Hace poco me han regalado mi primer reproductor mp3. Sí, ya sé que voy con algo de retraso con respecto a la tecnología, pero siempre me habían parecido unos alienados esas personas que van por la calle con los cascos puestos, aislados del mundo, escuchando lo que quieran que escuchen. Rápidamente me he convertido en uno de ellos. En fin.
Desde hace años, iba guardando todas las canciones que me bajaba (legalmente por supuesto) para hacerme discos para el coche o para realizar una recopilación y regalársela a alguien de la familia con lo que he podido meter un plumazo chorrocientas canciones en el mp3. Hay de todo. Es una mezcla de lo más ecléctica y sin ningún tipo de división u organización. Pones el modo aleatorio y vas saltando de década, estilo, ritmo e idioma sin transición. Me gusta. Y me gusta porque todas las canciones son especiales, de alguna forma, para mi.
Entre ellas, está incluida esta: "Honey" de Bobby Goldsboro (1968). Es muy especial porque indefectiblemente me recuerda a mi padre.
No tengo muchos recuerdos de él, de sus gustos, de sus aficiones... A pesar de que yo tenía ya 18 años cuando falleció, no le llegué a conocer bien, identificándolo más con una figura autoritaria, que imponía, que con el cariñoso padre que mis mayores me cuentan que era. Nunca supe percibir la devoción por mi que me cuentan que tenía y francamente, es algo que me apena. El no haber sabido disfrutar de él, el tiempo que estuvo conmigo es algo que me duele más que su propia ausencia.
Pero dejemos de divagar y volvamos a la canción. En aquella época, en la que o te comprabas el disco, o la escuchabas en la radio, sin más opciones, el comienzo de esta canción siempre sacaba una sonrisilla a mi padre y mi madre, mis tíos y mis primos mayores le tomaban el pelo diciéndole, indefectiblemente, que "se ponía tontorrón". Literal. Nunca supe porqué, ni qué sabían todos que yo ignoraba sobre la relación entre mi padre y la canción, pero cada vez que la oigo, se me aparece aquella sonrisa...