descansados, bien vestidos y sin apuros, comentando la importantísima gestión que les ha retenido hasta ese momento en otro lugar. Les mirarán como a gente importante.
(si no te despiden, pensábamos nosotros)
En fin, que por pensar a lo pobre, como "empleadillos" que decía él, a lo mejor es por lo que hoy me veo así.
Y para que no penséis que paso de política os dejo una interesante receta que me ha llegado por mail (por el tono debe de ser de Arguiñano...).
La del pollo a la concejalía:

Ingredientes

-Un pollo
-Un despacho
-Varios chorizos

Preparación

Se coge el pollo. Se le coloca en un despacho. Se le rodea de chorizos. Se le deja a su antojo. Y él solito se va haciendo rico, rico...

Para lo demás... paciencia y suerte.

jueves

Publicidad (V)

Como es fácilmente observable a lo largo de este blog, me gusta la publicidad. La "buena publicidad" (aunque supongo que depende de la definición de quién la observe) y sobre todo, me gusta la que me consigue sacar una sonrisa. Os dejo dos ejemplos de la misma campaña (es interesante verlos en orden).

La verdad, no están mal. Pero yo ando algo preocupado por si llevan algún tipo de mensaje oculto o subliminal. Los he visto repetidas veces, los he estudiado a fondo y ¡nada!. Pero sigo mosqueado porque... ¡¡me los ha enviado mi mujer!! ¿Querrá decirme algo?.

miércoles

Triste tarde de enero.Relato

Paseaba lentamente por la espaciosa calle. Iba ensimismado en sus pensamientos sin ver el entramado retorcido que las ramas de los árboles formaban sobre su cabeza, a modo de paraguas que hubiese perdido la tela como consecuencia de una ráfaga furiosa de viento. No notaba el aire frío que le golpeaba en la cara provocando que dos rosetas de color tintaran sus mejillas ni parecía consciente del agua que poco a poco le había calado la ropa. Simplemente su cuerpo estaba allí. Él, su consciente, se encontraba lejos, abrumado por pensamientos e ideas grises, tristes, sin brillo alguno, ni capacidad para motivar su reacción.
El sentimiento que le embargaba, que le había invadido totalmente hasta rezumar por sus poros, era de pena, una sensación de pérdida inminente, de terrible desastre inevitable, de algo atroz que se cernía sobre él y que sin remedio caería sepultándole bajo un peso insoportable en algún lugar desconocido de su propia mente, del que no podría salir.
Si alguien, desde el exterior, pudiese hacer un balance imparcial de su vida, no comprendería la génesis de su situación. Su mujer le quería, al menos, lo normal para quince años de matrimonio. Verdad que se había apagado el ardor y la ferocidad de los primeros tiempos, pero habían sido sustituidos por una buena camaradería y, en general, por una complicidad hacia el mundo, que convertían su hogar en una guarida cómoda, confortable, aunque sin pasión. Tenían los rifirrafes habituales de cualquier pareja, siempre centrados en los pequeños desacuerdos del día a día. Nada serio, y mucho menos importante, y sin embargo producían un desgaste que con el tiempo iba dejando huella. Tenían dos hijos, eso que siempre le había repateado que llamaran la parejita. También normales. Ni buenos ni malos, sólo dos críos de catorce y doce años que vivían en su mundo de amigos, consolas, internet y colegios, del cual él se sentía absolutamente excluido. Los quería, los quería mucho, pero en abstracto dado que, de hecho, además del “buenos días” de cada mañana y del “qué tal en el cole” de cada cena, respondidos casi siempre entre dientes y con desgana, poco más interacción tenían.
En el fondo era un romántico, enamorado del amor, que recordaba sus pasiones adolescentes y sus años iniciales de matrimonio con nostalgia, y amante del concepto hijo independiente y separado de los nombres que lo encarnaban.
Tenía su trabajo, cuasi funcionarial, en una paternalista multinacional en la que, después de dieciocho años de presencia, detentaba un cargo eufemísticamente denominado mando intermedio por los organigramas y jefecillo por su suegra. Piso, coche, hipoteca, trabajo, mujer, hijos, algún viajecito ocasional, alguna cena robada al sueño… Su vida se podría calificar simplemente de normal. O vulgar. O aburrida. Pero sin nada que le permitiera explicarse cuándo y cómo se había subido a ese tobogán por el que ahora se deslizaba, cada vez más rápido hacia simas desconocidas, inhóspitas, y de una asfixiante soledad.
En aquella tarde triste, lluviosa, oscura y fría de enero, paseaba por la ancha calle sin rumbo y sin explicación, hacia algún lugar desconocido. Cada vez más lejos, cada vez más solo.

martes

Bromas adolescentes. (Sin gracia)

