Es viernes noche, estoy solo. Y hoy lo estoy por voluntad propia. He rechazado todos los planes que me han propuesto. No tengo el ánimo predispuesto a compartir nada y no hay nadie con quien me apetezca compartir algo.
En pleno acoso de esa pseudo nostalgia, he recordado mi martirio de cada verano. Los anuncios de Estrella Damm. Sin embargo, como este es ¡ya! el tercer verano consecutivo que paso sin televisión, he ido primeramente a las páginas antiguas de este blog a rememorar los que tenía insertados. Me siguen gustando, y me siguen haciendo añorar muchas cosas que no he vivido. Luego, en youtube, he buscado los de estos tres últimos veranos. Aunque la calidad va bajando año tras año, la idea se trilla demasiado, siguen despertándome los mismos ecos. La misma envidia. ¿Por qué la vida no se parecerá un poquito más a la publicidad?
No puedo mirar hacia afuera. Tantos escándalos, tanta corrupción y podredumbre, tanta desfachatez, tanto robo... me deprimen hasta extremos increíbles. Nunca pensé que las circunstancias sociales nos fueran a arrastrar hasta el punto en el que nos están llevando. Y nunca pensé que eso me fuera a afectar tanto, a sentirlo tan personal, íntimamente. Jamás, ni en un millón de años, habría pensado que pudiera odiar a alguien tanto sin conocerlo. Y me refiero al equipo que nos ¿gobierna? como vasallos y que están arrasando con todo. Entre lo mal que lo hacen, lo que roban, lo que encubren, lo que venden que es nuestro y la cancha que están dando de nuevo a la iglesia, a esa iglesia que tiene que imponer sus criterios y creencias a machamartillo, porque este país es suyo, coño, que no nos enteramos, y todos debemos comulgar aunque sea con ruedas de molino.
Me enciendo. Me voy. Repito, como se ve, no puedo mirar afuera. Solo hacia dentro de mi. Y preguntarme, demasiado en estos días, "por qué?". Aún a riesgo de parecer Mouriño. Saltan esos "por qué" en mitad de cualquier cosa, en cualquier momento, lo que me hace sospechar que no estoy en mis horas más altas. Surgen cuando estoy trabajando en una pequeña habitación de un piso reconvertido en lo que eufemisticamente se llama centro de negocios, y yo estoy en lo que sería un dormitorio pequeño, con focos halógenos, una miniventana, y sin aire. Se pasa calor, mucho, nunca había trabajado en una oficina sin aire acondicionado. De hecho, es uno de los inventos del hombre blanco que siempre me han apasionado. Tuve un despacho con doble fancoil, lo que lograba bajar la temperatura a bajo cero, instalé aire acondicionado en mi primera casa, en la casa de mis suegros a la que íbamos a veranear, en mi segunda casa… Ahora vivo sin aire acondicionado ni en casa ni el trabajo. ¿Qué es una chorrada? Por supuesto. No es nada más que un signo de las tonterías que pienso, de las ironías de la vida, de las vueltas que va dando esto…
Bueno, me han interrumpido y he perdido el hilo y la idea. Ya seguiré en otro momento, porque… mañana será otro día.
Bueno, estos eran los tres que me faltaban por ver. Y por compartir.
1 comentario:
Nuestra vida si que tiene pequeños instantes de anuncio... únicamente hay que prestarles la atención suficiente para ser conscientes de esos pequeños momentos de "felicidad"... puede ser cualquier cosa: un olor que nos envuelve; estar tumbado sobre la pradera con la única banda sonora que la naturaleza; un baile en cualquier bar de montaña... hay cienes y cienes de instantes de anuncios en nuestras vidas.
Y del resto... dedícales el mínimo tiempo imprescindible
Pasa buen finde
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