viernes

Vivir sobresaltados

Hace unos días leía en ilutrae un artículo que me ha hecho reflexionar sobre la manera en la que vivimos hoy en día: permanentemente sobresaltados.
¿Por qué sobresaltados? Recordad que hace unos años el efecto milenio nos iba a devolver de nuevo a la edad de piedra; hoy nos reímos, si es que siquiera nos acordamos de aquello. El año pasado la gripe aviar iba a acabar con el mundo en una macro pandemia imposible de evitar; y quizá sea cierto y el riesgo exista pero ya no está en portada y nosotros nos hemos olvidado. Es la forma de vivir la información hoy. Porque gran parte de la culpa de esta forma de vivir la tienen los medios de comunicación y la velocidad trepidante, el ritmo de vida que la sociedad, que nosotros, nos imponemos actualmente.
¿Otro ejemplo? “Alerta roja en ocho comunidades por temporal de frío y nieve”. Y acojona, joder, claro que acojona cuando todos los medios: televisiones, radio, prensa, te lo repiten veinte veces en un día. Pero resulta que eso de toda la vida se ha llamado invierno y que ahora, encima, nieva menos que nunca.
¿Y qué me decís de los treinta millones de desplazamientos por carretera previstos ante el comienzo de cualquier periodo vacacional, o la operación retorno? La magnitud de las cifras te hace prever un colapso total. Pero, que yo recuerde, desde que era pequeño había grandes caravanas al principio y al final de las vacaciones; era un coñazo, si, pero no pasaba nada.
Creo que la necesidad de mantener la audiencia, subir el número de oyentes, publicar más ejemplares, hace que nos deslicemos pasito a pasito, hacia un amarillismo en la manera de informar que convierte en gran noticia, y si es catastrófica mejor, cualquier tema. Aunque su importancia real esté muy lejos de esa trascendencia relativa que le hace ocupar hoy la portada y mañana estar olvidada. Al final, la noticia no es tal, pero se convierte en noticia únicamente por la forma de presentarla. Y sobresalta.
Consiguen transmitirnos una serie de sensaciones que nos ubican lejos de la realidad.
Siguiendo con el ejemplo del temporal de frío, te dirán que una persona ha muerto congelada (y lo lamento), entrevistarán a alguien de un pueblo que te contará que no había visto nevar así en cuarenta años, comentarán que docenas de pueblos han quedado aislados por la nieve y te recordarán, dramáticamente, las medidas a tomar antes de emprender un viaje, poco más o menos como si fueras de expedición al Himalaya. Y tú te sientes como si fueras el protagonista de la película “El día de mañana” y tuvieras que enfrentarte a una glaciación repentina. Sin embargo, un muerto, aún con ser demasiado, cualquiera es demasiado, es la menor cifra de toda la historia, los pueblos aislados llevan así desde que se fundaron, pero ahora el aislamiento dura menos y es superable y la memoria del paisano es refutada por las estadísticas. Y por supuesto, los medios de rescate a nuestro servicio son los mejores de los que se ha dispuesto nunca. Pero dentro de un mes, nos volverán a hacer sentir lo mismo, o pasarán a avisarnos de una ola de calor.
No quiero caer en el riesgo de minimizar la importancia de los temas, pero la realidad, muchas veces, está lejos de nuestras percepciones. Tenemos, otro ejemplo, la sensación de “inseguridad ciudadana” como lo llaman, que sufrimos y que nos hace tomar medidas, a veces drásticas. y sin embargo la probabilidad de morir violentamente es hoy, en España, menor que en cualquier otro momento de su historia. Pero cuando se produce un hecho luctuoso, sólo uno, el efecto multiplicador de los medios, y su forma, a cual más dramática, de presentarlo hace que nuestra capacidad de empatía se ponga en marcha y nos sintamos todos amenazados.
Y todo esto nos hace ser temerosos. Nos sentimos permanentemente amenazados por múltiples circunstancias y esto nos lleva a tener miedo, a actuar y a decidir con el miedo como compañero. El post que citaba al principio, recoge un artículo del New York Times escrito por Gregory Berns, director del Centro de Neuro Política de la Universidad Emory de Atlanta titulado: “En tiempos difíciles, algo a lo que debemos tener miedo es al miedo”, y que en resumen, recoge el resultado de un experimento realizado con una versión de la caja de Skinner sobre voluntarios y su reacción ante el dolor previsto: para la mayoría de nosotros, la espera del problema, de la catástrofe, es peor que el problema en si mismo. Casi todos los sujetos del experimento, cuando se les dio la opción, prefirieron acelerar la presencia del problema y no tener que esperar a que sucediera realmente. Casi un tercio temía tanto la espera que, si se les ofrecía la posibilidad, preferían un problema más grave de inmediato y no esperar a uno menor mas tarde. Suena ilógico, pero el miedo- ya sea al dolor o a perder un trabajo- afecta de maneras extrañas a la toma de decisiones.
Vivir siempre sobresaltados produce miedo y esto modifica de manera especial nuestra forma de enfocar el futuro. Y esto vale para el cambio climático, la crisis económica, la violencia machista, los próximos exámenes, la posible pérdida de empleo, o la crisis de nuestro equipo de fútbol. Intentemos ponernos las gafas de realidad, tomar distancia con los asuntos y afrontarlos en medida justa y real. Decidir con los anteojos de miedo distorsiona la realidad y nuestra vida. Y nos hace sufrir más de lo realmente necesario.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi opinión, las alertas continuas no son casualidades. Creo que los gobiernos usan el miedo para que nos quedemos quietos y no "molestemos". El miedo es paralizante y nos vuelve conservadores ("que nos quedemos como estamos") y eso es lo que quieren los que están en el poder.
Un abrazo,
Esteban