Anoche estuve viendo el capítulo de CSI Miami en la TV. El argumento, de forma muy esquemática: alguien hace una llamada a la policía, fingiendo estar muy agitado y nervioso, denunciando que, en determinado domicilio se está produciendo, en ese mismo momento, un hecho violento. La policía moviliza a SWAT y entra por la fuerza en el domicilio denunciado. Allí dispara contra el primero que ve armado; persona que a su vez va armada porque oye ruidos de gente que entra violentamente en su casa, en donde no se está produciendo nada. Creí que era un desarrollo ingenioso de unos guionistas. Sin embargo, hoy leo esto:

“…Doug Bates y su esposa Stacey estaban acostados y sus hijas de dos años dormían cuando de repente escuchan el ruido de sirenas de la policía y helicópteros sobrevolando su barrio en un suburbio del sur de California. Pensaron que buscaban a algún delincuente.
Doug Bates cerró las puertas de la casa con llave y tomó un cuchillo. Una linterna le apuntó y se asomó al jardín, donde una cantidad de policías armados con rifles le ordenaron que salga de la casa. Bates obedeció, asustado, cuchillo en mano, y su esposa llamó histérica a 911, el número de emergencias de la policía. A ambos les colocaron esposa y les dijeron que se tiren al suelo mientras los policías inspeccionaban la casa.
Los agentes no encontraron el caos ni la carnicería que esperaban. Ni los Bates ni las autoridades sospechaban que eran peones en un juego de un adolescente a casi 2.000 kilómetros (1.200 millas) de distancia decidido a aterrorizar una familia desconocida.
Eran víctimas de una nueva forma de fraude, en la que se explotan las debilidades del sistema que tiene la policía para recibir denuncias telefónicas hechas a través de internet. Es prácticamente imposible detectar estas denuncias falsas, que con frecuencia hacen movilizar a unidades especiales de la policía. Una investigación de la AP comprobó que muchos centros que reciben las llamadas al 911 tienen limitaciones de presupuesto y no pueden hacer mucho para contrarrestar estas interferencias con sus sistemas de computadoras…”


Fuente: Houston Chronicle.com (en español. Si os interesa leer más,
la noticia sigue aquí, con otros casos y desarrollo de la noticia) 2/2/09


La gente está loca. Pero zumbada del todo. Por una gracia de adolescentes, o no tanto, puede morir gente, gente a la que como mínimo se le da un susto que no olvidarán en toda su vida, se movilizan grandes recursos policiales a lo mejor necesarios en otro sitio, se sobresalta a toda la población, se hace crecer la sensación de inseguridad.

El grado de irresponsabilidad demostrado por esta gente es increíble.

lunes

El abuelo y La nevada. Fin de semana

Como he dicho alguna que otra vez, hay siglos en que no está uno para nada... ¡Menudo fin de semana! y yo me lo quería perder.


Por supuesto tenemos la nevada. Estoy hasta las narices del calentamiento global que a mi me congela, de los metereólogos que saben que tiempo hará dentro de cincuenta años pero no pueden precisar el tiempo del invierno (este iba a ser un invierno especialmente seco, la madre que los parió...)


La nevada, vista desde la ventana de mi salón, con la chimenea encendida, es conojonuda, preciosa... Cuando ese mismo día tu hijo se despierta, en plena nevada, con 39,6º de fiebre, y lo agarras en pijama lo metes en el coche y rumbo al hospital... la cosa cambia.


Entre los que no avisan, los que no hacen caso, los imprudentes, los torpes, los... yo que sé, el llegar hasta el hospital (está a sólo 12 km. por autopista) se convirtió en una prueba difícil de superar: nieve, hielo, coches cruzados que no arrancaban, coches empotrados contra cualquier obstáculo, coches que al no llevar cadenas, resbalaban, coches que habían parado en cualquier sitio (literal, incluido el carril central de la autopista) a poner las cadenas. Por si alguien con algo de autoridad en el tema tráfico lee esto, no confesaré las pirulas que tuve que hacer para llegar hasta el hospital. Baste decir que en esos 12 km. tardé hora y media, y muchas veces llegué a pensar que tenía que dejar el coche tirado y llevar al niño en brazos hasta el destino. (Por cierto que vi a una señora hacerlo. Olé sus huevos)


Al menos en el hospital no había nadie. Durante el tiempo que estuvimos, llegamos nosotros, la madre con el niño en brazos y otro niño que trajo la guardia civil. Ni siquiera el relevo de médicos o enfermeras (ni el pan a la cafetería, por cierto).


Afortunadamente, lo hemos vuelto a coger a tiempo y con antibiótico se le debería pasar en diez días.

Bueno por no aburrir, únicamente contar lo que me hizo comenzar con mal pie el fin de semana:

Al bajar a comprar el viernes tarde al super cercando, al de todos los días, la cajera de siempre, intentando ser amable y simpática le dice a mi hijo de cuatro años


-¿Y quien se va antes a la cama? ¿Tú o tu abuelo?


¿¿TU ABUELO?? ¡¡COHONE, QUE SOY SU PADRE!!


Vale, que no estoy muy joven y que la barba blanca ayuda a echarme años, pero joder que me mandó la moral a tomar por saco y encima no me salió ni una palabra. Ni para mandarla a la ....