Juan Luis Sánchez dijo...

Esta crisis económica que nos invade es consecuencia de que alguien dijo que iba a haber crisis, los inversores tienen miedo de invertir, los empresarios han empezado a despedir gente (también porque así aprovechan la coyuntura para hacer despidos baratos), y nosotros consumimos menos, por si vienen vacas flacas. El miedo ha producido que la noticia se haya hecho realidad.

También creo que pasó algo parecido con la huelga de transportes que hubo antes del verano. Algunos medios sensacionalistas publicaron que se iban a acabar los alimentos, la gente se asustó, empezaron todos a acaparar, con el resultado de que, efectivamente, se acabaron los alimentos.

En fin, un saludo de uno de esos que trabajan en los medios de comunicación, ups... Espero lo entendáis. Hay que comer.

Anónimo dijo...

Juan Luis.

Je je. No es mi intención cargar contra los medios ni contra los periodistas, sino con la forma de vender que se ha hecho necesaria hoy en día. Todo parece dramático, determinante, bestial, apocalíptico y muchas veces es simplemente normal. Pero hay que vendar. Lo que pasa es que esa forma de vender tiene un "daño colateral" innecesario y peligroso, a mi entender. Y sería deseable que si los medios continúan, nosotros sepamos, al menos, desinflar la noticia hasta su punto real. Difícil pero deseable.
Un abrazo

Esther dijo...

Es verdad nos sobresaltan más de lo que deben con algunas noticias..Por ejemplo cuando dijeron que habría huelga de transporte, que la hubo..duró menos de lo previsto y todos como locos comprando de más por si acaso..Ahí me incluyo yo compré para una semana y fuí de las que menos porque hubo gente que se abasteció para dos semanas lo menos..Ya sabiendo como actuan tendremos que sobresaltarnos algo menos..

besos

Anónimo dijo...

Bueno tienes mucha razón, y confirmamos entonces lo que ya sabíamos antes, la prensa amarillista vende! y de verdad, ya ven por ahí los grandes vendedores son todos aquellos que se hacen eco de noticias que nos llegan totalmente distorsionadas, sucede todo el tiempo.
En cuanto al miedo, concuerdo en eso de que el miedo a la espera de algo es peor que sufrir ese algo ya, me estresa pensarme que ocurrirá tal o cual cosa, si ha de sucederme que sea pronto, porque el stress por algo que ni se sabe y que quizá hasta ni suceda, de verdad arruina el día a cualquiera.
Tenía un jefe que le gustaba ese rollo de meter miedo, constantemente la gente se sentía que iba a ser despachado del trabajo, no pasaba nada pero el ambiente era de lo más deprimente, al cabo de un tiempo todo el mundo largaba les cansaba estar pensándose que un día los mandarían a volar.
Como siempre, un estupendo post!